Conozco a muchos conductores que “viven en el alambre” circulando en muchas ocasiones en reserva con sus vehículos. Este hecho que podría ser una cuestión de baladí no es nada positivo para tu coche, ya que podría acarrear numerosas averías con la consecuente molestia de tener que dejar el coche en el taller y la factura que nos llegará posteriormente.
Pero antes de hablar sobre las consecuencias negativas habría que abordar le cuestión de cuánto podemos circular desde que se enciende el piloto de la reserva. Según nuestras estimaciones más o menos podríamos recorrer unos 50 kilómetros, aunque dependiendo como sea tu conducción, el trayecto por el que estés circulando y las condiciones del tráfico esta cifra podría subir o bajar sensiblemente.

En teoría, en la mayoría de los coches modernos tenemos indicadores del ordenador de a bordo o de los paneles de instrumentación digitales que nos dicen exactamente la autonomía que nos queda. Pero yo he probado muchos modelos que una vez que entramos en reserva dejan esta cifra a cero, por lo que te quedas sin referencia alguna. De todos modos, con la cantidad de gasolineras que hay en nuestras carreteras es una tontería circular mucho tiempo en reserva.
Las averías por circular en reserva
Podríamos decir que el coche no está preparado para circular habitualmente en reserva, pues muchos de sus componentes sufren más de lo debido o tienen que hacer un trabajo extra. La primera protagonista de esto es la bomba de combustible, la cual se encuentra sumergida en el depósito y que se enfría de forma automática al estar bañada en la gasolina. Si por el contrario el nivel es demasiado bajo, ésta se puede sobrecalentar y provocar una avería. Por no hablar de que los sedimentos acumulados en la zona más baja podrían obstruir los filtros de este elemento.

Y ya que hemos sacado a relucir esos restos o impurezas del fondo del depósito, si terminan siendo absorbidos y llegan hasta los inyectores, que son los encargados de introducir el combustible en la cámara de combustión del motor, también se podrían taponar, perdiendo su capacidad para realizar su tarea de una forma eficiente. Si encima cuentas con un coche diésel las posibilidades de generar averías son todavía mayores, ya que son más sensibles a las impurezas.
Otro factor a tener en cuenta es que con el nivel muy bajo de combustible el motor tiene que realizar un mayor esfuerzo para conseguir la cantidad de gasolina que le pedimos desde el acelerador. Al suceder esto aumenta considerablemente la temperatura de la cámara de combustión por lo que algunos componentes del bloque podrían tener un mayor desgaste.

Y no podríamos olvidarnos del aforador, esa pieza que al final es la que nos indica cuánto combustible nos queda en el depósito. Si este último está bastante bajo, provocará que este instrumento de medición quede atrapado en el fondo se averíe. Por tanto, otro problema más a los comentados anteriormente.
Repostar con el 20% de su capacidad
Teniendo en cuenta todas estas consideraciones, lo que recomiendan siempre los expertos es repostar cuando nos quede aproximadamente un 20%. En algunas ocasiones deberás echar una cuenta sobre la autonomía total que tiene tu coche, por ejemplo, en uno de 700 km serían unos 140 km, y en otras bastará con hacerlo más o menos en el último cuarto. Así luego nos evitaremos posibles sustos en formas de averías.