Cada vez que hemos hablado del Altea, lo primero que hemos destacado ha sido la perfección con la que encajan dos extremos que, hasta ahora, parecían opuestos: la deportividad y el espacio. Tras probar el motor más potente de la gama, el 2.0 FSi con 150 CV, debemos insistir en el tema: estamos ante el vehículo más dinámico de su segmento.
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No ha sido fácil ganarse este título, ya que este Seat compite con rivales tan potentes como el Focus C-Max o el Opel Zafira (y, cuando llegue en septiembre, con el Mazda5). Sin embargo, ninguno de ellos cuenta con un comportamiento tan aplomado como el del Altea. Éste presume del mismo chasis que el Golf (y, por ende, que el Golf Plus, “enemigo en casa" del Seat) y que el A3, aunque el bastidor ha sido mejorado para el modelo de la automovilística española.La marca afincada en Barcelona tiene la responsabilidad de crear los vehículos deportivos del grupo Volkswagen, por lo que las suspensiones que emplea la casa germana en sus superventas han sido modificadas. La del tren delantero está anclada sobre un subchasis de aluminio y cuenta con unos silent blocks más firmes. Éstos también están presentes en el eje trasero, donde la arquitectura multibrazo se ha variado (ahora hay cuatro brazos, tres transversales y uno longitudinal), con el fin de reducir las inclinaciones y el subviraje. Y vaya si se reducen.Por si las mejoras no fueran suficientes (que lo son) para asegurar el aplomo en las curvas, la versión que nos ocupa, la Sport-up, cuenta con un tarado específico, más firme, en los muelles y amortiguadores. Es casi imposible que el Altea se descoloque, que se salga de las trazadas marcadas por el conductor: son limpias, sin distorsiones, sin reacciones. Gracias al efectivo trabajo de la suspensión, el paso por curva puede realizarse a buen ritmo: apenas ha terminado un giro cuando ya estamos afrontando el siguiente y volvemos a disfrutar del alto grado de confianza que ofrece el conjunto. Ni siquiera acusaremos la inclinación de la carrocería: además de ser la más baja entre sus rivales (el Golf Plus, con 1,58 metros, la supera por dos centímetros), la firmeza de las suspensiones se encarga de mantener a raya cualquier insinuación de balanceo.En este apartado es donde más olvida el Altea su concepción de "monovolumen" y donde más se deja llevar por sus genes dinámicos; tanto es así que, muy posiblemente, los pasajeros de las plazas traseras se quejarán de la férrea dictadura de la amortiguación. Es el precio que hay que pagar por la efectividad, aunque en su descargo diremos que la suspensión no resulta seca; simplemente, no ofrece la comodidad esperada en un modelo como éste. Otro punto a favor de la agilidad del Altea es su precisa dirección electromecánica, muy rápida. Basta con sugerir hacia qué punto queremos encaminarnos para que, inmediatamente, nuestras órdenes sean obedecidas. Con esta garantía, no sólo resulta fácil moverse en los trazados de montaña, donde los cambios de apoyo (que este coche digiere sin rechistar) y de dirección son constantes. La ciudad también se convierte en un territorio apto para el hábitat de este Seat, que fluirá entre el tráfico con la soltura de un compacto, pese a sus 4,28 metros de longitud.Unos frenos notables, capaces de detener el vehículo en 71,6 metros desde 140 km/h, y un cambio rápido, preciso y de recorridos cortos completan el “feeling" deportivo que ofrece este Altea.Aunque las ventas en el segmento de los monovolúmenes están concentradas en las mecánicas Diesel, Seat ofrece un motor de gasolina con 150 CV que redondea el conjunto dinámico del Altea. Cierto, el propulsor de gasóleo de 140 CV ofrece las mismas prestaciones (sus recuperaciones son incluso mejores, gracias a la sobrealimentación del turbo) y gasta menos, pero las sensaciones no son las mismas.Para empezar, con la mecánica de gasolina podremos llevar la aguja del cuentavueltas más allá de las 6.000 rpm con total soltura. En la zona alta del cuentarrevoluciones es donde mejor trabaja este motor, por lo que tendremos que estirar las marchas (hay seis) para exprimir el propulsor. No resultará difícil, teniendo en cuenta el correcto escalonamiento del cambio y el buen comportamiento del propulsor, ya que éste gana fuerza de manera progresiva y nos permite alcanzar ritmos muy vivos en autopistas. Tanta emoción bien encauzada tiene su contrapartida en unos consumos relativamente altos. El sistema de inyección estratificada de gasolina (FSI, en sus siglas en inglés) no acaba de dar los buenos resultados que promete. El gasto medio que ha medido nuestro Centro Técnico es de 9,1 litros cada 100 kilómetros, una de las cifras más elevadas del segmento. A un ritmo moderado, sin estirar las marchas, entra menos combustible en la cámara y se concentra en torno a la bujía, con el fin de aprovecharlo al máximo. Así, podremos ahorrar carburante en las carreteras amplias, aunque nuestros esfuerzos se irán al traste en cuanto pisemos el acelerador con alegría. Lo haremos, pues este Altea invita a ello. El motor 2.0 FSI anuncia 150 CV, aunque nuestro Centro Técnico ha medido 145,5 CV a 6.500 rpm. Su par máximo también se ajusta bastante al reseñado por la marca (el banco de rodillos ha desvelado 19,7 mkg a 3.680 rpm, frente a los 20,4 / 3.500 que declara Seat). En cualquier caso, son cifras más que suficientes para permitir que el ritmo sea alegre en todo momento: los 1.456 kilos del Altea se mueven con agilidad y soltura en cualquier trazado.