La denuncia ha llegado ya desde muchos estamentos del sector: las etiquetas medioambientales de la DGT pueden llegar a resultar un coladero para la circulación y el beneficio de coches muy cuestionables medioambientalmente. Lo vemos a diario sobre todo con las etiquetas ECO, capaces de catalogar a coches y deportivos de gran cilindrada como “ecológicos” solo por contar con una batería extra o un sistema micro-híbrido con tecnología de 48V que apenas reduce mínimamente los consumos. O con etiquetas Cero Emisiones, aún con más ventajas, en vehículos híbridos enchufables sin atender a si cuentan con la batería cargada y circulan en modo 100% eléctrico… o en realidad lo hacen también impulsados por grandes motores de gasolina.
Hasta ahí la realidad es incuestionable. Y, quizá por ello, activistas de Greenpeace han decidido cometer una acción con el objetivo de llamar la atención del mercado, entrando sin permiso a las instalaciones del grupo Stellantis en Villaverde, en Madrid. Una vez dentro, integrantes de la organización ecologista desplegaron sobre decenas de automóviles aparcados en una campa una gran pancarta con forma de etiqueta de la DGT y con el texto “ECO tongo. DGT cambia las etiquetas ¡ya!”.
Con esta iniciativa, Greenpeace reclama ya a la DGT que reforme su sistema de etiquetas medioambientales para coches, ya que “no son fieles a la realidad en cuanto a lo que estos contaminan y condicionan aspectos como las rebajas fiscales o el libre acceso a las nuevas Zonas de Bajas Emisiones, obligatorias en 150 ciudades a partir de enero de 2023”.

Para Greenpeace, “el etiquetado actual es un coladero para tecnologías contaminantes, como el gas fósil (mal llamado natural), que disfrazan de verde la industria y confunden al consumidor”. Según los activistas, “cualquier vehículo (coche, furgoneta o camión) que funcione con gas licuado o comprimido disfruta del distintivo ECO de la DGT, lo que les otorga importantes beneficios fiscales y normativos. Sin embargo, los vehículos de gas liberan grandes cantidades de partículas contaminantes y peligrosas asociadas al cáncer, el alzheimer y enfermedades cardíacas y respiratorias, además de contribuir de manera similar que los vehículos diésel o gasolina a la crisis climática”.
No solo Greenpeace, también asociaciones como Fundación Renovables, Ecodes, Ecologistas en Acción y Transport&Environment han lanzado ya una propuesta de mejora a la DGT para corregir los fallos del sistema actual e incorporar las emisiones de CO2 como criterio de clasificación ambiental. Sin embargo, todas denuncian ahora la falta de respuesta y de actuación de un departamento de Tráfico que, según denuncia Greenpeace, se pliega hoy a “las presiones de la industria del automóvil bajo el pretexto de acordar los criterios de etiquetado con los fabricantes”.
Estas organizaciones denuncian hoy también que “el Gobierno de España se comprometió a corregir los fallos de las etiquetas en 2020. Sin embargo, la DGT se ha plegado a los intereses de la industria para bloquear esta revisión, permitiendo que haya miles de vehículos contaminantes etiquetados como CERO y ECO cuando no lo son”. Para Francisco del Pozo, coordinador de la campaña de combustibles fósiles de Greenpeace, “la DGT se ha convertido en una agencia publicitaria de lavado verde de la industria del motor. Pero las etiquetas son solo uno de los engranajes de la inmensa lavadora con que el sector hace pasar vehículos contaminantes como limpios”.
Greenpeace por último impulsa ya, junto a otras 40 organizaciones europeas, una iniciativa Ciudadana Europea (ECI, en sus siglas en inglés) para pedir una nueva ley similar a la del tabaco para prohibir la publicidad y el patrocinio de los combustibles fósiles en la Unión Europea.