Toyota MR2

Embriagador y excitante, el nuevo Toyota MR2 se revela el perfecto acompañante para rápidos y emocionantes sprints, pues su escaso maletero le resta idoneidad para viajes más prolongados o con imprevistos.

Toyota MR2
Toyota MR2

El mundo del roadster de tamaño medio en Europa -no olvidemos que Smart pretende inaugurar la clase pequeña en cuestión de un par de años- tiene un nuevo protagonista, el Toyota MR2. Y muchos se preguntarán, ¿uno más? Pues no, más bien, no. La marca japonesa ha tomado un camino un poco más radical, más cercano a la deportividad que muchos de sus congéneres de categoría. Como arquitectura ha elegido ya, de entrada, la más extrema, con el motor situado entre las dos plazas y el tren. Naturalmente, las ruedas posteriores son las propulsoras. Esta distribución de órganos mecánicos suele coincidir con la conducta dinámica más ágil y, algunas veces, menos predecible. Para moderar estas posibilidades, Toyota ha instalado un diferencial autoblocante, capaz de optimizar la tracción en situaciones de adherencia limitada y, en consecuencia, dulcificar el comportamiento en conducción al límite. Como contrapartida, la marca japonesa ha dirigido sus trabajos en la dirección de conseguir un vehículo muy ligero y ágil. La corroboración de lo primero es sencilla, pues con subir el coche a una báscula ya ha quedado visto. Para lo segundo ya hay que conducirlo y, una vez hecho, queda aseverado. ¿Cómo se ha alcanzado? En principio se ha huido de una distancia entre ejes muy corta, disposición ésta que generaría, de entrada, una capacidad de giro extrema. En su lugar, lo que se ha utilizado es una exitosa mezcla de medidas. En primer lugar, se ha conseguido un chasis muy rígido, que no flexa ni siquiera con la capota recogida. El tren delantero está muy optimizado, para obtener una respuesta muy fiel de la dirección. Como colofón, la geometría del tren trasero es bastante crítica, de forma que, si bien en conducción normal o, incluso, rápida, la zaga sólo redondea con precisión la trayectoria, cuando nos acercamos a su límite, el comportamiento del coche pasa a ser claramente sobrevirador, multiplicando exponencialmente su agilidad. Con esta actuación global, Toyota nos obsequia con un coche que, de paseo o en viaje rápido, nos dejará conducir con total tranquilidad, pero en ningún caso con la sensación de llevar un coche torpe. Si nos ponemos el pañuelo de kamikaze, también podremos obtener de él las satisfacciones de un coche de comportamiento realmente deportivo, controlando sus reacciones con precisión y rapidez. Eso sí, en ningún momento hemos mencionado sencillez. En absoluto. Para llevar muy deprisa este MR2 hay que poseer buenos reflejos y estar preparado para un flujo de sensaciones fuertes. Los contravolantes son frecuentes y el manejo de la dirección requiere de constantes correcciones. En fin, un deportivo de pura escuela, ayudado, además, por unos frenos superlativos, capaces de detener el coche en el mínimo espacio, con buena dosificación y resistencia al calentamiento.