He perdido ya la cuenta, pero aquí va un nuevo capítulo de la guerra encubierta que se está declarando a los coches chinos. Aunque esta vez no tiene nada que ver con los conocidos subsidios con los que las marcas del gigante asiático consiguen hacer productos tan interesantes, sino con una cuestión de seguridad de estado. Y eso ya son palabras mayores.
El otro protagonista de este nuevo desaguisado es el Gobierno de los Estados Unidos, que ha comenzado los trámites para prohibir vender cualquier coche de China, y también de Rusia no lo vamos a olvidar, independientemente del combustible que utilice para moverse.

Y antes de que lo pienses, esto no tiene que ver con ningún movimiento de Donald Trump, al que le pegaría bastante este tipo de medidas, sino que ha sido el propio Joe Biden el que la ha impulsado. Recordemos que el demócrata ya subió los aranceles a los coches procedentes de China hasta el 100% y no contento con eso ahora quiere dar un paso más borrándolos literalmente de su mercado.
¿Dónde está el problema con los coches chinos?
A través de una investigación realizada por el Departamento de Comercio se ha determinado que sería peligroso para la seguridad del estado, algo muy importante para los estadounidenses, que circularan muchos coches por las carreteras de dicho país conectados directamente a China o Rusia. Con ese informe se ha realizado una propuesta gubernamental, que ya ha sido publicada y que abre ahora su proceso de ejecución, aunque con un periodo de consulta de 30 días para posibles alegatos de los afectados.

La idea es prohibir todo tipo de coche que esté conectado a cualquiera de esos dos países. Se pone el foco en concreto en dispositivos como el Bluetooth, las tarjetas SIM, los satelitales como los GPS o el WiFi. Todos ellos podrían ser vulnerables de recibir posibles ciberataques o manipulaciones por parte de terceros y más concretamente de esos países. Por no hablar de la recogida de datos que pueden realizar de diferentes lugares de la geografía de Estados Unidos por donde viajen los citados vehículos.
Teniendo en cuenta el punto en el que nos encontramos actualmente dentro de la industria del automóvil, en la que la mayoría de los coches están conectados de alguna manera, provocaría que fuera imposible vender cualquier coche de China o Rusia en territorio estadounidense. Pero lo peor es que esta medida también afectará a los fabricantes europeos, de otros lugares de Asia como Japón o Corea del Sur e incluso los nacionales, que para ahorrar costes han derivado la fabricación de ciertos componentes a suelo chino.

Teniendo en cuenta esto último, según la agencia de noticias Reuters, las marcas que no son chinas pero que cuentan en sus modelos con componentes fabricados allí han pedido algo de tiempo a la Administración Biden para poder adaptarse a esta nueva normativa. Porque de lo contrario deberían demostrar con una auditoría que dicha fabricación no incurre en prácticas ilegales de recopilación de datos, algo que sería extremadamente difícil.
Por tanto, si ahora la propuesta gubernamental no tiene grandes objeciones, la idea que tiene el equipo de Biden es que entre en vigor antes del 20 de enero de 2025, fecha en la que el actual presidente deberá abandonar la Casa Blanca en favor de la candidata de su partido Kamala Harris o de Donald Trump. De ser así empezarían las primeras restricciones en 2027 en lo relativo al software, mientras que para el hardware se daría de plazo hasta el 2029.