Por Redacción AUTOMÓVIL Fotos: José Luis Ruiz
Como todos sabemos, el precio del petróleo rige en gran parte el tipo de cambio en México y con esto nuestra felicidad depende de un barril. Y por si no lo sabías, el precio del crudo está por los suelos y sus derivados bajan de costo con él, y aunque en México sucede todo lo contrario, la gasolina en el mundo es muy barata, incluso comparada con los años 60 cuando resultaba más económico llenar el tanque que comprar un par de esas “cajitas felices” con una hamburguesa.
Pues así como han regresado esos años gloriosos en que el desplazamiento era sabiamente relacionado con tu hombría, hoy la gasolina asequible nos garantiza más años de muscle car en los que el límite es el cielo, y si bien todas las marcas cuentan con modelos híbridos y algunos eléctricos para “taparle el ojo al macho”, los grandes motores sedientos de Premium se encuentran aquí con nosotros. Pero bajo los cofres de nuestros robustos amigos no existe únicamente un V8, también hay versiones con dos cilindros menos de los que mandan las reglas e incluso dos exponentes con cuatro cilindros, los cuales se dan valor con la fuerza que brindan turbocargadores, inyección directa y otros trucos que les regalan cifras de caballaje que igualan a algunos V8 setenteros con más desplazamiento.
Como ortodoxos, nos cuesta trabajo aceptar un muscle car que no tenga un V8 de 90 grados bajo el cofre, con excepción del Buick Grand National, el único americano que sacó la cara ante la invasión Z, pero debemos ser flexibles y aceptar que los nuevos muscle cars (light) responden muy bien, ciertamente no nos darán ese torque de tractor agrícola, sin embargo al atascarlos de boost, en el caso de los turbos, aceleran alegremente.
Chevrolet Camaro LT 2.0T
499,900 pesos (a fecha de la prueba)
Si bien el propulsor queda holgado en el gran vano del primer volumen, el refinamiento técnico de su corazón –que incluye turbocompresor-, le concede una apreciable energía: 272 HP y un excelente torque de 352 Nm (260 lb-pie), que son dosificados, en nuestro particular caso, por una transmisión manual de seis relaciones.
Lo curioso en el Camaro es que se nota que es el primer paso en la escalera de variantes. Salvo su estética agresiva, no existe algún detalle externo que marque diferencia. Lo mismo ocurre al interior, donde todo apunta a ahorro o sencillez; faltan extras como un mejor equipo de sonido o calidades de mayor nivel en los plásticos. El ensamble es correcto pero falta esa aura cálida de su hermano con V8.
Respecto a la conducción, en la ratonera pista hidalguense –Autódromo Bosques del Ángel-, el Camaro muestra una suspensión que califica de saltona y aunque la dirección apunta bien, el segundo eje no avisa con suficiente antelación si las gomas pierden adherencia en pleno apoyo de la curva, lo que induce precaución en áreas complicadas. Ello contrasta frente a una caja precisa y unos frenos de buen mordiente. Pero las trazadas, pese ser bien anticipadas, no es fácil enlazarlas como debería ser, quizá por una dirección menos precisa o porque los cabeceos y balanceos son más acusados de lo esperado.
Otro punto que quizá nos exigió más es el embrague, que no corta como esperaríamos de un auto de imagen deportiva; resulta un tanto largo y no siempre graduable. Eso sí, el punta-tacón ayuda un poco pero el temperamento del turbocargado no facilita las cosas a bajo régimen: hay que mantenerlo por arriba de las 4,000 para que exista empuje suficiente para lograr un paso veloz en el circuito.
En suma, es un auto simpático, con un motor atractivo pero que a lo mejor no es lo suficientemente brioso para empatar con su aspecto afilado, -seguramente influyó el poco rodaje del analizado-. Un pony-car algo descafeinado. Bonito pero no tan rabioso pese su aguzada carrocería.
Dodge Challenger Black Line V6 3.6
584,900 pesos (a fecha de la prueba)
Una de las razones que explican su buen aspecto al interior –mejores materiales, una pantalla táctil más completa, un ambiente que invita a manejar-, son las notables versiones de sus hermanos mayores. En consecuencia, este Challenger observa un aspecto muy cuidado tanto en lo externo como al interior, lo que habla de un esmero en detalles y acabados que siempre agradece el cliente objetivo, un entusiasta de los pony-cars.
Su imagen no cambia, salvo puntos menores. La comodidad es premisa si nos acomodamos en el puesto de mando. Y el equipamiento resulta tan completo que no habrá envidia si el presupuesto no deja financiarnos uno de los V8.
Sin embargo, su conducción continúa siendo muy americana. La amortiguación califica de suave y la dirección carece de precisión en los ápices de la pista próxima a Tulancingo; ello nos propicia un subviraje evidente, muy predecible al punto de que si somos hábiles, podemos realizar un trazado más efectivo pese su actitud sobreprotectora. Esta “ventaja” se refleja en los tiempos, donde logra el mejor crono de los tres pony-cars.
En buena medida contribuye el par constante del V6 de 3.6 l (305 HP y 363 Nm ó 268 lb-pie), que pese su disminuida respuesta –rodamos a una altitud sobre los 2,500 msnm-, siempre estaba presente cuando lo requeríamos. También la nueva transmisión automática de ocho escalones aporta su extra, gracias a que dispone del mecanismo de conservar la relación aunque alcance el corte de inyección. Ayuda también el modo secuencial, bastante rápido pese las inercias y carencias de un chasis mejor afinado para circuitos tan intrincados como éste.
Los que dejan abierta una oportunidad de mejora son los frenos, cuya carrera larga y menor mordiente se combinan con el apreciable subviraje cuando trazamos agresivamente y ello se traduce en una sensación de aislamiento que no permite extraer el máximo posible de este nostálgico coupé.
Su elevado precio justifica en buena parte el nivel de terminados y equipamiento. Y si bien el atmosférico no destaca por cifras, la transmisión le compensa sobradamente esas falencias. Un coche interesante, sobre todo si no se desea ser tan llamativo por la virtud de un enorme V8 de rancio abolengo.
Ford Mustang EcoBoost 2.3
553,900 pesos (a fecha de la prueba)
Del Mustang más polémico en años solo se extraña un sonido acorde a su ruda aunque ya más suavizada silueta. El 2.3 EcoBoost es un gran motor que complementa al coupé más balanceado de esta tripleta.
Que el Mustang destaque aquí es por asuntos históricos y por el equilibrio que se ha conseguido mejorar en esta generación, virtud que no solo recae en su manejo sino en su interior.
Para empezar, está más elaborado que el Camaro en esos pequeños detalles de diseño retro o de referencia aeronáutica gracias a un velocímetro con la indicación “Ground Speed” (velocidad en tierra) o algunos interruptores en la zona interior que se activan verticalmente y no presionándose, como cualquier otro botón.
La calidad y esmero de sus terminaciones también lo ponen como un auto bien trabajado, o al menos más que el casi austero Camaro. Por dentro, el Ford resulta tan interesante como por fuera y sin estar tan orientado al confort como el Challenger, se pensó más en un conductor apasionado y eso se nota, por ejemplo, en su mucho más moderna posición de manejo, más apropiada para ir a un ritmo apurado. El 2.3 l turbocargado es un buen guiño al SVO ochentero (que también era un 2.3) y da gusto lo bien disimulada que está la demora, con plena respuesta desde las 2,000 vueltas al momento de recuperar y, a través de una leve resonancia al activar el modo deportivo, un sonido que trata de ser un poco más imponente de lo que su naturaleza de cuatro cilindros permite.
La caja no es más sofisticada que la equivalente automática del Challenger (con ocho cambios), aunque es lo suficientemente rápida, obediente e intuitiva al querer exigirla, sin retrasos considerables en modalidad manual o con unas retenciones convenientes al parar con decisión. Aún con una dirección rápida si bien algo sensible en su dureza a altas velocidades y unos frenos de buen tacto, muy consistentes al comienzo del recorrido del pedal, la suspensión aleja a este pony de ser un deportivo auténtico, lo que tampoco es la intención.
Así haya cierta rigidez que deja comunicar permanentemente el estado del asfalto, al apoyarlo de más aflora una trasera blanda e incluso un poco alegre. Si a esto le sumamos unas llantas de compuesto mixto no tan planteadas para el alto desempeño (con un treadwear de 500), tenemos más un coupé de ocio que, dicho sea el paso, cumple muy bien su labor objetiva. De todas maneras, este Mustang da enorme margen para divertirse y aun así ser un sensato transporte del diario y para viajar, solo que con mucha personalidad.
Conclusión
Tras una breve pero concisa valoración en el sinuoso y complicado trazado del Autódromo Bosque del Ángel, en las cercanías de Tulancingo, Hidalgo, obtuvimos una impresión muy completa de las posibilidades divertidas de cada uno de estos pony-cars de acceso. Si bien por tiempos gana el Dodge Challenger (45.6 s), su conducción no resulta la más grata o confiable, aunque resulta terriblemente predecible, lo que en manos conocedoras da mejor oportunidad para aprovechar esas “cualidades” para redondear de muy buena manera la vuelta al circuito.
Le pisa los talones (45.8 s), un más completo y entretenido Ford Mustang cuya conducción resulta más apta para los gustos de un entusiasta. Si bien la trasera se insinúa en cambios fuertes de rumbo, la corrección vía contravolante resulta intuitiva y fácil. El sonoro escape y la armonía del turbocargado con la caja automática conceden un manejo vivaz y alegre, pese a no contar con el poderío habitual del V8.
Finalmente, con un tiempo mayor figura un Chevrolet Camaro cuyo andar resultó un poco más nervioso, lo que sumado a una dirección menos fiel inhibe los trazos certeros en las curvas de radio corto. El propulsor tiene brío pero la caja manual no logra extraer el mejor potencial del turbocargado. Es una clara versión económica de un ícono para los que desean una imagen llamativa antes que un alto rendimiento.
Sin duda alguna, los hermanos ligeros de los bellos dinosaurios se alzan como una buena opción para aquellos que aman las líneas clásicas, pero quieren más su bolsillo, tanto en precio de compra como en lo que hay que dejarle a Pemex. Estas versiones se respetan y son todo menos aburridas, aunque, muy en el fondo de nuestro ser, el músculo americano debe ser fiel a su sediento origen.
Resumen técnico
Chevrolet Camaro LT 2.0T |
Dodge Challenger Black Line V6 3.6 |
Ford Mustang EcoBoost 2.3 |
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MOTOR |
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Tipo/cilindrada: |
L4, 2.0 l, turbo |
V6, 3.6 l |
L4, 2.3 l, turbo |
Potencia máxima: |
272 HP a 5,500 rpm |
305 HP a 6,350 rpm |
310 HP a 5,500 rpm |
Par máximo: |
260 lb-pie a 1,700 rpm |
268 lb-pie a 4,800 rpm |
320 lb-pie a 3,000 rpm |
TRANSMISIÓN |
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Caja: |
Manual, |
Automática, |
Automática, |
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seis velocidades |
ocho velocidades |
seis velocidades |
Tracción: |
Trasera |
Trasera |
Trasera |
Tiempos en pista |
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Vuelta 1 |
49.2 s* |
46.2 s |
45.8 s |
Vuelta 2 |
49.0 s* |
45.6 s |
46.1 s |
Vuelta 3 |
49.1 s* |
46.1 s |
45.9 s |
*:Vehículo con muy poco rodaje (menos de 50 km de uso)