Durante milenios, la gente ha informado de un fenómeno meteorológico raro y extraño: una lluvia repentina de ranas. Y es que la escena es más que sorprendente: solo hay que imaginarse dando un paseo por un parque en un día lluvioso cuando una pequeña rana te golpea en la parte superior de la cabeza. Mientras miras al animal aturdido, otro baja y otro y otro…, en una lluvia surrealista, que seguro deja atónito a cualquiera. Pues todo eso ha ocurrido y sigue ocurriendo. El inventario de lluvias raras es muy extenso, existiendo miles de crónicas, que llegan hasta nuestros días, con referencias a ese tipo de episodios.
Así, en 1557, Prodigiorum ac Ostentorum Chronicon, uno de los primeros libros modernos sobre fenómenos extraños, recogía ya una lluvia de ranas en Escandinavia.
Ya en el siglo XX, en Minneapolis, Minnesota, se cuenta que fue atacada por ranas y sapos en julio de 1901
En 1873, Scientific American informó que Kansas City, Missouri, en el transcurso de una tormenta, se había cubierto de ranas que caían del cielo.

Ya en el siglo XX, en Minneapolis, Minnesota, se cuenta que fue atacada por ranas y sapos en julio de 1901. Una noticia de esos días afirmaba: "Cuando la tormenta estaba en su punto más alto... apareció como si descendiera directamente del cielo una enorme masa verde. Luego siguió un patrón peculiar, a diferencia del de la lluvia o el granizo. Cuando la tormenta amainó, la gente encontró, a tres pulgadas de profundidad y cubriendo un área de más de cuatro cuadras, una colección de una variedad de ranas muy llamativa ... tan espesa en algunos lugares [que] era imposible viajar. "
Los ciudadanos de Naphlion, una ciudad que se encuentra el sur de Grecia, se sorprendieron una mañana de mayo de 1981, cuando se despertaron y encontraron pequeñas ranas verdes cayendo del cielo
Ya en nuestro continente, los ciudadanos de Naphlion, una ciudad que se encuentra el sur de Grecia, se sorprendieron una mañana de mayo de 1981, cuando se despertaron y encontraron pequeñas ranas verdes cayendo del cielo. De muy poco peso, las ranas aterrizaron en los árboles y se lanzaron a las calles. El Instituto Meteorológico Griego supuso que fueron recogidas por un fuerte viento. Muy fuerte debía ser ese viento, ya que la especie de rana era originaria del norte de África.

En 1995, Nellie Straw, de Sheffield, Inglaterra, estaba conduciendo por Escocia de vacaciones con su familia cuando se encontraron con una fuerte tormenta. Sin embargo, junto con la fuerte lluvia, cientos de ranas repentinamente cayeron sobre su coche.
Más recientemente, una lluvia de ranas sorprendió, en junio de 2010, a los vecinos de la localidad de Rákóczifalva, a 100 kilómetros al este de Budapest.
"Las caídas de animales se registraron por primera vez en el 77 d. C., en la Historia natural de Plinio, que se burlaba de la idea de que pudieran llover desde los cielos, sugiriendo en cambio que surgieron del suelo. después de fuertes lluvias "
Sobre todo ello, Bob Rickard y John Michell, en su libro, "The Rough Guide to the Unexplained", señalan que "la calidad de la evidencia de lluvias de peces y ranas es buena, con un canon de casos bien observados que se remontan a la antigüedad". Según "El libro de los expedientes X" de Jane Goldman, "las caídas de animales se registraron por primera vez en el 77 d. C., en la Historia natural de Plinio, que se burlaba de la idea de que pudieran llover desde los cielos, sugiriendo en cambio que surgieron del suelo. después de fuertes lluvias ".
Pero no son solo ranas las que caen del cielo. También se tiene información de una gran cantidad de animales pequeños, como hormigas, peces pequeños, gusanos e incluso roedores. También es importante apuntar que los ejemplos modernos tienden a ser raros.

Este fenómeno también ha tenido su hueco en televisión, así en un episodio de "Expediente X", titulado "Die Hand Die Verletzt" ("La mano que hiere"), en el que la Agente Scully exclama: "Mulder ... los sapos acaban de caer del cielo", a lo que el imperturbable Agente Mulder responde: "Supongo que sus paracaídas no se abrieron".
En la literatura y en la cultura popular se ha hecho referencia a este fenómeno incontables veces. Por ejemplo, Alejandro Dumas, en su novela El capitán Pánfilo, describió una lluvia de sapos que provocó el delirio de uno de los personajes.
Teorías del origen de las lluvias de animales
La teoría más aceptada sobre el origen de la lluvia de animales y, en concreto, la lluvia de ranas se puede relacionar con fuertes fenómenos meteorológicos que implican fuertes vientos, como pueden ser los tornados, huracanes, las trombas marinas (tornados que se forman sobre la superficie de masas de agua) o rabos de nube. Estas son columnas de aire en rotación muy rápida que se extienden desde una nube de tipo cúmulo (las algodonosas) hasta la superficie acuosa, generalmente el mar o grandes lagos. A veces incluso se adentran unos metros en tierra.
Estos fuertes vientos pueden aspirar animales y objetos de superficies relativamente extensas, pudiendo llegar a secar por completo charcas. Lo que ocurre es que cuando la intensidad y la fuerza de este viento disminuye todo lo transportado por el tornado cae en masa y en un punto concreto
Estos fuertes vientos pueden aspirar animales y objetos de superficies relativamente extensas, pudiendo llegar a secar por completo charcas. Lo que ocurre es que cuando la intensidad y la fuerza de este viento disminuye todo lo transportado por el tornado cae en masa y en un punto concreto. Entre ellos, estos pequeños animales, que, curiosamente, no siempre mueren con el impacto.

Hay ocasiones en las que, en el momento en el que caen, lo hacen completamente helados o en bloques de hielo. Esto significa que, de forma previa a su caída, la altura a la que se encontraban en el tornado, huracán o tromba marina era muy elevada, con temperaturas inferiores a los 0ºC.
Asimismo, otras corrientes sostienen y arrastran durante unos minutos aquello que haya absorbido la manga, hasta que en un momento dado la fuerza de la gravedad es mayor que el viento y provoca la precipitación de las ranas o los peces hacia el suelo. Caen por tamaños, primero los más grandes y luego los más pequeños, en función de la pérdida de fuerza del viento.
Hay expertos que creen que no es imprescindible la formación de una manga de agua para desplazar peces o ranas unos cuantos kilómetros por el aire. Según su criterio, cualquier corriente de aire ascendente inusualmente intensa es suficiente.