El coche autónomo es una realidad no tan lejana como parece. No es ninguna sorpresa que el futuro del sector del automóvil pasa por los vehículos sin conductor. Un avance cargado de ventajas que también entraña un dilema ético y moral: ¿el consumidor comprará un coche que, en caso de accidente, elija matarle para salvar la vida de otras personas? El debate está servido y la revista ‘Science’ ha realizado un informe en el que han planteado esta situación a los ciudadanos para conocer, de primera mano, qué harían ellos.
La revista ‘Science’ ha llevado a cabo un estudio que tiene la firma de los investigadores Jean-François Bonnefon, Azim Shariff y Iyad Rahwan. Compuesto por seis encuestas realizadas a través de la red, quisieron saber la opinión de 1928 ciudadanos norteamericanos sobre el tema. Dibujaron varios escenarios con características distintas pero con la misma temática: la ética del coche autónomo. Teniendo en cuenta que el número de víctimas fue clave, la primera conclusión que arrojan es que la mayoría da su visto bueno a la moralidad utilitarista: es mejor matar a uno que a diez. Eso sí, se mostraron reacios a comprar un vehículo de estas características.
Un problema moral clásico
Todo apunta a que en 2035 circularán76 millones de coches autónomos por las carreteras de todo el planeta; un avance que reducirá el número de accidentes a nivel global un 90%. Evidentemente las ventajas son múltiples, pero también hay una serie de dilemas que generan dudas sobre su viabilidad. ¿Qué ocurrirá cuando el coche tenga que elegir? Cuando el bien mayor y la ética son trasladados al terreno personal, la cosa cambia.
El coche sin piloto se sitúa ante un problema moral clásico y el número de casos es innumerable. Se trata de un vehículo que en su algoritmo lleva implícito elegir a quién salvará en caso de accidente; éste es inevitable y sí, no hay atropello pero a cambio protagoniza cualquier acción que amenaza la vida de los pasajeros. O lo que es lo mismo: de las personas que lo adquirieron. ¿Qué es lo más apropiado? Lo cierto es que los coches harán lo que les han dicho que hagan sin dudar ni un segundo. Por eso, sobre la mesa hay varias opciones: en caso de conflicto se podrían crear algoritmos para que anticipen situaciones en las que estén implicadas varias personas que puedan ser perjudicadas.
¿Quién debe tomar la decisión?
Y es que la gran paradoja del coche autónomo puede ser que su perfección para reducir el número de muertes provoque rechazo; da miedo pensar que el coche que has comprado puede matarte. Por ello, muchos son los que se preguntan quién debe decidir y regular: ¿Gobierno, fabricantes o consumidores? La gente rechaza la idea de que sean las autoridades las que obliguen a incorporar este sistema mientras las empresas de transporte automatizado han unido fuerzas por si llega el momento en el que deban hacer presión sobre las decisiones políticas. Otra opción apunta a que sea el coche el que aprenda de forma autónoma su criterio moral. ¿Cómo será posible? La inteligencia artificial estará tan avanzada en ese momento que los vehículos habrán llegado al Nivel 5, el mismo en el que sean completamente autónomos.
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