Hace 77 años, la Segunda Guerra Mundial se acercó un poco más a su fin y en Francia reinó el júbilo. Ese día, su capital se libró de la ocupación alemana que duraba desde junio de 1940, tras una humillante derrota militar que abrió el paso a la colaboración del Estado con el Reich de Adolfo Hitler.
El año 1944 estuvo marcado por las primeras derrotas de Alemania en el frente occidental y el desembarco exitoso del 6 de junio. Así que el 14 de julio, día de fiesta nacional, algunos barrios ya ni escondieron la bandera tricolor, los cantos de Marsellesa y las provocaciones diversas hacia un ocupante que ya parecía más un espectador, aunque si encarceló a algunos.
A partir del 10 de agosto, miles de trabajadores, sobre todo empleados de los transportes públicos, entraron en huelga para exigir la liberación de sus compañeros encarcelados. París quedó paralizada. Una insurrección se sentía llegar
A partir del 10 de agosto, miles de trabajadores, sobre todo empleados de los transportes públicos, entraron en huelga para exigir la liberación de sus compañeros encarcelados. París quedó paralizada. Una insurrección se sentía llegar, así que los alemanes confiscaron las armas de los policías de la capital oficialmente bajo sus órdenes. Los agentes respondieron primero con un paro, el 15 de agosto. Cuatro días más tarde, con otras armas, se tomaron la Prefectura, una importante sede administrativa.

París se levantó. Ancianos, jóvenes y resistentes de diversos orígenes montaron unas 600 barricadas, herramienta de siempre de las revoluciones capitalinas. El 22 de agosto, el estado mayor de Estados Unidos autorizó finalmente a la división del general francés Philippe Leclerc avanzar rumbo a la ciudad, que ya ardía. En medio de las divisiones, los Aliados dejaron a esta parte del ejército francés libre protagonizar la toma de la ciudad, unas tropas que contaban también entre sus filas con más 160 republicanos españoles, cuya lucha contra el franquismo los llevó a este nuevo frente de batalla.
El führer quería arrasar la ciudad y hacer que su guarnición luchara hasta la última bala
Pronto, el gobernador militar alemán de París, general Dietrich von Choltitz, fue detenido en su cuartel general del hotel Meurice y firmó la rendición. Al respecto, los relatos populares cuentan que un enfurecido Hitler telefoneó a éste y le preguntó: "¿París está ardiendo?" El führer quería arrasar la ciudad y hacer que su guarnición luchara hasta la última bala. Sin embargo, von Choltitz sabía muy bien que las órdenes provenían de un hombre cada vez más senil.
El 25 de agosto, von Choltitz entregó París al general Leclerc. Ninguno de los explosivos había sido detonado y la ciudad de la luz quedó intacta.

Tan pronto como se anunció la rendición, miles de jubilosos parisinos irrumpieron en las calles. El aire se llenó de cánticos, música y todo tipo de himnos a la victoria.
“¡París! Paris indignado! ¡París roto! ¡París martirizado! ¡Pero París liberado! ¡Liberado por sí mismo, liberado por su pueblo con la ayuda de los ejércitos franceses, con el apoyo y la ayuda de toda Francia, de la Francia que lucha, de la Francia única, de la Francia real, de la Francia eterna!”
Los civiles franceses recibieron a las tropas estadounidenses y de la Francia Libre con banderas confeccionadas apresuradamente, mientras que el general Charles de Gaulle, quien dirigió la Resistencia francesa contra la Alemania nazi, clamaba frente al ayuntamiento: “¡París! Paris indignado! ¡París roto! ¡París martirizado! ¡Pero París liberado! ¡Liberado por sí mismo, liberado por su pueblo con la ayuda de los ejércitos franceses, con el apoyo y la ayuda de toda Francia, de la Francia que lucha, de la Francia única, de la Francia real, de la Francia eterna!” ¡Por fin, París estaba libre!
Un día más tarde, el general Charles de Gaulle marchaba por los Campos Elíseos con las fuerzas de liberación, aclamado por un millón de personas.

La liberación también desató una ola de violencia en la ciudad. Los autobuses que transportaban a prisioneros alemanes eran detenidos por turbas enfurecidas que sacaban a los pasajeros a rastras y los golpeaban, a veces hasta matarlos. A los colaboradores rara vez les fue mejor. Las prostitutas francesas que se habían acostado con los ocupantes fueron públicamente avergonzadas al afeitarse la cabeza en las calles, y muchas de ellas fueron violentamente golpeadas. Y otros fueron linchados en las siguientes semanas.
Fueron justamente los alemanes los que más sufrieron durante esta batalla, dejando en el camino 3.200 muertos. Los resistentes registraron 901 bajas y los soldados de Leclerc, 76.

Justo es decir que, aunque para los líderes franceses vencedores se trató de la liberación de un pueblo por el pueblo mismo es poco probable que este triunfo hubiera sucedido sin el desembarco de Normandía liderado por Estados Unidos, ni sin los exitosos militares de la Unión Soviética que lucharon contra Alemania en el frente oriental de Europa.
Tuvieron que pasar otros nueve meses antes de la rendición final de Alemania en Europa en mayo de 1945, que puso fin a la Segunda Guerra Mundial.