Renault Mégane 1.6 16V y Renault Mégane 1.5 dCi

En la nueva gama Mégane no hay versión Diesel que no encuentre rival propio de gasolina. Tres dCi de 85, 105 y 130 CV frente a tres gasolina de 100, 110 y 180 CV —por ahora—. Tal y como están las cosas, ¿qué elegimos?

Renault Mégane 1.6 16V y Renault Mégane 1.5 dCi
Renault Mégane 1.6 16V y Renault Mégane 1.5 dCi

Sobre el confort general de estas dos versiones no hay una recomendación clara, porque el dinámico dCi resulta algo más áspero de funcionamiento frente al finísimo 1.6, aunque particularmente valoramos más la aportación dinámica del dCi, que además en carretera disimula su rumorosidad mecánica entre la generada por la aerodinámica. Influye en este aspecto el mayor desarrollo del cambio del dCi, que a 120 km/h rueda en 6ª a 2.464 rpm, cuando el gasolina necesita 3.375 rpm.

Es común un habitáculo amplio y luminoso, con buenas plazas delanteras y traseras y un sorprendente maletero de 440 litros. La calidad percibida es alta, una deuda que salda respecto a la anterior generación. La instrumentación no abruma, está bien ordenada y el equipamiento ofrece elementos muy interesantes, como la llave electrónica, conexión Bluetooth, asientos calefactables o freno de mano automático. En general este engrandecido Mégane es incluso una razonable alternativa a las berlinas del segmento superior en todos los aspectos. De su pisada ya hemos comentado su excelente equilibrio. Nos vamos a encontrar unas suspensiones algo más firmes de lo que nos tenía acostumbrado Renault, pero con muy buenas cualidades de filtración y absorción.

Todos los acabados propuestos por Renault incluye de serie el control de estabilidad, que hace gala de una excelente puesta a punto, interviniendo en las correcciones de forma moderada para no radicalizar las reacciones correctivas del coche.

Papel, lápiz, calculadora y lista ordenada de preferencias. Si no cuantificamos el cómo nos movemos en una versión u otra, los 2.100 euros en contra son un handicap con pocos argumentos de la versión dCi. Ni en su menor consumo la rentabilidad parece clara, teniendo en cuenta que si nos ceñimos exclusivamente al gasto medio de combustible oficial, necesitaríamos recorrer 112.540 km para compensar su mayor desembolso. Las revisiones de ambas versiones están programadas cada 30.000 kilómetros y el costo por operación no parece alterar significativamente el costo de mantenimiento entre versiones. Por cierto, sospechamos que los precios finales de los automóviles responden en gran parte a cuestiones de puro marketing. Que aun pagando un 9,75 por ciento de impuesto de matriculación la versión de gasolina cueste significativamente menos que la Diesel exenta de tributar, no parece que se deba a una cuestión de mayor coste material o de producción, más bien a un encarecimiento artificial de las mayoritarias versiones Diesel. Mégane 1.6 16V
— Suavidad mecánica
— Comportamiento general
— Precio de partida

Mégane 1.5 dCi
— Buenas prestaciones
— Consumos
— Prestancia general

Mégane 1.6 16V
— Recuperaciones lentas
— Ruido a alto régimen
— Consumo conducción rápida

Megane 1.5 dCi
— Rumorosidad en frio
— Mayores vibraciones
— Precio de partida

Dos versiones muy válidas

Sobre el confort general de estas dos versiones no hay una recomendación clara, porque el dinámico dCi resulta algo más áspero de funcionamiento frente al finísimo 1.6, aunque particularmente valoramos más la aportación dinámica del dCi, que además en carretera disimula su rumorosidad mecánica entre la generada por la aerodinámica. Influye en este aspecto el mayor desarrollo del cambio del dCi, que a 120 km/h rueda en 6ª a 2.464 rpm, cuando el gasolina necesita 3.375 rpm.

Es común un habitáculo amplio y luminoso, con buenas plazas delanteras y traseras y un sorprendente maletero de 440 litros. La calidad percibida es alta, una deuda que salda respecto a la anterior generación. La instrumentación no abruma, está bien ordenada y el equipamiento ofrece elementos muy interesantes, como la llave electrónica, conexión Bluetooth, asientos calefactables o freno de mano automático. En general este engrandecido Mégane es incluso una razonable alternativa a las berlinas del segmento superior en todos los aspectos. De su pisada ya hemos comentado su excelente equilibrio. Nos vamos a encontrar unas suspensiones algo más firmes de lo que nos tenía acostumbrado Renault, pero con muy buenas cualidades de filtración y absorción.

Todos los acabados propuestos por Renault incluye de serie el control de estabilidad, que hace gala de una excelente puesta a punto, interviniendo en las correcciones de forma moderada para no radicalizar las reacciones correctivas del coche.

Papel, lápiz, calculadora y lista ordenada de preferencias. Si no cuantificamos el cómo nos movemos en una versión u otra, los 2.100 euros en contra son un handicap con pocos argumentos de la versión dCi. Ni en su menor consumo la rentabilidad parece clara, teniendo en cuenta que si nos ceñimos exclusivamente al gasto medio de combustible oficial, necesitaríamos recorrer 112.540 km para compensar su mayor desembolso. Las revisiones de ambas versiones están programadas cada 30.000 kilómetros y el costo por operación no parece alterar significativamente el costo de mantenimiento entre versiones. Por cierto, sospechamos que los precios finales de los automóviles responden en gran parte a cuestiones de puro marketing. Que aun pagando un 9,75 por ciento de impuesto de matriculación la versión de gasolina cueste significativamente menos que la Diesel exenta de tributar, no parece que se deba a una cuestión de mayor coste material o de producción, más bien a un encarecimiento artificial de las mayoritarias versiones Diesel. Mégane 1.6 16V
— Suavidad mecánica
— Comportamiento general
— Precio de partida

Mégane 1.5 dCi
— Buenas prestaciones
— Consumos
— Prestancia general

Mégane 1.6 16V
— Recuperaciones lentas
— Ruido a alto régimen
— Consumo conducción rápida

Megane 1.5 dCi
— Rumorosidad en frio
— Mayores vibraciones
— Precio de partida

Dos versiones muy válidas

Sobre el confort general de estas dos versiones no hay una recomendación clara, porque el dinámico dCi resulta algo más áspero de funcionamiento frente al finísimo 1.6, aunque particularmente valoramos más la aportación dinámica del dCi, que además en carretera disimula su rumorosidad mecánica entre la generada por la aerodinámica. Influye en este aspecto el mayor desarrollo del cambio del dCi, que a 120 km/h rueda en 6ª a 2.464 rpm, cuando el gasolina necesita 3.375 rpm.

Es común un habitáculo amplio y luminoso, con buenas plazas delanteras y traseras y un sorprendente maletero de 440 litros. La calidad percibida es alta, una deuda que salda respecto a la anterior generación. La instrumentación no abruma, está bien ordenada y el equipamiento ofrece elementos muy interesantes, como la llave electrónica, conexión Bluetooth, asientos calefactables o freno de mano automático. En general este engrandecido Mégane es incluso una razonable alternativa a las berlinas del segmento superior en todos los aspectos. De su pisada ya hemos comentado su excelente equilibrio. Nos vamos a encontrar unas suspensiones algo más firmes de lo que nos tenía acostumbrado Renault, pero con muy buenas cualidades de filtración y absorción.

Todos los acabados propuestos por Renault incluye de serie el control de estabilidad, que hace gala de una excelente puesta a punto, interviniendo en las correcciones de forma moderada para no radicalizar las reacciones correctivas del coche.

Papel, lápiz, calculadora y lista ordenada de preferencias. Si no cuantificamos el cómo nos movemos en una versión u otra, los 2.100 euros en contra son un handicap con pocos argumentos de la versión dCi. Ni en su menor consumo la rentabilidad parece clara, teniendo en cuenta que si nos ceñimos exclusivamente al gasto medio de combustible oficial, necesitaríamos recorrer 112.540 km para compensar su mayor desembolso. Las revisiones de ambas versiones están programadas cada 30.000 kilómetros y el costo por operación no parece alterar significativamente el costo de mantenimiento entre versiones. Por cierto, sospechamos que los precios finales de los automóviles responden en gran parte a cuestiones de puro marketing. Que aun pagando un 9,75 por ciento de impuesto de matriculación la versión de gasolina cueste significativamente menos que la Diesel exenta de tributar, no parece que se deba a una cuestión de mayor coste material o de producción, más bien a un encarecimiento artificial de las mayoritarias versiones Diesel. Mégane 1.6 16V
— Suavidad mecánica
— Comportamiento general
— Precio de partida

Mégane 1.5 dCi
— Buenas prestaciones
— Consumos
— Prestancia general

Mégane 1.6 16V
— Recuperaciones lentas
— Ruido a alto régimen
— Consumo conducción rápida

Megane 1.5 dCi
— Rumorosidad en frio
— Mayores vibraciones
— Precio de partida

Dos versiones muy válidas

Sobre el confort general de estas dos versiones no hay una recomendación clara, porque el dinámico dCi resulta algo más áspero de funcionamiento frente al finísimo 1.6, aunque particularmente valoramos más la aportación dinámica del dCi, que además en carretera disimula su rumorosidad mecánica entre la generada por la aerodinámica. Influye en este aspecto el mayor desarrollo del cambio del dCi, que a 120 km/h rueda en 6ª a 2.464 rpm, cuando el gasolina necesita 3.375 rpm.

Es común un habitáculo amplio y luminoso, con buenas plazas delanteras y traseras y un sorprendente maletero de 440 litros. La calidad percibida es alta, una deuda que salda respecto a la anterior generación. La instrumentación no abruma, está bien ordenada y el equipamiento ofrece elementos muy interesantes, como la llave electrónica, conexión Bluetooth, asientos calefactables o freno de mano automático. En general este engrandecido Mégane es incluso una razonable alternativa a las berlinas del segmento superior en todos los aspectos. De su pisada ya hemos comentado su excelente equilibrio. Nos vamos a encontrar unas suspensiones algo más firmes de lo que nos tenía acostumbrado Renault, pero con muy buenas cualidades de filtración y absorción.

Todos los acabados propuestos por Renault incluye de serie el control de estabilidad, que hace gala de una excelente puesta a punto, interviniendo en las correcciones de forma moderada para no radicalizar las reacciones correctivas del coche.

Papel, lápiz, calculadora y lista ordenada de preferencias. Si no cuantificamos el cómo nos movemos en una versión u otra, los 2.100 euros en contra son un handicap con pocos argumentos de la versión dCi. Ni en su menor consumo la rentabilidad parece clara, teniendo en cuenta que si nos ceñimos exclusivamente al gasto medio de combustible oficial, necesitaríamos recorrer 112.540 km para compensar su mayor desembolso. Las revisiones de ambas versiones están programadas cada 30.000 kilómetros y el costo por operación no parece alterar significativamente el costo de mantenimiento entre versiones. Por cierto, sospechamos que los precios finales de los automóviles responden en gran parte a cuestiones de puro marketing. Que aun pagando un 9,75 por ciento de impuesto de matriculación la versión de gasolina cueste significativamente menos que la Diesel exenta de tributar, no parece que se deba a una cuestión de mayor coste material o de producción, más bien a un encarecimiento artificial de las mayoritarias versiones Diesel. Mégane 1.6 16V
— Suavidad mecánica
— Comportamiento general
— Precio de partida

Mégane 1.5 dCi
— Buenas prestaciones
— Consumos
— Prestancia general

Mégane 1.6 16V
— Recuperaciones lentas
— Ruido a alto régimen
— Consumo conducción rápida

Megane 1.5 dCi
— Rumorosidad en frio
— Mayores vibraciones
— Precio de partida

Dos versiones muy válidas