Acostumbrados ya a la imagen resultona del Matiz, lo ponemos en marcha para ver cómo se defiende al rodar. Lo primero que sorprende es el ruido del motor. Los tres cilindros (796 centímetros cúbicos) dan como resultado un sonido extraño que, en ocasiones, es demasiado alto. En funcionamiento, el propulsor exprime como puede sus 51 CV. Para tan poca potencia, la verdad es que logra un buen desarrollo. Es como las hormigas, que sacan de su minúscula anatomía una fuerza impensable
En la ciudad no tiene problemas. Se mueve con soltura, con la aceleración justa y un consumo de gasolina que no llega a los siete litros. Si se mueve en las tres primeras marchas, la ciudad no tendrá secretos para el pequeño Matiz.
Pero, cuando la carretera se eleva, el motor se derrumba un poco. Esto nos obliga a jugar continuamente con el cambio para bajar a cuarta o tercera y recobrar fuelle. Es el cambio un elemento muy eficaz, pese a lo deslabazado de su tacto. La palanca se mueve con recorridos muy largos que obligan a marcar mucho los movimientos. A cambio, los desarrollos están bastante bien elegidos y sólo presentan un salto importante entre tercera y cuarta. Su presencia obliga a cambiar altos de vueltas, forzando un poco la máquina.
En carreteras abiertas y autopistas, con un par máximo más bien mínimo (73 Nm), el Matiz hace lo que puede. Alcanza, tras sufrir, cruceros de 130 km/h que, a poco que el terreno sea contrario, se nos van y no vuelven. Si las curvas nos obligan a esforzarnos, nos encontramos con un comportamiento dinámico muy característico. Condicionado por unas suspensiones blandas, el coche clava mucho el morro al apoyar y, después, se manifiesta netamente subvirador. Fácil de controlar esta tendencia con sólo levantar el pie del gas, nos damos cuenta de que el Daewoo es muy estable. Pese a su poco tamaño, tiene una batalla y unos pasos de vías muy proporcionados, con lo que la plataforma se asienta con seguridad sobre el asfalto. Las ruedas si resultan muy pequeñas, y eso compromete algo la estabilidad, pero, como compensación, el equipo de frenos puede más que de sobra con el trabajo que le toca. Lógicamente, la conducción no ya deportiva, sino simplemente la rápida, no son cosas que vayan con el talante de este motor. Su potencia no da para alegrías así que, con sus prestaciones más racionales, esos problemas de balanceo de carrocería no se nos presentarán casi nunca.
En carretera y autopista, los consumos se nos antojan contenidos y el más alto de los dos se queda en 6,26 litros a los 100.