Basta con hacer una búsqueda en Google o en cualquiera de las aplicaciones de inteligencia artificial disponibles para encontrar rápidamente la carretera española con más radares. Y por extraordinario que parezca no se trata de ninguna vía rápida como puede ser una autopista o una autovía, es una secundaria o más en concreto, una carretera local.
Dependiente del Consejo Insular de Mallorca, la conocida como Ma-10 tiene este honor, tras una inversión de nada menos que 1,2 millones de euros por parte de la DGT. El organismo ha decidido instalar hasta 32 dispositivos en todo su trazado, con el fin de poder aumentar la seguridad en una de las vías con más siniestralidad de las Baleares.

Para aquellos que no la conozcan, pese a que sea una visita recomendable por sus vistas y trazado para los que nos gusta conducir, esta carretera mallorquina tiene una extensión de 112 kilómetros para unir las localidades de Andratx con Pollença y lo mejor de todo puede que sean sus vistas. En concreto se atraviesa la Serra de Tramontana, un enclave que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Hasta aquí todo suena idílico, aunque existe un pequeño problema. Quizás por ese encanto que ofrece la ruta o por sus curvas cerradas, en determinadas fechas del año congrega una alta concentración de turistas. Si a esto unimos a los motoristas, que buscan divertirse con este trazado tan enrevesado, el resultado es que se producen bastantes siniestros, algo con lo que el Consell y la DGT quieren acabar con este gran dispositivo.

Como bien informan desde la Cadena COPE, la naturaleza de estos 32 dispositivos es totalmente variopinta. Por ello, no te vayas a pensar que solamente se encargan de controlar los excesos de velocidad, sino que también son capaces de detectar adelantamientos indebidos o algunos comportamientos temerarios que puedan poner en peligro a los usuarios de la vía.
Y al igual que suele suceder en otros puntos de la geografía española, la medida tomada por el organismo autonómico y la DGT tiene detractores y partidarios. Muchos conductores consideran que este despliegue tan solo tiene un afán recaudatorio y que pronto recuperarán la inversión indicada arriba. Otros, quizás los vecinos que viven allí defienden que la vigilancia es necesaria, sobre todo por las noches o los fines de semana.
Desde la misma publicación admiten que quizás la estrategia seguida en la Ma-10 puede convertirse en un laboratorio de pruebas para otros tramos de carreteras secundarias. Si la presencia de estos radares y cámaras consiguen reducir la siniestralidad notablemente, se podría trasladar a diferentes lugares con las mismas características.