Como sabe que en Europa gustan los motores brillantes, este Chevrolet se ha propuesto deslumbrar. Equipa un monstruo de 6 cilindros y 4.2 litros de la familia Vortec que, con 24 válvulas, genera unos 273 CV de demolición y un par máximo de 373 Nm desde 3.500 rpm. Con estos mimbres, el coche ofrece unas prestaciones propias de berlina: 192 km/h de velocidad punta, el 0-100 en sólo 10,1 segundos, el kilómetro en 31, 5 segundos y una recuperación de 80 a 120 km/h en 7,1 segundos. ¿Que no es gran cosa? Pues, entonces, pensemos que el coche pesa 2.155 kilogramos y podremos juzgar como se merecen estas cifras espectaculares. Es un motor que impresiona por la fuerza tremenda que libera y la docilidad con que lo hace. Progresivo y dulce, se estira sin desfallecer hasta muy lejos, muchísimo para lo que suele permitir un cambio automático de reglajes más bien tranquilos. Sube sin dudar hasta las 6.000 vueltas y entrega muchísimo par casi en seguida: desde las 3.000 rpm ya encontramos un empuje soberbio. A 2.500 sostiene cualquier ritmo sin problemas. El artífice de este buen comportamiento es el cambio, que gestiona perfectamente el motor, respondiendo con rápidas y acertadas reducciones a cualquier pisotón sobre el acelerador.
Se trata de un cambio automático de cuatro velocidades combinado a un sistema de tracción Autotrack. En la posición D, esta caja permite un gran aprovechamiento de la mecánica, con la ya citada facilidad para estirarse. Sin embargo, se podía refinar un poco más el paso entre marchas, algo áspero aunque para nada lento.
Como cabe esperar después de leer lo anterior, este motor consume como si la gasolina lloviese del cielo. Es cierto que quien paga 43.150 euros (precio de la unidad probada) no tiene gran preocupación por el gasto de combustible, pero una media de 15,1 litros a los 100 resulta algo excesiva para las costumbres europea y, sobre todo, para las tarifas que marcan los surtidores a este lado del Atlántico. Ante estas cifras, los 14 litros del BMW X5, con 200 centímetros cúbicos más de cilindrada, ya no parecen tan graves y, encima, tiene mejores prestaciones en carretera.
Es normal que el Trail Blazer gaste tanto: pesa mucho, mueve unos neumáticos anchísimos y lleva un motor de gran cilindrada y mucha potencia. Sin embargo, Chevrolet tendría que ajustar algo más este parámetro para competir mejor. Con un cambio que siempre elige desarrollos largos para estabilizar la marcha, el consumo no debería ser tan alto.