Suena el despertador, ya puedo darme prisa, es la tercera vez que lo hace. Desayuno rápido, me visto y cojo el Hyperloop para ir al trabajo… está a 800 kilómetros de distancia. Este podría ser un día al uso dentro de cuatro décadas. En el camino al trabajo: automóviles que se conducen solos y carriles específicos para ellos, vehículos movidos por energía solar, túneles que transportan coches , trenes supersónicos y taxis voladores.
Las noticias sobre el futuro de la movilidad no dejan de sucederse. Pero, ¿qué avances tienen posibilidades de llegar a buen puerto y cuáles parecen imposibles o inalcanzables? Aprovechando que dentro de cuatro décadas nadie vendrá a reírse de nosotros por haber dudado de la viabilidad de ciertos proyectos, analizamos cómo puede ser el futuro del transporte, cuáles son posibles y cuales huelen a fracaso.
Energía solar, ¿la energía del futuro?
Las alternativas al uso de combustibles fósiles son una constante en lo que se refiere a noticias sobre el futuro de la movilidad. Para algunos, la energía eléctrica ya es el pasado y, con el tiempo, una gran alternativa puede ser la energía solar. A día de hoy existe una competición mundial de coches solares (World Solar Challenge) de donde ha salido un proyecto de automóvil movido por este tipo de energía que, en teoría, verá la luz en 2019 y tendrá un precio de 100.000 euros (aportando 19.000 euros de entrada).
Según sus creadores, un grupo de estudiantes holandeses salido de dicha competición, el Lightyear One contarán con una autonomía eléctrica de entre 400 y 800 kilómetros (en función de las condiciones meteorológicas o el terreno por el que nos desplacemos) cuyas baterías pueden recargarse en marcha mediante energía solar. Según sus cálculos, este coche podría recorrer hasta 17.000 kilómetros en Madrid sin necesidad de enchufar el automóvil para recargar del todo sus baterías.
Por otro lado, Sono Sion, una start-up alemana, ha diseñado otro coche cuya carrocería está recubierta por placas solares en su totalidad y que pretende aportar hasta 30 kilómetros de autonomía mediante esta energía en condiciones óptimas de luz. A ello se le suma una batería con la que circular durante 250 kilómetros. Se espera que llegue a buen puerto a finales de 2019 y su precio de salida será de 16.000 euros.
¿Y cuál es la situación actual? Ahora mismo hay algún coche en cuyo techo se han incluido placas solares, pero, a día de hoy, la energía obtenida apenas es transformada para hacer funcionar algunos elementos eléctricos de los coches como el aire acondicionado. La tecnología está aún muy verde y estos dos coches pretenden salir al mercado en menos de dos años. ¿Serán sus cifras reales? Parece mucho más viable el proyecto Sono Sion, habrá que ver si el Lightyear One se acerca a las cifras que de momento promete.
Coches autónomos, menos atascos y accidentes
La imagen de futuro que se da del coche autónomo no puede ser mejor. La teoría dice que la conectividad entre vehículos, la coordinación entre ellos y la disminución de la mano del hombre hará a las ciudades lugares menos congestionados y con muchos menos atascos.
Ya hay una gran cantidad de vehículos capaces de desplazarse con distintos grados de autonomía que exigen mayor o menor alerta del conductor pero que son capaces de tomar decisiones por sí mismos, como mantenerse en un carril o circular a velocidad constante. Sin embargo, aún existen dudas de cómo se comportarían si circularan en una ciudad donde se combinaran los coches autónomos con los tradicionales. ¿Entendería un coche de este tipo que tiene que adelantar a un vehículo situado en una zona de carga y descarga que tiene pensado estar estacionado durante 20 minutos?
Pese a algunos de los inconvenientes y dudas que parecen surgir, ya hay quienes trabajan muy seriamente en este tipo de vehículos y el Hyperlane es un claro ejemplo de ello. Un grupo de estudiantes de la Universidad de Berkeley ha diseñado una infraestructura por la que podrían circular únicamente vehículos autónomos a velocidades cercanas a los 200 km/h, gracias a la conectividad entre los propios coches.
Su intención es que, además, los coches circulen a unos pocos centímetros de distancia, ya que la no intervención del ser humano permitiría reducir la distancia de seguridad, ampliando, por tanto, la capacidad de la vía. Sin embargo, y como ya veremos más adelante, aumentar las facilidades para conducir aumenta proporcionalmente el número de coches en carretera, por lo que habría que conocer hasta qué punto el tráfico se aliviaría, pues una vez terminado el Hyperlane, cada coche volvería a una vía convencional.
Pero, además, surgen algunas dudas sobre la seguridad. ¿Coches desplazándose a casi 200 km/h con centímetros de diferencia? ¿Qué sucedería en caso de accidente o de avería de alguno de ellos? ¿Podríamos decir que está garantizada la seguridad? Parece que hay muchos aspectos que aún hay que tener en cuenta.
Coches voladores, ¿una tercera dimensión para circular?
El último gran grupo del mundo del automóvil en subirse al carro de los coches voladores ha sido Daimler. Su inversión de 25 millones de euros en la que están implicadas un buen número de pequeñas empresas ha sido clave para el desarrollo del Volocopter, un taxi autónomo y volador que ya ha hecho su primer vuelo de demostración en la ciudad de Dubai.
Geely, matriz de Volvo, y Uber son otras de las empresas que están invirtiendo en lo que ya anunció Al Gore que veríamos en el año 2.000. Todas las empresas que creen que parte del futuro del automóvil está en el aire apuestan por modelos autónomos que sirvan para transportar personas y mercancías salvando el tráfico en tierra.
Sin embargo, la viabilidad de este tipo de proyectos está puesta en duda por una gran parte de los analistas. La mayor parte de las críticas van dirigidas al añadido de una tercera dimensión a la circulación. Es decir, si ya hay problemas de tráfico cuando nos desplazamos a lo largo y ancho, ¿qué sucederá si además añadimos la altura a la ecuación?
Si, además, repasamos todos los conocimientos y medios que hay que poner hoy en día para surcar el cielo, las dudas se acumulan. ¿Quién podrá circular en el espacio aéreo de las ciudades? ¿El conductor tendrá los conocimientos necesarios en caso de que falle el sistema autónomo del vehículo? ¿Quién vigilará lo que sucede en el espacio aéreo? ¿Qué sucedería en caso de accidente a cientos de metros del suelo?
Elon Musk, más allá de los automóviles
Si hablamos de futuro y de movilidad, hablamos de Elon Musk. El dueño y fundador de Tesla protagoniza cada no mucho tiempo noticias sobre inventos con los que mejorar los desplazamientos de la gente. Una vez que casi todos estamos de acuerdo en que el coche eléctrico terminará por imponerse y que el Tesla Model 3 puede marcar un punto de inflexión en el mercado de los coches eléctricos, el invento más llamativo de Musk es el Hyperloop.
El Hyperloop es un proyecto que pretende unir ciudades a miles de kilómetros de distancia en unos pocos minutos. La idea es que un vehículo a modo de tren se desplace en el interior de un tubo a unos 1.200 km/h de velocidad punta gracias a que en su interior habrá condiciones de vacío, por lo que el rozamiento no frena al vehículo.
La idea parece muy buena y, de hecho, un grupo de 26 estudiantes españoles han entrado en la final del Hyperloop One Global Challenge, un concurso que quiere buscar proyectos viables donde implantar este medio de transporte, gracias a su trabajo en el que pretenden unir Madrid con Tánger en 38 minutos.
Sin embargo, una vez más, las preguntas se acumulan: ¿es económicamente viable construir la instalación adecuada a lo largo de más de 1.000 kilómetros en países como España, donde los desniveles son constantes? ¿Qué sucede si hay un accidente o una descompresión en el interior del tren? Aún no conocemos nada de las posibles medidas de seguridad.
Al faraónico proyecto del Hyperloop también podemos añadir su intención de construir un sistema de túneles bajo la ciudad de Los Ángeles por el que los coches podrían desplazarse mediante plataformas que recorrerían el subsuelo a 200 km/h. Para ello, la plataforma recogería cada vehículo en puntos fijos situados estratégicamente a lo largo de toda la ciudad y lo trasladaría hasta otro punto mediante líneas fijas. Es decir, para solucionar los atascos, Musk propone trasladar la filosofía del Metro al automóvil.
Hace algo más de un año, el Departamento de Transportes de California reconoció la inutilidad de construir más vías de alta ocupación para reducir los atascos, ya que a más facilidades para el uso del transporte privado, la circulación de coches aumenta, ya que los alicientes para utilizar el transporte público es menor, lo que, de nuevo, volvería a congestionar las renovadas autopistas. La idea de Musk va, por tanto, en contra de todas las ventajas que ofrece el metro: mucha capacidad en poco espacio. Pero si su idea llegara a buen puerto, en cada plataforma apenas podrían desplazarse grupos de cinco en cinco personas. Y, además, habría que ver en cuántos lugares la plataforma podría desplazar al coche a 200 km/h, cuáles serían las medidas de seguridad y qué sucedería en caso de accidente. Un proyecto casi quimérico.
Por último, y curiosamente el proyecto que más futuro parece tener, al menos en parte, Musk también cuenta con otra compañía llamada Space Exploration Technologies Corporation (SpaceX). Tras varios años de desarrollo, la empresa ha conseguido crear Falcon 9, un cohete con la que llevar a cabo pequeños viajes espaciales reutilizando el mismo vehículo, algo impensable hace poco tiempo.
Con el Falcon 9 ya han conseguido despegar y aterrizar exitosamente, por lo que el futuro de la compañía parece tener buena salud. Entre sus proyectos está el de enviar tripulación a la luna para establecer allí una base o como viajes turísticos. Suponemos que si hay dinero suficiente y alguien dispuesto a pagar, esto no será un problema. Otra cosa es su intención de llegar a Marte y formar allí una comunidad.
Para ello, SpaceX ha diseñado el Falcon Heavy, la unión de dos Falcon 9 con otro cohete más potente con los que realizar un viaje de largo recorrido y con mayor capacidad de carga con el que llegar al planeta rojo con posibilidades de construir en el futuro una pequeña población, lo que se antoja mucho más complicado y muy lejos de lo que podemos imaginar a día de hoy.
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