Cadillac ATS y CTS V-Series: contacto exclusivo

cadillacatsvctsv03.jpg
cadillacatsvctsv03.jpg

Por Javier Barranco (desde Las Vegas, Nevada)   Fotos: Carlos Quevedo

 

 

Sábado, cuatro de la mañana. Estacionamiento del Hotel Wynn en Las Vegas. Quitamos la funda que cubre el auto. Allá esta. Es el nuevo Cadillac CTS V-Series. Desde el día anterior ya teníamos en nuestro poder el ATS, el junior de la familia. Carlos Quevedo, nuestro fotógrafo de cabecera, se empeña en salir temprano para tomar las imágenes que acompañan estas páginas con los primeros rayos de la mañana.  La ciudad del vicio, la del pecado y el placer, bulle a esas horas. Está en su momento álgido. Salimos del estacionamiento para tomar Las Vegas Boulevard, el Strip, el territorio con más fiesta por metro cuadrado del mundo, la calle del olvido, y el CTS da su primer aviso: se pone de costado sobre la gran avenida nada más tocar el acelerador. Ha sido poco más de un cuarto de gas en primera marcha. ¡¡¡Ufff!!! Esto es serio. No es un auto para noveles. Detrás viene el ATS V Series. El hermano pequeño no se queda atrás. 1,104 caballos van juntos. Delante, los 640 del CTS y detrás, los 464 del ATS. El primero le va calentando el asfalto al segundo. Nos lo tomamos con calma sobre la Interestatal que nos lleva a la carretera que se dirige a Red Rock. Pero resulta inevitable hacer algunos arrancones en los tres o cuatro semáforos que nos encontramos.

 

 

El CTS V Series usa el mismo motor que el Corvette Z06, con excepción del sistema de lubricación que en el Corvette es por cárter seco. Se trata de un V8 supercargado con más de 627 libras/pie de torque y lleva acoplada una caja automática de ocho velocidades que transmite la potencia a las ruedas posteriores. No hay al día de hoy un sedán más dinámico, excepto el Dodge Charger Hellcat, aunque éste es más un “muscle car” de cuatro puertas. Ni de su clase ni de otras categorías, por lo que ya estamos ante el auto más potente del mundo en el que puedes llevar a tu suegra. En su categoría, todo queda al menos un 10 por ciento abajo en todas las cifras. Mercedes, con su Clase E AMG, tenía hasta ahora el récord de este segmento de sedanes grandes “hi-sport”. Su V8 con dos turbos entrega 585 caballos, mientras que BMW y Audi, con M5 y RS6, respectivamente, llegan a los 560 caballos también con la misma configuración de Mercedes. Un poco más abajo y apenas con 510 está Jaguar con el XF R, en su versión anterior, pues el recién renovado todavía no tiene edición R. Esta es la carta de presentación de Cadillac para este supernicho de mercado. No está nada mal para empezar.

 

 

Con esos números,  no es extraño lo que ocurre cuando arrancas con decisión en uno de esos semáforos. No es el mejor asfalto para hacer esto, poco grip y algo sucio, pero las marcas que deja sobre el mismo llegan a superar los 60 metros. Patina en primera, lo vuelve a hacer en segunda y sigue dejando su firma en tercera. Y no es sospechoso de tener una mala configuración: motor delantero con propulsión en las ruedas posteriores. Ni tampoco de llevar unos neumáticos de mala calidad (Michelin Super Pilot Sport), pero este auto pone en evidencia cualquier cosa. Sus reacciones en aceleración son dignas de la atracción de feria más violenta que pueda imaginar: golpes en la espalda contra el asiento, cuello que se va dislocado hacia atrás, piernas que empiezan a notar las consecuencias de altas fuerzas G. Una barbaridad. ¡Nada más salvaje he probado antes!

 

 

El 6.2 litros, con bielas y pistones forjados, válvulas de admisión de titanio y un compresor enorme que podría alimentar de aire a una carpa como la del Circo del Sol, empuja sin parar y en cualquier régimen de giro hasta las 6,500 rpm. Hace el 0-100 km/h en 3.7 segundos y el cuarto de milla en 12 segundos. Más datos de la marca: puede llegar a los 321 km/h de velocidad punta. Todas estas cifras le colocan en una categoría casi única y ponen en grandes aprietos a cualquiera que vaya tras su volante.

 

 

El motor de este CTS coloca el listón muy alto para los sedanes “high performance” alemanes. Tanto que no parece muy probable que quieran entrar en esa guerra de potencia que mantienen entre los tres germanos. En este sentido el CTS V-Series los arrolla. Ahora bien, no todo es la potencia. La transmisión del Cadillac también está a la altura de su motor. Ocho velocidades en una caja automática, con un buen escalonamiento entre las distintas relaciones y buena velocidad de accionamiento. No es la mejor, pero no está lejos de serlo.

 

 

El ATS es otro tipo de animal. Con su también tracción trasera y un motor 3.6 V6 con dos turbos y 464 HP, es muy progresivo en su entrega de potencia, pero el auto en general muestra más nervios que un filete de res de 10 pesos. Y cuidado, no se lea esto en tono despectivo, ni mucho menos. Cadillac ha querido fabricar un auto tremendamente ágil y rápido de reacciones. Por hacer una comparación “humana”, el ATS V-Series, es el hermano menor muy travieso, mientras que el CTS es el mayor que acude al gym todos los días de la semana. Más pausado, pero más contundente en sus golpes. El  ATS resulta extremadamente rápido en sus reacciones, y eso es bueno siempre que las cosas estén en orden. De no ser así, te mete en un problema tras otro: ya sea en el sobreviraje que surge al enlazar los giros, con una trasera siempre queriéndonos adelantarnos; como el subviraje, que aparece cuando las curvas se cierran mucho y que lo lleva a abrir la trayectoria. Ahí, como en cualquier otra situación, es necesario reconocer aquí el buen tacto de su dirección (también en el CTS) y también es importante que vamos sentados en asientos Recaro muy cómodos y con alta sujeción lateral, esto, por sí mismo, aporta un inequívoco aire tecnológico, como también lo hace la mezcla de materiales (cuero y alcántara) de su interior. Todo el pack lleva a la sensación del fluir violento del ATS, y  se traduce en unos excelentes registros en aceleración y velocidad máxima: 3.9 segundos en el 0 a 100 km/h y velocidad máxima en torno a los 300 km/h.

 

 

El punto fuerte del ATS V-Series es el disfrute por la vía de algunos sentidos. Alérgico al agua, como también lo es el CTS, pero en seco se crece. Entonces, que no tenga tracción total, que sus neumáticos sean prácticamente slicks (Michelin Pilot SportCup)… son cuestiones que dejan de ser un inconveniente. Si sobre el agua el subviraje es tan acusado que parecía moverse sin que apenas le afectase lo que se le marca con la dirección; en seco es otra cosa. Aquí aparece el “heavy metal” de su motor, que taladra los oídos del conductor y su único posible acompañante, con un ensordecedor bramido a poco que se transita por encima de las 3,000 vueltas y hasta algo más allá del doble de régimen de revoluciones. Incluso entusiasma la naturalidad con que interpreta la acción del doble embrague cuando llevamos a cabo una reducción de marcha.

 

 

Los frenos (también aquí firmados por Brembo), que van dentro del paquete de serie,  solo con rozar el pedal aportan una deceleración inmediata, de esas que requieren de la contención del cinturón para que nuestro cuerpo no salga catapultado. Aun así, es difícil olvidar lo vivo y fino que resulta activado el modo Sport 1 (además tiene Track, Performance y Touring), uno de los que permiten configurar amortiguación, control de tracción y el trabajo del diferencial. Su conducción, infernalmente rápida y trepidante, está más allá de ser estimulante y casi requiere un Valium una vez abandonamos el habitáculo para rebajar el nivel de excitación alcanzado.

 

 

Cadillac, con estos dos autos, entra a competir directamente con los sedanes “Hi Sport” alemanes en la categoría de grandes y medianos. Si solo tenemos en cuenta lo que debe hacer bien un deportivo (potencia, estabilidad, reacciones, frenada y efectividad en seco), ambos V-Series se ponen un escalón por encima de los teutones, sobre todo en sensaciones deportivas y aceleración. Otra cosa es si analizamos los autos en su conjunto. Aquí, por calidad de materiales en el interior, acabados y confort general de marcha, los alemanes ejercen su liderazgo.

 

 

Sí es cierto que nunca ha habido dos sedanes que transmitan tantas emociones y tanta pasión como lo hacen estos dos V-Series. Son autos puros, con denominación de origen, nacidos de manos entusiastas, que transfieren todo el carácter rudo y violento de los más exitosos “muscle cars”. Una mezcla explosiva, que todos los amantes de los autos deberían probar alguna vez en su vida. La mía ha cambiado desde que acomodé mis posaderas en estos dos coches, especialmente el CTS.

 

 

Ahora ha llegado el momento de devolverlos en ese hotel de Las Vegas. Han sido 12 horas intensas, llenas de rabia deportiva, de sangre del más alto octanaje. Antes de bajarme del auto, acelero a fondo el V8 por última vez. El garaje se llena de música, los apostadores del Hotel Wynn olvidan por un momento que fueron a jugarse la plata y más de uno piensa: “Seguro es mejor gastarme el dinero en uno de éstos que en la ruleta”. Entrego las llaves y con ellas se va parte de mi corazón.

 

Gracias Cadillac, por seguir apostando a la pasión.