Cuando en 2004 BMW irrumpió en el segmento de los compactos con el Serie 1, lo hizo a su manera, con un coche enfocado claramente al dinamismo; de ahí su tracción trasera y motor en posición longitudinal centrado al máximo por detrás del eje delantero, que si bien limitaba en gran medida su habitabilidad ofrecía un comportamiento único, mientras configuraba un coche de gran carácter.
Hoy, ha perdido parte de esa esencia, a favor de un mayor equilibrio en otros apartados, pero sin renunciar a su ADN básico de propulsión/motor longitudinal. Corren nuevos tiempos, en los que eficiencia y practicidad son prioritarios. Por ello, en esta actualización de la segunda generación, que nació en 2012 y, como es habitual, se remoza a medio camino de su vida comercial, llegan sorprendentes nuevas propuestas.
Un nuevo corazón
Una de las que llama más la atención es la de los motores tricilíndricos 1.5, tanto en gasolina como en Diesel, con el 116i de 109 CV y el 116d de 116 que aquí nos ocupa. Incluso hay una versión 116d EfficienteDynamics Edition, (también desde 26.100 €), que con una bomba de refrigeración desconectable, la regulación específica de la presión en las cámaras de combustión, rejilla de ventilación activa y el resto de medidas de Efficientedynamics de sus hermanos (recuperación de energía de frenado, desactivación de grupos secundarios, dirección eléctrica, Stop&Start —aún de funcionamiento algo brusco—, modo de conducción «Eco Pro» y flujo de aire optimizado en faldón delantero, faros y capó), consigue homologar un consumo medio de 3,4 l/100 km con un nivel de emisiones de 89 g/km.
Un propulsor que ya conocemos de los Serie 2 Active Tourer y los nuevos Mini, con: common-rail con inyectores con electroválvulas con inyecciones de hasta 2.500 bar y un turbo de geometría variable que promete una respuesta más rápida. En marcha sorprende muy gratamente por su agrado de uso. Tanto, que no parece tener esta arquitectura, asemejándose más a lo que estamos habituados en un cuatro cilindros, sin esas molestas vibraciones típicas de estos propulsores. Algo a lo que también contribuye en gran medida el afamado y revisado cambio automático por convertidor de par Steptronic de 8 velocidades (2.396 €) de nuestra unidad de pruebas, que nos transmite ni una sola vibración a su palanca. Algo que a buen seguro no sucederá en el manual de 6 velocidades, que, como novedad, al reducir aplica automáticamente un golpe de acelerador para que al soltar el pie del embrague se adapten lo máximo posible el régimen de giro del motor y el del árbol primario de la caja; con lo que en conducción deportiva se evitan posibles bloqueos del eje trasero tras una fuerte reducción.
Tampoco el ruido de este tricilíndrico resulta más elevado de lo habitual, si bien nuestro sonómetro dicta que, en marcha, es el más rumoroso de todos sus rivales premium. Su entrega de potencia es suave y muy lineal, con encomiable elasticidad para tratarse de un Diesel de sólo 1.5 litros. Respecto a su antecesor, acelera ligeramente menos, si bien aún se mantiene por encima de la media, y cede algo más al recuperar. ¡Cilindrada manda! Y, sorprendentemente, apenas varía el consumo. Es más, aumenta ligeramente, sobre todo en carretera.
Dinamismo M
Por bastidor, pese a que ya no tiene ese carácter tan deportivo de la primera generación, aún es de esos coches que permiten un gran disfrute a su volante. Entre las aportaciones del acabado «M Sport» de la unidad de pruebas se encuentra una amortiguación más firme, con muelles más cortos, que rebajan en 10 mm la altura de la carrocería al suelo, lo que unido a las llantas de 18” con anchos neumáticos de perfil 40 delante y 35 detrás pueden inducirnos a pensar que estamos ante una configuración en la que se pierda mucho confort. Y sí, es cierto que la respuesta de su amortiguación es muy firme, pero sin reacciones secas que castiguen a los ocupantes.
Con tanta «goma» soporta una buena velocidad de paso por curva, pero probablemente también sea la responsable de acentuar su carácter subvirador, que enseguida tiende a abrir la trayectoria hacia fuera de la curva cuando hemos entrado pasados de velocidad. Algo que se corrige fácilmente al levantar el pie del acelerador e incluso al frenar, pero, nuevamente tanta «goma», también le resta algo de agilidad en el tren trasero, que si no somos precisos en nuestros movimientos no nos ayuda en exceso a redondear los virajes.
Sin conseguir distancias de récord, nos han gustado los frenos tanto por su tacto como por poder de dosificación, pero su dirección eléctrica sigue sin convencernos. Ya comentamos en el pasado su falta de precisión y tacto artificial, lo que unido a su rapidez obligaba a hacer continuas correcciones, algo que se acentúa en los M Sport y por la Servotronic, ahora de serie. Es una pena, porque con una mejor puesta punto puntuaría más alto en este apartado.
Pensado para el conductor
En su habitáculo los cambios son menores, con una buena calidad de materiales y una posición de conducción excelente, que permite bajar mucho la banqueta y llevar las piernas muy estiradas. Especialmente en las versiones con cambio automático. La habitabilidad no es su punto más fuerte, pero gracias a una generosa batalla —2,69 metros— ofrece más espacio del esperado. Es de los que mayor anchura ofrece en las plazas traseras, si bien en espacio para las piernas está en la media y tanto el acceso como salida del habitáculo se ven dificultados por la forma de sus puertas traseras y porque el costado de la puerta sobresale más que el plano del respaldo del asiento. El maletero está en la media, pero resulta muy aprovechable por sus formas rectas, aunque el plano de carga esté un escalón por debajo del de acceso.
Mucho más nutrido
Otro de los apartados en los que más se percibe la mejora es en el de equipamiento, con elementos de serie que antes eran opcionales o no se contemplaban, como el climatizador, los faros led, los sensores de luz y lluvia y la pantalla de 6,5” entre otros. También se rebaja el precio en muchas de las opciones, que, como es habitual, la conforman una lista casi interminable.
Hay una versión básica que permite elegir entre cuatro acabados adicionales. Todos incluyen cambios en la decoración tanto del exterior como del interior del coche. El Advantage, por 1.300 € además añade llantas de 17”, control de crucero con función de frenado y sensores de aparcamiento traseros, elementos que también están presentes en los siguientes acabados. Los Urban y Sport suponen un desembolso de 2.600 €, con paquete de iluminación ampliado, tapicería mixta tela/piel en el primero y asientos deportivos para el segundo. El más completo y oneroso es el M Sport (3.600 €) de la prueba, con: asientos deportivos en tela/Alcantara, molduras en brillo intenso en el interior, amortiguación deportiva, paragolpes y estriberas M y volante M entre otras cosas.
Con él, más el cambio automático su tarifa se eleva hasta los 33.146 €, por lo que ya metidos en tanto gasto conviene decantarse por el 118d de 150 CV, que por 2.200 € más nos permite disfrutar de un nivel de prestaciones, así como de refinamiento, considerablemente superior.