En nuestro país, el Lincoln Town Car fue uno de los símbolos de la apertura a las importaciones automotrices del mercado mexicano, que permitió que los entusiastas nacionales disfrutaran de este y muchos otros coches que antes habían sido ‘frutas prohibidas’ para México.
Por Edmundo Cano
Durante décadas,
el mercado mexicano automotriz estuvo cerrado a las importaciones. Esto se debió al decreto que en 1962 hiciera el gobierno de Adolfo López Mateos, que
prohibía las importaciones de autos al país, y mandataba que todas las empresas asentadas en México debían fabricar aquí sus automóviles, con cierto porcentaje de piezas de fabricación también nacional. El ‘decreto de integración de la industria automotriz’ entró en vigor en 1964 y duró prácticamente 30 años, hasta que en 1990, se modificó, permitiendo a las marcas establecidas en México la importación de automóviles para la comercialización en nuestro mercado.
A partir de 1991,
varios autos deportivos y de lujo que habían estado ausentes de nuestro mercado llegaron por fin a las agencias nacionales, y uno de los más recordados de ese periodo de apertura es el
Lincoln Town Car, en aquél entonces el tope de gama de la filial de lujo del óvalo azul.
Gran éxito
El Town Car estaba en su segunda generación como modelo propio. Luego de que la primera durara casi diez años en el mercado norteamericano sin grandes cambios,
para 1989 recibió una renovación completa, con nuevos motores, un moderno interior, y claro, una severa actualización estilística que resultó en uno de los autos de lujo más exitosos de la historia de la industria norteamericana. Durante varios de los años que estuvo en producción,
el Town Car de 2da generación sobrepasó las 100,000 unidades vendidas, algo admirable para un coche de ese nicho. De hecho, en 1990, la revista Motor Trend lo nombró ‘Auto del Año’.
Moderno
Dado que
conservaba la plataforma Panther, sobre la que también se asentaban autos como el Ford Crown Victoria y el Mercury Grand Marquis, Lincoln pudo reducir considerablemente sus costos de producción, al mismo tiempo que dotó al Town Car con frenos de disco en las 4 ruedas. En el primer año del Town Car, el motor fue el longevo V8 de 5 litros de Ford, pero para 1991, año en que llegó a nuestro país,
montaba ya el nuevo V8 ‘modular’ multiválvula de 4.6 litros del óvalo azul. Como buen auto de lujo, la única transmisión disponible era una automática de 4 velocidades.
El diseño de su carrocería abandonó los ángulos agudos que Lincoln había usado desde los años 70 y todos los 80, y lo dotó de
una carrocería que, si bien mantenía muchas líneas rectas, eran rematadas con esquinas suaves y redondeadas. El diseño de sus faros y calaveras le daban un aire de modernidad para la época, aunque siendo un Lincoln, mantenía la tradición de la parrilla en vertical coronada con la cresta de la marca, y una pequeña ventana lateral trasera similar a las ventanas ‘ópera’ que tan de moda habían estado en la década anterior. El remate eran
las cerraduras en las puertas tan famosas en los productos Ford de aquél entonces, que en nuestro país causaron sensación en este auto y en otros que las portaban, como el Ford Taurus.
A todo lujo
A pesar de compartir también mucho del interior con el Mercury Grand Marquis, el Lincoln Town Car tenía toques distintivos justo donde contaba:
asientos propios tapizados en fino velour o piel opcional, cuadro de instrumentos digital, elegantes adornos en madera y estéreo con casetera, y reproductor de CDs opcional, un enorme atractivo para la época. Para la revisión de media vida que vino en 1995, el principal cambio se dio en el interior, que era mucho más diferenciado que su contraparte ‘mundana’ de Mercury.
Icónico
El impacto del
Lincoln Town Car en el ambiente automotriz nacional de principios de los 90 fue enorme.
Durante muchos años México no había tenido autos de lujo de esta magnitud, por lo que los automovilistas acaudalados lo convirtieron en un enorme éxito comercial, así como a su competencia, los también importados y recién introducidos Cadillac Seville, y el escasísimo Chrysler Imperial. Incluso,
durante algún tiempo el Lincoln Town Car fue el auto ‘oficial’ de la Presidencia de la República. Ver a Carlos Salinas de Gortari abordar su Town Car es una imagen icónica de la época.
La siguiente generación del Town Car, que abarcó de 1998 a 2011, también fue ofrecida en nuestro país, pero dado que
para ese entonces los mexicanos ya estaban más ‘acostumbrados’ a los autos de lujo importados, y cada vez más marcas llegaban a nuestro mercado, su impacto no fue ni remotamente cercano a la sensación que causó su predecesor cuando llegó a las agencias Ford a principios de los años 90.
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