Los ecos del viejo “Wild Frontier” del siempre magnífico y trágico Gary Moore resuenan en mi cabeza cuando en Ford me entregan la llave de la unidad de pruebas con la que iba a convivir durante una semana: un Ford Bronco Outer Banks. Rock duro, de un tiempo en el que las guitarras eléctricas sonaban puras, con acordes claros, potentes, sin artificios… y la postproducción digital o el autotune parecían aún ciencia ficción. Es una canción que siempre me sugestiona y en este caso da la entrada al solo de un todo terreno puro, sin paliativos, sin componendas ni paños calientes. Uno de los coches más específicos ante los que te puedes enfrentar hoy por hoy. Un coche fascinante para pequeños y mayores, como lo fueron los dinosaurios, y que a diferencia de éstos aún puede, en algunas afortunadas y contadas excepciones, poblar un santuario en el que los espacios abiertos, el uso duro, intenso, el de las largas travesías por el desierto quedan muy por encima de los criterios de la conducción políticamente correcta que caracteriza nuestros días.
Con la llave en el bolsillo me acerco al Bronco. Impresionan sus líneas rectas y cuadradas. De lejos recuerda ese otro mito tan genuinamente americano como es el Jeep Wrangler, pero a medida que me acerco queda claro que son dos realidades diferentes que compiten por el título de mito o de mejor todo terreno extremo del momento. Abro la puerta y me siento a bordo. Mi cadera se sitúa a la altura del asiento y pienso que las personas por debajo de los 1,90 m tendrán que hacer uso de la estribera lateral para poder acceder al habitáculo.

Pero claro, ese habitáculo tan elevado tiene como contrapartida una altura libre al suelo simplemente formidable. Nada menos que 237 mm…y eso que estamos hablando de la versión Outer Banks y no la Badlands, incluso más extrema en su planteamiento —261 mm de altura libre, 40,6º de ángulo de aproximación, 23,6 de ángulo ventral y 33,3 de ángulo salida, con unas llantas de 17" y neumáticos de perfil 70—.
El volante es muy vertical y el parabrisas queda muy cerca de él. Me recuerda, y lo es, un todo terreno a la antigua usanza. Se me escapa la mirada hacia la zona central quizá buscando el clásico selector de tracción conectable y reductora con corredera. ¡Error! Porque en este caso el sistema GOAT que permite navegar entre los modos de conducción y los sistemas de tracción es un dial giratorio. Puedes elegir propulsión en el modo 2WD, un 4x4 con reparto automático de par que facilite circular en asfalto seco, un 4x4 con el diferencial bloqueado para cuando las cosas empiezan a ponerse difíciles y un 4x4 low, con una eficaz reductora, para cuando quieras forzar la suerte y aumentar la exigencia.
¿Hasta dónde? Quizá hasta que tu precaución te lo aconseje, porque los límites de este coche son enormes, tan grandes que eres tú quien debe ponerlos ya que su mayor limitación puede venir de unos neumáticos mixtos, que fácilmente puedes reemplazar, y de unas dimensiones imponentes, reñidas con los recovecos angostos y senderos.

Doble personalidad en el Ford Bronco
Ni senderos, ni callejuelas, ni tampoco el uso mayoritario en carretera son zonas en las que vas a poder disfrutar del Bronco a pesar de la buena visibilidad hacia delante y de esos protectores plásticos de la carrocería que te permiten identificar claramente dónde están las esquinas delanteras. Sus dimensiones son enormes, pero a pesar de ellas su capacidad para ganar velocidad lo mismo que su potencial en los relanzamientos y en un adelantamiento o maniobra de incorporación a una vía rápida son incuestionables por mucho que el cambio no es del todo rápido en el kick down y aconseja tanto calcular las distancias con cuidado como actuar con cierto margen.
Tampoco ayudan en carretera su elevado peso y la aerodinámica de esas líneas tan cuadradas, que van a cobrarse uno o varios peajes en clave de un consumo elevado y una sonoridad superior a la media. De hecho, la mera diferencia de aumentar el ritmo de marcha desde el entorno de los 100 km/h a los 120 km/h va a suponer un incremento de consumo próximo a los 2 l/100 km —8,8 y 10,7 l/100 km respectivamente—. Y tampoco es económico en ciudad, con 10,8 l/100 km, aunque hay que reconocer que el imponente par motor de su V6 turbo le permite reaccionar con presteza a las demandas del acelerador. Incluso, si queremos forzar una aceleración vamos a tener sensaciones y resultados convincentes, con valores por debajo de los 9 segundos en alcanzar los 100 km/h y en el entorno de los 30 en los 1.000 m, habiendo alcanzado su velocidad máxima en sólo 650 m, lo que permite darse cuenta del poderío disponible siempre que lo necesitemos, especialmente en off road.
Hasta entonces, el ruido del aire chocando con la carrocería condiciona la comodidad y las sensaciones. De hecho, los valores medidos a 120 km/h se corresponden prácticamente con lo que es habitual en los SUVs más refinados circulando a 140 km/h. Buena parte de ese ruido proviene de unos paneles de techo poco aislados y, como profundizaremos más adelante, eliminables a voluntad por medios manuales liberando unos cerrojos. Y tampoco convence la suma de unos neumáticos mixtos y un equipo de frenos de eficacia limitada, especialmente cuando el asfalto no es demasiado adherente ni esté perfectamente seco.

Pero todo cambia tan pronto como un simple giro de volante te saca del asfalto y te permite «tocar tierra». Es entonces cuando te das cuenta de el Bronco no es un coche limitado en asfalto, sino que es un 4x4 diseñado por y para la conducción en campo. Y cuanto más se compliquen las cosas, más airoso puede llegar a salir con un mínimo de pericia al volante. Porque si tienes precaución con las zonas de terreno muy blando —donde los kilos son un lastre que puede llevar directamente a un empanzamiento— y eres capaz de «leer» el terreno para girar el dial Goat y conectar el modo adecuado de conducción tienes todo en tu mano para poder avanzar sin problemas. El ángulo de ataque es tranquilizador (38,1º) y tampoco son malos los ventrales y de salida (21,4 y 21,9 respectivamente), lo que sumado a las posibilidades que añaden los controles electrónicos de conducción te hace sentirte como un auténtico experto en la conducción off road. ¡Lastima que en los días que convivimos con este Bronco problemas logísticos nos impidiesen acometer una escapada al desierto para poder verlo en uno de sus hábitats naturales!
Porque el Bronco tiene todo lo necesario —mucho par motor, cambio automático, bloqueos de los diferenciales, amplios recorridos de suspensión, reductora…— para superar pendientes imposibles, momentos complicados en los que una rueda queda en el aire, o descensos de esos que justo antes de encararlos te parece que el mundo va a desaparecer a tus pies. Y en esas situaciones, como previamente habrás podido apreciar en esos reductores de velocidad y pasos de peatones elevados que parecen desaparecer como por ensalmo, la capacidad para tragarse baches sin trasladar sacudidas al interior es elemento común y pone el colofón a unas sensaciones magníficas de pura conducción off road.
Radicalmente personal
A estas alturas ya te has dado cuenta de que el Ford Bronco no es un automóvil normal, ni uno con compromisos. No. Es un todo terreno absolutamente lúdico y con no pocas sorpresas que empiezas a descubrir tan pronto te subes a él. Porque detalles como los elevalunas en la consola central, justo delante del reposabrazos central, no están donde se les espera, no son del todo ergonómicos y ese tacto de recubrimiento de goma que tienen te hace pensar en por qué se ha tomado la decisión y no están sobre la puerta, donde están en todos los coches modernos… Pero tiene su explicación.

Y es que puertas y paneles del techo son desmontables —puede hacerse sin herramientas— y puede entonces adquirir una nueva dimensión , más personal y de apariencia indómita, aunque expuesto al sol, al viento y al polvo de la conducción off road. De ahí esa sensación inicialmente chocante de ver los pilares tan expuestos y próximos a los pasajeros o elementos de difícil explicación como tener que abrir la parte inferior del portón, la metálica, antes de poder accionar el portón de cristal, o detalles como los cables y conectores a la vista en el maletero que difícilmente deben justificarse en un automóvil que supera los 87.000 euros.
Su rival más próximo y clásico sería el Jeep Wrangler de cinco puertas, diferenciado por su concepción exclusiva de híbrido enchufable, mínimamente más rápido en aceleración, con un consumo algo menor de combustible gracias a su hibridación (y claramente ventajoso en desplazamientos cortos que puedas hacer con los 45 km de autonomía eléctrica anunciada). También el Ineos Grenadier podría ser una alternativa, más cara y menos potente en este caso o deberíamos mirar a todo terreno clásicos, como el nuevo Toyota Land Cruiser o los Land Rover Defender. En cualquier caso, el Bronco resulta un coche mágico, específico en su radical planteamiento de off road y que contribuye a dar imagen más que resultados comerciales. Quien lo compre puede que no se encuentre con el coche más refinado del mundo, pero sí uno cristalino, que jamás te dará una mala sorpresa en su conducción.
Nuestra opinión: sin compromisos
Con permiso del Ineos Grenadier, el Clase G de Mercedes y el inminente Toyota Land Cruiser, el Ford Bronco es hoy por hoy el todo terreno más capaz que podemos echarnos a las manos. Es transparente, imponente, magnífico en su concepción de todo terreno sin cortapisas y te hace soñar con un tiempo pasado hace ya algún tiempo, cuando practicar la conducción todo terreno era fácil y accesible. Es uno de esos automóviles que cobra sentido cuando se acaba el asfalto y aparecen las rocas, la arena, el barro: la conducción más exigente que te permite descubrir lugares inaccesibles de otro modo.