Dentro de los tan de moda SUV, hay modelos más y menos aspiracionales. Tanto el BMW X1 20d xDrive Aut. como el Range Rover Evoque 2.0 TD4 4x4 Aut. se encuentran sin lugar a dudas entre los más deseados, no sólo por pertenecer al segmento C, en plena expansión, sino también por una serie de cualidades entre las que no falta el diseño, principal factor de decisión para una gran mayoría a la hora de elegir automóvil.
El Range Rover Evoque sigue siendo uno de los SUV más atractivos, un lujoso Range Rover miniaturizado que sigue llamando la atención allá por donde pasa. No hay otro en su segmento que pueda presumir de un interior tan cuidado a nivel de diseño y materiales, aunque no sea de los más funcionales en cuanto a modularidad o manejo de sus sistemas de información y entretenimiento. Pero no importa, porque cuenta con el encanto necesario para obviar todo esto, como en todo buen coche de capricho. Y, ojo, no estamos diciendo que le falten argumentos en otros campos, porque tiene mucho que ofrecer, y más en esta versión de tracción total.
El BMW X1, por su parte, ha madurado algunos aspectos en esta segunda generación, no sólo con una mayor carga tecnológica, sino también en busca de la máxima practicidad. El cambio de plataforma —ahora con tracción delantera en las versiones sDrive— permite una mayor habitabilidad, que se puede aprovechar hasta el último centímetro gracias a una fila trasera deslizante, disponible con respaldos reclinables en varios ángulos y con una posición de carga totalmente vertical para maximizar el maletero. Son cualidades propias de un monovolumen, al igual que la facilidad para abatir los asientos posteriores y dar lugar a una superficie de carga plana. Delante, eso sí, los dos centímetros menos de anchura que ha medido nuestro Centro Técnico parecen un mundo, pues su puesto de conducción es bastante menos desahogado que el del Range Rover Evoque.
BMW X1 y Range Rover Evoque, entrando en detalle
Como no podía ser de otra manera, a base de opciones tenemos a nuestra disposición una gran cantidad de elementos de toda índole, algunos muy vanguardistas, como son sus respectivos cambios automáticos —de 8 velocidades en el BMW X1 y nada menos que 9 en el Range Rover Evoque—, ambos por convertidor de par, muy rápidos y con un alto nivel de refinamiento. En el caso del BMW X1, su trabajo resulta impecable en todo momento, y con 8 marchas es más que suficiente. Cuenta con función "a vela" cuando activas el modo EcoPro, que desacopla la transmisión al dejar de acelerar para reducir fricciones y mantener la inercia durante más tiempo. A su vez, el sistema Stop/Start presenta un funcionamiento tan inmediato en arrancadas que no llega a interferir con la conducción: una vez que levantas el freno el coche empieza a moverse incluso antes de que el motor alcance el régimen de ralentí. El Stop/Start del Range Rover Evoque es prácticamente igual de rápido, pero el coche se mantiene frenado hasta que el motor ha arrancado por completo. La transmisión del Range Rover Evoque, por su parte, aun logrando mucha suavidad y rapidez, reduce marcha cada vez que rozas el acelerador para ganar velocidad —hay que tener mucho tiento para que no lo haga—, aunque acabas acostumbrándote. Menos comprensible resulta el excesivo salto entre 4ª y 5ª —la razón sería el compacto diseño de la caja, que condiciona el tamaño de algunos engranajes—, demasiado patente al reducir en modo manual, porque transcurre demasiado tiempo en "punto muerto" mientras el motor da un golpe de gas para lograr una inserción suave, algo criticable en conducción muy dinámica porque deja de retener durante unos instantes que se nos pueden hacer muy largos.
BMW X1 y Range Rover Evoque, comportamiento
Respecto al comportamiento, tanto el BMW X1 como el Range Rover Evoque se encuentran a niveles muy superiores a lo que la lógica te haría esperar de un SUV. Además de cómodos, sus bastidores son muy equilibrados, ágiles y capaces de responder con eficacia ante cualquier exigencia que se presente. Se dejan conducir incluso de forma muy dinámica, manteniendo las formas y con una precisión casi de berlina. La tracción total aporta aplomo y nobleza de reacciones, y hasta un toque deportivo al tren trasero si fuerzas las cosas, aunque en general sus maneras son muy neutras y asequibles, respaldadas por sendos controles electrónicos de estabilidad desconectables total o parcialmente para que no resulten intrusivos.
Otro elemento tecnológico interesante de cara a mejorar la seguridad y el confort es el Head-Up Display, que proyecta en el parabrisas informaciones relevantes como son la velocidad o las indicaciones del navegador. En este caso, el HUD del BMW X1 cuenta con mejor resolución y más variedad de colores, a pesar de que el Range Rover Evoque presume de un moderno sistema de proyección láser. Por supuesto, los dos ofrecen faros adaptativos con tecnología led, junto con toda la ristra de asistentes a la conducción que podemos esperar de un coche moderno, entre ellos aviso de salida de carril, supervisión de ángulo ciego y sistema precolisión. El BMW X1 añade un asistente de atascos que toma el control de la dirección, acelerador y freno entre 0 y 60 km/h, siempre que nos encontremos en una autopista y no quitemos las manos del volante durante demasiado tiempo. El Range Rover Evoque, por su parte, puede disponer de una especie de control de crucero para terrenos difíciles, que se suma al Terrain Response, un sistema que lo especializa algo más en campo gracias a sus diferentes modos de conducción off-road.
Sumando todos los factores, algo tiene el Range Rover Evoque que resulta más apetecible y atractivo, lo sientes más lujoso y especial, como si todavía mantuviese aquel halo de coche artesanal de sus antepasados, ese olor a piel y madera que ya casi ha desaparecido en nuestros días. Y quizá porque sus fallos no son excesivamente graves, estás dispuesto a asumirlos a cambio de conducir un coche con personalidad. No todo son fríos datos de prestaciones, consumos y habitabilidad, aunque la precisión alemana presente en todos los rincones del BMW X1, sumado a un precio más competitivo, también es toda una tentación.
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