Volkswagen Phaeton L 5.0 TDI V10 4M Tiptronic

Hace exactamente 190 años, el emperador Napoléon huía derrotado de Waterloo. Viajaba con un carruaje espectacular cargado de joyas que, en la desbandada, se quedó atrapado en el barro belga y fue capturado. Si el gran corso hubiera tenido este Phaeton 5.0 TDI V10, su tesoro no habría caído en manos de sus enemigos.

Volkswagen Phaeton L 5.0 TDI V10 4M Tiptronic
Volkswagen Phaeton L 5.0 TDI V10 4M Tiptronic

Dado el mal estado de los caminos europeos en el siglo XIX, a lo mejor Napoleón hubiera preferido un Volkswagen Touareg V10, que lleva el mismo motor que este Phaeton superlativo. Sin embargo, seguro que habría disfrutado del lujo imperial y las comodidades sin cuento que ofrece esta berlina asombrosa, tope de la gama Diesel de Volkswagen.

Con los 5,17 metros de longitud que le proporciona la batalla alargada, esta especie de barco rodante exhibe una estampa asombrosa. Tiene las formas clásicas y rotundas típicas de la casa Volkswagen, pero las subraya con una musculatura más marcada y con el empaque de un coche que no en vano cuesta más de 102.000 euros.

 
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Una pena que Volkswagen no haya incorporado ya el freno de estacionamiento eléctrico que usan los Audi A6 y que ya lleva el nuevo Passat. Lo mismo cabe decir del contacto: en el Phaeton hay que seguir utilizando la llave, esa antigualla de los tiempos de Napoleón.Pero lo mejor está dentro. Este coche se ha pensado para disfrutarlo desde el interior, no desde el exterior. Y, sobre todo, desde los fabulosos asientos traseros que, en esta configuración, son sólo dos.En Volkswagen, como ya hemos visto muchas veces, tienen una particular forma de entender el lujo. Desde luego, es una concepción muy alejada de los gustos recargados de la época de Napoleón. Está, más bien, en una línea sobria y sosegada, apuntalada por una factura excelente pero sin concesiones a la galería.Cuando uno entra a un coche de más de 5 metros y más de 100.000 euros, espera encontrarse un derroche de imaginación y muchos alardes de diseño y decoración. Sin embargo, en el Phaeton no hay nada de eso. Es tan serio y tan formal que casi aburre: incluso puede ser demasiado soso. Señorial, lujoso, pero carente de la chispa que tienen otros coches más atrevidos: tiene el lujo, pero le falta glamour. Los remates en madera noble son elegantes, pero no emocionan.

En cambio, donde no se puede poner ni un reproche es en el maravilloso acabado que presenta este vehículo. Es realmente impecable. Los ajustes de las piezas son exactos, los materiales inmejorables y el tacto de los mandos, dulce y preciso. Muy poco se puede añadir a un coche hecho para ser utilizado por verdaderos sibaritas de la automoción. Si Napoleón hubiera tenido en Waterloo los servicios del equipamiento del Phaeton, otro gallo le habría cantado en la batalla. Para empezar, su famosa oficina de campaña habría estado instalada en un habitáculo donde sobra sitio por todas partes. Allí, la maltrecha espalda del emperador habría recibido los cuidados de unas butacas perfectas: calefacción, refrigeración y reglajes eléctricos para altura, profundidad, extensión, apoyo lumbar… ¡Ah, y dan masajes en la espalda! Y, lo mejor: todo esto es válido para las cuatro plazas, incluyendo la posibilidad de mover el asiento delanteros derecho desde los traseros, de forma que quede todavía más espacio libre para los divanes de las plazas traseras.Así de descansado y relajado, Napoleón no habría tenido pereza en acercarse al frente y se habría dado cuenta de que sus ataques por las alas iban a fracasar en Hougomont…

Claro que también podría haber utilizado el navegador por satélite (3.165 euros) para descubrir la mejor ruta hacia la retaguardia de Wellington, o para localizar de una vez a la división de Grouchy, perdida en la noche belga. Y, mientras tanto, no habría pasado frío bajo aquella lluvia torrencial de primavera, porque el Phaeton lleva climatizador de cuatro zonas. Y, para los ratos libres, un poco de música en el equipo de sonido con cargador para seis discos y mandos en el volante.
¿Qué habría sido de Europa si aquel día de 1815 Bonaparte hubiera llevado en su vagón de lujo un equipo de teléfono móvil como el que lleva este Phaeton (1.110 euros más)?

Obligados a sacar punta, hay que anotar algunas carencias. Por ejemplo, en las suntuosas plazas traseras se ha montado una gran consola digital que sólo sirve para manipular el climatizador. ¿Por qué no aprovechar el esfuerzo y colocar ya una pantalla multimedia que permita ver películas, jugar y, ya puestos, conectarse a Internet? En la eterna jornada de Waterloo, el estado mayor francés habría tenido algo con lo que relajarse y no están ni como opción… Sólo se ofrece la televisión, que cuesta 1.275 euros más. Para entender por qué un coche cuesta más de 102.000 euros, hay que sentarse en las plazas traseras. Concebido para que sea conducido por un chófer, el Phaeton es un paraíso para el que va detrás. Y, en esta versión de batalla alargada, se alcanzan cotas de comodidad difícilmente igualables por otro coche de serie. En realidad, sólo son comparables a los asientos de primera en un vuelo intercontinental.
Los más de tres metros que van de eje a eje permiten que los pasajeros de las plazas traseras disfruten de un mínimo de 86 centímetros para las rodillas, que pueden ser 94 cuando se corren hacia delante los asientos anteriores (aquí hay que recordar que se pueden mover a voluntad desde atrás).
Todo esto, unido a los 147 centímetros de ancho y a los 91 de alto, configura un impresionante salón sobre ruedas que permite a los viajeros ir casi tumbados. Teniendo en cuenta que sólo hay dos plazas, es fácil hacerse una idea de lo cómodos que van los ocupantes de esas dos “tumbonas" con masaje.
Para que nada los moleste, además, las ventanillas laterales llevan cortinillas, que se despliegan manualmente. La luna trasera, por su parte, también lleva una cortina, pero esta se abre de forma automática desde el salpicadero.
Un último detalle para dar más amplitud y luminosidad al habitáculo: el techo practicable eléctrico. Fuera del equipamiento de confort, la dotación del Phaeton admite también muy pocas críticas. El coche dispone de airbags delanteros, traseros y laterales y de cortina en ambas zonas: sólo faltan los de rodilla, una ausencia que ya no es justificable cuando hablamos de precios tan elevados.Además, hay ABS, reparto de la frenada de emergencia, control de tracción, de estabilidad, sensor de aparcamiento (945 euros), control de la velocidad de crucero, suspensión neumática, amortiguación programable, un poderoso ordenador de a bordo, sensor de lluvia, llantas de aleación… Montar un equipo de aviso de colisión por radar (como el que ya emplean los Audi A6 y A8) cuesta 2.935 euros más.Dado el mal estado de los caminos europeos en el siglo XIX, a lo mejor Napoleón hubiera preferido un Volkswagen Touareg V10, que lleva el mismo motor que este Phaeton superlativo. Sin embargo, seguro que habría disfrutado del lujo imperial y las comodidades sin cuento que ofrece esta berlina asombrosa, tope de la gama Diesel de Volkswagen.

Con los 5,17 metros de longitud que le proporciona la batalla alargada, esta especie de barco rodante exhibe una estampa asombrosa. Tiene las formas clásicas y rotundas típicas de la casa Volkswagen, pero las subraya con una musculatura más marcada y con el empaque de un coche que no en vano cuesta más de 102.000 euros.

 
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Una pena que Volkswagen no haya incorporado ya el freno de estacionamiento eléctrico que usan los Audi A6 y que ya lleva el nuevo Passat. Lo mismo cabe decir del contacto: en el Phaeton hay que seguir utilizando la llave, esa antigualla de los tiempos de Napoleón.Pero lo mejor está dentro. Este coche se ha pensado para disfrutarlo desde el interior, no desde el exterior. Y, sobre todo, desde los fabulosos asientos traseros que, en esta configuración, son sólo dos.En Volkswagen, como ya hemos visto muchas veces, tienen una particular forma de entender el lujo. Desde luego, es una concepción muy alejada de los gustos recargados de la época de Napoleón. Está, más bien, en una línea sobria y sosegada, apuntalada por una factura excelente pero sin concesiones a la galería.Cuando uno entra a un coche de más de 5 metros y más de 100.000 euros, espera encontrarse un derroche de imaginación y muchos alardes de diseño y decoración. Sin embargo, en el Phaeton no hay nada de eso. Es tan serio y tan formal que casi aburre: incluso puede ser demasiado soso. Señorial, lujoso, pero carente de la chispa que tienen otros coches más atrevidos: tiene el lujo, pero le falta glamour. Los remates en madera noble son elegantes, pero no emocionan.

En cambio, donde no se puede poner ni un reproche es en el maravilloso acabado que presenta este vehículo. Es realmente impecable. Los ajustes de las piezas son exactos, los materiales inmejorables y el tacto de los mandos, dulce y preciso. Muy poco se puede añadir a un coche hecho para ser utilizado por verdaderos sibaritas de la automoción. Si Napoleón hubiera tenido en Waterloo los servicios del equipamiento del Phaeton, otro gallo le habría cantado en la batalla. Para empezar, su famosa oficina de campaña habría estado instalada en un habitáculo donde sobra sitio por todas partes. Allí, la maltrecha espalda del emperador habría recibido los cuidados de unas butacas perfectas: calefacción, refrigeración y reglajes eléctricos para altura, profundidad, extensión, apoyo lumbar… ¡Ah, y dan masajes en la espalda! Y, lo mejor: todo esto es válido para las cuatro plazas, incluyendo la posibilidad de mover el asiento delanteros derecho desde los traseros, de forma que quede todavía más espacio libre para los divanes de las plazas traseras.Así de descansado y relajado, Napoleón no habría tenido pereza en acercarse al frente y se habría dado cuenta de que sus ataques por las alas iban a fracasar en Hougomont…

Claro que también podría haber utilizado el navegador por satélite (3.165 euros) para descubrir la mejor ruta hacia la retaguardia de Wellington, o para localizar de una vez a la división de Grouchy, perdida en la noche belga. Y, mientras tanto, no habría pasado frío bajo aquella lluvia torrencial de primavera, porque el Phaeton lleva climatizador de cuatro zonas. Y, para los ratos libres, un poco de música en el equipo de sonido con cargador para seis discos y mandos en el volante.
¿Qué habría sido de Europa si aquel día de 1815 Bonaparte hubiera llevado en su vagón de lujo un equipo de teléfono móvil como el que lleva este Phaeton (1.110 euros más)?

Obligados a sacar punta, hay que anotar algunas carencias. Por ejemplo, en las suntuosas plazas traseras se ha montado una gran consola digital que sólo sirve para manipular el climatizador. ¿Por qué no aprovechar el esfuerzo y colocar ya una pantalla multimedia que permita ver películas, jugar y, ya puestos, conectarse a Internet? En la eterna jornada de Waterloo, el estado mayor francés habría tenido algo con lo que relajarse y no están ni como opción… Sólo se ofrece la televisión, que cuesta 1.275 euros más. Para entender por qué un coche cuesta más de 102.000 euros, hay que sentarse en las plazas traseras. Concebido para que sea conducido por un chófer, el Phaeton es un paraíso para el que va detrás. Y, en esta versión de batalla alargada, se alcanzan cotas de comodidad difícilmente igualables por otro coche de serie. En realidad, sólo son comparables a los asientos de primera en un vuelo intercontinental.
Los más de tres metros que van de eje a eje permiten que los pasajeros de las plazas traseras disfruten de un mínimo de 86 centímetros para las rodillas, que pueden ser 94 cuando se corren hacia delante los asientos anteriores (aquí hay que recordar que se pueden mover a voluntad desde atrás).
Todo esto, unido a los 147 centímetros de ancho y a los 91 de alto, configura un impresionante salón sobre ruedas que permite a los viajeros ir casi tumbados. Teniendo en cuenta que sólo hay dos plazas, es fácil hacerse una idea de lo cómodos que van los ocupantes de esas dos “tumbonas" con masaje.
Para que nada los moleste, además, las ventanillas laterales llevan cortinillas, que se despliegan manualmente. La luna trasera, por su parte, también lleva una cortina, pero esta se abre de forma automática desde el salpicadero.
Un último detalle para dar más amplitud y luminosidad al habitáculo: el techo practicable eléctrico. Fuera del equipamiento de confort, la dotación del Phaeton admite también muy pocas críticas. El coche dispone de airbags delanteros, traseros y laterales y de cortina en ambas zonas: sólo faltan los de rodilla, una ausencia que ya no es justificable cuando hablamos de precios tan elevados.Además, hay ABS, reparto de la frenada de emergencia, control de tracción, de estabilidad, sensor de aparcamiento (945 euros), control de la velocidad de crucero, suspensión neumática, amortiguación programable, un poderoso ordenador de a bordo, sensor de lluvia, llantas de aleación… Montar un equipo de aviso de colisión por radar (como el que ya emplean los Audi A6 y A8) cuesta 2.935 euros más.