El 2035 es la fecha clave en la industria automovilística europea: a partir de entonces, solo estará permitida la venta de vehículos eléctricos. Antes de llegar a ese momento, los ingenieros y los políticos tienen por delante un importante y nada fácil reto: hacer de esta tecnología del coche eléctrico algo realista y accesible para todo el mundo.
A día de hoy, son muchas las barreras y dudas alrededor de esta tecnología: los coches eléctricos son ostensiblemente más caros, fruto del encarecimiento que suponen las baterías; las autonomías medias siguen estando muy lejos de lo que ofrecen los coches con motor térmico; y en tercer lugar, la infraestructura de carga es todavía muy escasa. ¿Estamos entonces preparados de verdad para recibir al coche eléctrico como única opción disponible?

Para llegar a ese punto se necesitan muchos avances, como esta que se estudia para utilizar grafeno... y este del que os vamos a hablar a continuación puede ser uno. Investigadores del Laboratorio Nacional de Idaho, dependiente del Departamento de Energía de los Estados Unidos, está llevando a cabo un interesante trabajo: analizar los “puntos débiles” de las actuales baterías de iones de litio para encontrar y desarrollar un flujo óptimo de carga que permita dos cosas. Primero, evitar que las baterías se deterioren cuando empleamos cargas rápidas; segundo, y quizás lo más importante para muchos, que se pueda cargar el 90 por ciento de su capacidad en 10 minutos.
Actualmente, las cargas más rápidas permiten recuperar en unos 20-30 minutos el 80 por ciento de la carga, lo suficiente para cubrir, de forma genérica, unos 400 kilómetros. Bajar a los 10 minutos para una carga casi completa significaría estar en tiempos mucho cercanos a los que gastamos a día de hoy en las gasolineras. Pero ojo, los beneficios pueden ser mayores: si se consigue cumplir con este reto, los fabricantes podrían apostar por coches con baterías más pequeñas, lo que implicaría un menor peso, un consumo inferior, una mayor autonomía y, en consonancia, un coste para el comprador mucho menor.

Los científicos estadounidenses de Idaho protagonistas de este estudio investigan el cómo y por qué se ven castigadas las baterías de iones de litio actuales, analizando entre 20.000 y 30.000 puntos de datos, así como su condición física y química. De esta forma, pueden predecir la vida útil de estas baterías y trabajar en nuevos protocolos más eficientes que permitan cargas ultrarrápidas… y seguras.
¿Sus previsiones? Conseguir una tasa de recarga de 32 kilómetros por minuto, el doble de lo que puede conseguir actualmente un Tesla en la red de recarga súper rápida hasta 250 kW. ¿En cuánto tiempo? En 5 años este trabajo llevado a cabo en laboratorio podría hacerse realidad.
“Una solución a estos problemas es adaptar el protocolo de carga, de manera que se optimice la velocidad de carga y se eviten daños en los diferentes diseños de baterías que se utilizan actualmente en los vehículos eléctricos. Pero desarrollar protocolos óptimos, se requiere una gran cantidad de datos sobre cómo varios métodos afectan la vida útil, la eficiencia y la seguridad de estos dispositivos. El diseño y estado de las baterías, así como la posibilidad de aplicar un determinado protocolo de carga con la infraestructura de la red eléctrica actual, también son factores clave", ha dicho Eric Dufek, científico autor principal del estudio.