Norauto ha elaborado una lista de 5 señales que puede darte tu coche y que, en caso de no solucionarlas podrían ir a más, dañando así nuestro coche y posiblemente y posteriormente nuestro bolsillo.
Testigos
En este caso no tenemos una normativa que las marcas deben seguir por lo que los símbolos pueden variar según la marca de tu coche. Sin embargo, los más importantes no suelen diferir demasiado unos de otros.
En ellos debemos tener en cuenta el color, algo de gran importancia ya que nos indica la gravedad del problema, siendo los rojos lo más graves. Si nos saltara una de estas, lo más lógico sería parar el coche y llamar a la asistencia de tu seguro para poder trasladarlo lo más rápidamente que se pueda a tu taller de confianza. Podría tratarse de que la presión del aceite en el motor es baja o de que se ha producido un sobrecalentamiento del refrigerante.
No obstante, hay algunos casos en que se encienden testigos rojos y no tienen por qué ser graves, como el que indica que tienes el freno de mano puesto.
En caso de que sean de color amarillo, suelen indicar un fallo en el sistema. Aunque no es necesario como con el otro que paremos el coche de inmediato, lo mejor es acudir al taller cuanto antes. Podría tratarse de bombillas fundidas, de presión baja de los neumáticos, de falta de combustible o incluso de problemas con la gestión del motor.
Si son blancos, verdes o azules, suele ser un aviso totalmente informativo. Podría tratarse de tener que pasar una revisión o algo parecido. No obstante, en caso de duda, lo mejor es acudir al manual del coche para ver de qué aviso se trata.

Sonidos no habituales
Evidentemente, son muchos los ruidos que podemos escuchar mientras circulamos en nuestro, sin embargo, debemos hacerles caso cuando alguno de ellos no sea habitual ya que se puede tratar de que algún componente del coche no está funcionando de la manera correcta.
Deberemos, además, prestar atención a estos sonidos poco comunes para poder explicárselos posteriormente al mecánico de manera que pueda intuir de dónde viene el problema. Sobre todo deberemos localizar de dónde vienen.
Si estos ruidos los localizáramos en el motor, al igual que con los chivatos rojos de antes, lo más inteligente sería parar o en caso de no estar muy lejos, acudir a nuestro taller.

Color del humo que sale del tubo de escape
Por supuesto, de este punto quedan excluidos los eléctricos que no expulsan emisiones al exterior. Si el humo que expulsa el tubo de escape es blanco y espeso al arrancar, podría tratarse de una incorrecta puesta a punto del sistema de inyección, si de coches diésel estamos hablando. A su vez, podría ser por un atasco en el tubo de escape de aceite o de gasolina. Sin embargo, si el humo es blanco pero no muy espeso, podría tratarse de algo normal y no deberíamos darle mayor importancia.
En cambio, si el humo es azul o gris, puede deberse a varias averías como el desgaste de los retenes de las guías de válvulas, del turbo, que la junta de la culata estuviese en mal estado o que hubiese una fuga en el sistema de enfriamiento. En cualquiera de estos casos, deberíamos llevar el coche al taller con el fin de realizarle una inspección a fondo.
Si el humo fuese negro al acelerar, podría ser por una mala combustión del diésel. En caso de realizar un acelerón fuerte tampoco deberemos asustarnos si esto ocurre, solo si persiste en el tiempo.

Olores extraños
El olfato puede ser muy útil a la hora de detectar ciertas averías, especialmente si damos con un olor químico.
Podríamos dar con multitud de olores extraños, pero desde luego, si persisten lo lógico es acudir a nuestro taller a que lo revisen.

Fallos en el uso
Esto puede producirse porque notemos alguna sensación extraña o porque de verdad veamos que el vehículo tiene un comportamiento anómalo. Uno de los más comunes es que dé tirones, lo cual podría indicar fallos en la inyección, en la caja de cambios, en la válvula EGR, en el sistema eléctrico, en el catalizador o en los filtros.
Podría tratarse también de que el coche pierde potencia al acelerar, lo que podría significar un problema en los inyectores, en el turbo o en el filtro de aire. En cambio, si al coche le cuesta arrancar, podría ser por un problema en la batería, en el motor de arranque, en el alternador o en las bujías de los coches gasolina o los calentadores en caso de los diésel.