Seis o siete años viene a tardar un conductor normal en recorrer, con su coche, 100.000 km. En poco más de uno nosotros hemos logrado alcanzar los seis dígitos en el cuentakilómetros de nuestro Renault Megane con el motor 1.6 dCi de 130 CV. Absolutamente de serie, sin ninguna preparación especial más allá que la de dotarlo de unas ruedas «all weather», este coche del segmento C de los compactos fabricado en Palencia ha demostrado rendir a un excelente nivel, superando con creces todas las expectativas en multitud de aspectos.
Esto es lo que ha ocurrido en relación a su solidez y fiabilidad. Más allá de que no hemos registrado incidencia alguna –algo que no es habitual en nuestras pruebas de larga duración-, incluso los desgastes de este Mégane han estado por debajo de lo esperable. Prueba de ello es que, entre los elementos consumidos por el uso, exclusivamente hemos requerido un cambio de neumáticos y uno de pastillas delanteras de freno. En este sentido, hemos de destacar que los amortiguadores aún siguen siendo plenamente utilizables, aunque, lógicamente comienzan a acusar los kilómetros sólo cuando se sale de las vías rápidas. Con todo, el chasis ha dado muestras de ser excelente por estabilidad y muy cómodo para viajes largos. A esto también contribuyen tanto la postura de conducción —alguno de nuestro medio centenar de probadores mejoraría la visibilidad a través del retrovisor interior—, el confort de los asientos por mullido —especialmente confortables para los pasajeros ligeros—, sus dimensiones, o la enorme cantidad de pequeños huecos para depositar pequeños objetos…
El Renault Mégane también nos ha parecido muy bien adaptado a viajes de muchos kilómetros por la respuesta del motor, tan vigoroso que gana velocidad con facilidad pero, además, de una manera suave y silenciosa. En definitiva, el calificativo de muy agradable ha sido el más usado para referirse a esta mecánica.
Incluso yendo deprisa el consumo ha sido muy satisfactorio: prueba de ello es que, con cruceros de 150–160 km/h de velocímetro, se sitúa en torno a los 6–6,5 l/100 km; situando la media, de hacer esos desplazamientos a velocidades muy rápidas, en 5,6 l/100 km. Con ritmos más comedidos, sobrepasar por poco los 5 l/100 km ha sido la constante. En conducción muy económica, a unos 100 km/h, es factible dejar el ordenador de viaje en torno a 4 l/100 km.
Renault Mégane 1.6 dCi, tecnología embarcada
La aportación tecnológica que se siente a bordo ha sido otra de las constantes por parte de los distintos usuarios. Entre las ayudas a la conducción —desde el nivel inferior a la unidad de pruebas, el Zen, ya se cuenta con la alerta por cambio involuntario de carril, cambio automático de luces o alerta de exceso de velocidad con reconocimiento de las señales de tráfico—, una de las más apreciadas por los usuarios ha sido el control de velocidad de crucero «inteligente» incluido en el Pack Safety del que disponía nuestra unidad. Esta paquete supone, así mismo, disponer de alerta de distancia de seguridad y frenada asistida.
El regulador de velocidad de crucero con radar del Renault Mégane permite llevar a cabo una conducción muy relajada puesto que es capaz de «ver» a los coches que nos preceden —funciona mejor que muchos otros competidores, incluso en curva— y mantener, sobre varios niveles que elige el conductor, la distancia con esos vehículos. El resultado pasaría de notable alto a sobresaliente si el ajuste de la velocidad fuese del tirón, en lugar de oscilar en torno a la fijada: una situación que concatena ligeras variaciones de velocidad perdiendo algo de ritmo, para luego aumentarlo, hasta encontrar el seleccionado.
Realizar muchos kilómetros de noche nos ha permitido también ponderar y valorar positivamente la aportación de los faros de leds, particularmente efectivos una vez fueron regulados correctamente.
Con todo, el R-Link 2, el sistema multimedia basado en la pantalla táctil vertical de 8,7”, ha sido el elemento que más curiosidad ha despertado en no pocos usuarios del Renault Mégane. Exige, eso sí, cierta familiarización con su manejo habida cuenta de la enorme cantidad de funciones disponibles y que requiere navegar entre pantallas. Eso sí, una vez acostumbrados, pura funcionalidad… Desde ellas se puede regular la climatización, elegir fuentes de sonido y manejarlas, disponiendo de hasta diferentes «ambientes», regular la iluminación interior, seleccionando incluso el color de la misma; enlazar con teléfonos con distintos sistemas operativos, navegar con guía a destino y la posibilidad de introducir rápidamente paradas intermedias o disfrutar de las ventajas que ofrecen diferentes aplicaciones integradas en esta «tablet» del salpicadero.
Eso sí, esta pantalla funcional es sensible en cuanto a la visibilidad cuando el sol incide directamente sobre ella o cuando no somos lo suficientemente cuidadosos para que el polvo ambiental haga de las suyas -todos los interfaz de este tipo hablando de móviles, tablets o en este caso pantallas automovilísticas de cualquier fabricante, son un imán para el polvo-. Desde aquí también se configura la información o posición del head-up display y las distintas presentaciones de información, vinculadas al modo de conducción elegido, que pueden realizarse en la pantalla de la instrumentación situada tras el volante.
Así las cosas, y tras una «larga vida» con él, y como decía nuestro director Juan Carlos Payo tras realizar con él la última tirada de kilómetros, el Renault Mégane se ha mostrado como un coche «absolutamente recomendable».
También te puede interesar
- Renault Mégane 1.6 dCI 130 CV: comienza nuestra prueba de larga duración
- Renault Mégane 1.6 dCi 130 CV: primeros datos de nuestra prueba de larga duración
- Renault Mégane 1.6 dCi 130 CV: nuestros primeros 10.000 km
- Renault Mégane 1.6 dCi 130 CV: datos tras recorrer 30.000 km
- Renault Mégane 1.6 dCi 130 CV: consumo real y opiniones
- Renault Mégane 1.6 dCi 130 CV: algunos datos técnicos reales
- Renault Mégane 1.6 dCi 130 CV: doblamos nuestro reto de 50.000 a 100.000 km