El primer Audi quattro revolucionó por completo el panorama deportivo. Tenía una motricidad superior en terrenos deslizantes y sumaba un motor de cinco cilindros turboalimentado de altas prestaciones. Y frente a los tradicionales coches de tracción delantera o trasera, pronto demostró su eficacia en un ámbito tan exigente como el de los rallyes. Pero la apuesta más inteligente del fabricante alemán fue extender esa tecnología a los turismos de calle, y no solamente a las variantes superiores de altas prestaciones.
Después de cuatro décadas, la denominación quattro ha adquirido un significado y un prestigio propios. Sin embargo, las sucesivas generaciones han tenido un planteamiento técnico diferente acorde a su configuración mecánica. En el número de marzo de Motor Clásico hacemos un repaso detallado de los distintos esquemas empleados, desde la original tracción total permanente con diferencial central Torsen, al sistema electrohidráulico Haldex implementado en los modelos con motor transversal como los Audi A1, A3 y TT. Lógicamente, la electrónica fue ganando terreno. Sofisticó las diferentes soluciones montadas en los lujosos V8/A8, Q7 y los deportivos R8/RS y alcanza su máxima expresión en al actual Audi e-tron quattro, un gran turismo eléctrico hermanado con el Porsche Taycan. Echando la vista atrás, uno y otro se acercan mucho a la idea ya centenaria propuesta por Ferdinand Porsche en 1909 en el prototipo Lohner-Porsche: la tracción absoluta con un motor eléctrico en cada rueda.

Centenario y eléctrico es también el Hawa EM3 que hemos descubierto en Alemania. Este furgoncillo de 1923 es un ejemplo más de las numerosas iniciativas que ya se planteaban al inicio de la automoción como contrapunto a los motores de combustión interna. Un grupo de entusiastas ha rescatado y restaurado este ejemplar único.
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El sumario de este número lo complementan tres reportajes cuyos protagonistas obedecen a tres concepciones diametralmente opuestas. De un lado, la comparativa de un Renault 15 y un Seat 128 3 puertas nos presenta dos cupés con ciertas ínfulas deportivas y el pragmatismo de las berlinas de gran serie de las que derivan. En el otro lado de la balanza, el Renault Sport Spider de 1996 sí fue un modelo claramente destinado a los circuitos, casi un monoplaza de carreras matriculable que pasamos por el tamiz de nuestra Guía de compra.

Frente a ellos, el LaSalle V8 Touring de 1939 nos trasladará a una época y una marca poco conocida que, perteneciendo también al emporio General Motors, rivalizó con la todopoderosa Cadillac.
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