4x4

Santana Aníbal 2.8 TD

Con la excusa del paso del Telefónica Dakar por suelo español, aprovechamos para seguir la carrera hasta «algo más al sur» a bordo del nuevo Santana Aníbal, realizando una prueba que nos ha llevado a lo largo de más de seis mil kilómetros hasta la frontera con Mauritania.

Santana Aníbal 2.8 TD
Santana Aníbal 2.8 TD

El día en que todo comenzó a gestarse, recuerdo una llamada de Javier Barranco, director de «Off-Road» de la revista Motociclismo, diciéndome que Nacho Salvador —copito de Manolo Plaza en el Dakar y director de la revista Autoverde 4x4— nos había conseguido un Santa Aníbal con el que seguir el Dakar desde la etapa de Castellón… «hasta dónde pudiéramos o nos dejaran llegar». Reconozco que al principio tuve alguna reticencia, y hasta cierto punto es normal. No hay duda que hay TT más cómodos, rápidos, modernos, silenciosos, e incluso infinitamente mejor equipados. Pero se trata de un todoterreno español que todavía no habíamos probado en estas condiciones, y merecía la pena intentarlo, aunque sólo fuera para demostrar a algunos «comodones» que era factible. Además, seguro que pasaría por sitios donde otros todoterreno no se atrevería ni a intentarlo, ¡qué caray! Dicho y hecho. La verdad es que no había mucho que añadir o mejorar al Aníbal; cogí las planchas de arena de la redacción de Autoverde 4x4, el gato «Hi-Lift» y pedimos a Santana un par de ruedas de repuesto por si las moscas. El resto era comprobar presiones y niveles, y comprar algo de aceite, líquido refrigerante y de frenos, por si había que rellenar. No en vano esta unidad la cogimos con apenas 1.000 km en el marcador, y no sabía de qué pie podía cojear. Lo último fue colocar bien el equipaje junto al agua, las provisiones y algunas herramientas por si fueran necesarias, llenar el depósito, atar todo bien con cinchas, y… ¡Rumbo a Castellón! Lo primero que llama la atención es, nada más arrancar, lo relativamente poco que suena el motor. El ruido en el interior se percibe, pero desde luego no parece que estés en un tractor y puedes mantener una conversación tranquilamente con el acompañante. Otro detalle del que te das cuenta rápidamente es que por fin han variado la postura de conducción, y ya se puede llevar un Santana con el volante casi centrado. Empezamos bien. La maniobra de salida del parking pareció en un principio sencilla, debido a lo bien asistida que está la dirección. Pero… ¡Ay amigo a la hora de hacer maniobras!… Supongo que para que las rótulas de dirección no sufran mucho cuando se circula por fuera de carretera y evitar sorpresas, el coche tiene un radio de giro, digamos, un tanto escaso. Y esto es algo que te obliga a «trabajar» más de la cuenta para doblar en una calle estrecha, y ya no digamos en un parking. Ahí descubres uno de los grandes secretos para manejarte con el Santana tranquilamente: la anticipación.En un todoterreno de estas medidas y prestaciones, pronto te das cuenta de que hay que anticiparse mucho a la ruta, o a lo que quieras hacer con el coche: negociar una curva cerrada; subir una duna, o simplemente frenarlo a 140 Km/h. Ese es el secreto para no tener problemas. Además, no hace falta un largo período de aclimatación al Aníbal para encontrarse a gusto sobre él y en cierto modo es debido a la buena visibilidad que ofrece desde esa elevada «atalaya».

Una vez en ruta, y camino de Castellón, nos llamaron la atención las correctas prestaciones que ofrece el Aníbal, sobre todo comparándolo con el antiguo. Conseguir una punta en llano de 140 km/h no es nada difícil, y en bajadas pronunciadas puedes ver la aguja pasando de 150 km/h. Incluso algo más llegamos a ver a la vuelta, cuando el motor ya iba algo más «sueltecito». Aunque al ritmo que os comentaba antes, el consumo se mantiene alrededor de los quince litros.

Todo un acierto el montar el motor Iveco en este Santana. Con cuatro cilindros y 2.798 cc, ayudados por la inyección directa, el turbocompresor y el intercooler, este motor gira bastante desahogado, y es capaz de realizar unas recuperaciones más que honestas. Baste decir que, de Madrid a Castellón, no nos hizo falta bajar de quinta hasta que no llegamos a recoger el ticket del peaje pasado Valencia. Lo que es mejor, la velocidad nunca bajó en ninguna cuesta por debajo de los 105 km/h, lo que da idea de lo elástico que es este «ladrillo aerodinámico» de dos toneladas.

A esto ayuda, además del buen par motor de 29,6 kgm a 1.800 rpm, el bien escalonado cambio de cinco marchas con el que viene el Aníbal. Aunque los recorridos de la palanca sean largos, el escalonamiento es perfecto y, una vez que le coges el truquillo para no dejarlo caer mucho de vueltas entre cambios, no cuesta nada engranar marchas, y acelera limpiamente en busca de la velocidad punta. Porque esa es otra, de los varios miles de kilómetros que le hemos realizado, al menos el 80 por ciento de ellos han sido con la «bota de plomo» puesta en el pie derecho.