Prueba: Hyundai i10 1.0, vive la ciudad

Este pequeño Hyundai es barato, gasta poco, anda lo suficiente y resulta muy ágil para desenvolverse entre el caótico tráfico urbano. Encarna pues las virtudes que debe tener un coche de ciudad incluido un precio atractivo.

Oscar Díaz

Prueba: Hyundai i10 1.0, vive la ciudad
Prueba: Hyundai i10 1.0, vive la ciudad

Este i10 apenas comparte con la anterior generación algo más que la denominación ya que no sólo evoluciona su diseño y equipamiento, sino que transmite mejores sensaciones de conducción, algo que pone de manifiesto la evolución que el fabricante coreano imprime a cada vez que estrena una generación en cualquiera de sus modelos.

Comparado con el anterior, este i10 es un poco más largo y algo más ancho, pero también es 4 cm más bajo —importante tanto para conseguir una imagen potente como para mejorar la resistencia al aire—. Esto se traduce en un efecto doble de reducción del ruido a bordo y mejora en la eficiencia. Pero también es más ancho de vías, lo que contribuye de manera decisiva en aumentar la base rodante del coche y por consiguiente su estabilidad a pesar de unas suspensiones tirando a confortables.

Sin embargo, con el metro en la mano, hemos verificado cómo el aumento en las proporciones exteriores no implica una mejora drástica en habitabilidad aunque sí de maletero, que aumentado prácticamente un 10% hasta unos más que dignos 240 l.

 

Siempre gasolina

De los dos motores disponibles, hemos probado el más pequeño, de tres cilindros y 1 litro de cilindrada. Es 500 euros más barato que el 1.2 de cuatro cilindros, también de gasolina, que con 87 CV acelera y recupera velocidad con más facilidad, aunque también tiene un consumo real más alto. Sin embargo, como en la generación anterior no hay un motor Diesel, cuyo mayor coste de producción apenas queda compensado por las ventas en Europa.

A pesar de su modestia, el motor de tres cilindros tiene un empuje suficiente para afrontar el día a día —desplazamientos periféricos incluidos— sin preocupaciones de entorpecer el tráfico o sufrir el acoso de algún camión. Eso sí, no se puede decir que la respuesta al acelerador sea inmediata y contundente ya que su comportamiento es el clásico de los motores de tres cilindros. Dicho de otro modo, para conseguir cierta respuesta al acelerador hay que acostumbrarse a usar el cambio —de tacto muy agradable y próximo al volante— para hacer un uso alegre del motor, bien por encima de las 4.000 rpm aunque eso vaya a aumentar la sonoridad que llegue al habitáculo. En cambio, circulando a bajo régimen al ritmo del tráfico y en marchas largas se escucha poco y es agradable. También frena bien, con un equipo que destaca por sus discos traseros, poco habitual en un segmento dominado por los coches con frenos de tambor atrás.

La capacidad de maniobra del i10 sorprende gratamente. Su diámetro de giro, 9,6 m, da una pista, pero no hay nada como ponerse al volante para comprobar cómo puedes adentrarte por cualquier calle estrecha y girar en los cruces más ratoneros con la misma facilidad que se encuentra un hueco para aparcar.

 

Práctico y vistoso

El interior es colorido, con sensación de cierta calidad por el buen ajuste de sus materiales interiores —de tacto duro todos ellos— y con abundantes huecos portaobjetos.

Cierto es que no tiene regulación del volante en profundidad, un mal general en la categoría, y que algún gigantón de dos metros no lo tendría fácil para conducir cómodo ¿pero cuántos fornidos jugadores de baloncesto conoces a tu alrededor? Es más que suficiente para dos adultos y un par de pequeñines.

 

Según versiones

Este Hyundai está disponible en dos acabados comerciales con su motor más pequeño. La diferencia de precio, 1.700 euros es grande, pero se reduciría enormemente si al básico Essence le añadiéramos el pack que incluye aire acondicionado, radio-cd, conexión USB y Bluetooth para teléfono (1.100 euros). Pero incluso en ese caso nos ahorraríamos 600 euros a cambio de prescindir de los elevalunas eléctricos y de la regulación de los espejos respecto del Tecno que protagoniza la prueba. Cierto es que en ningún caso equipa navegador, pero encarecería un producto destinado a priori para un grupo de personas que puede ya tenerlo en su smartphone.

 

Cinco años, triple garantía

Como en el resto de su gama, Hyundai mantiene en el i10 su Triple Confianza, esto es: en vez de los dos años de garantía que exige la ley apuestan por aumentarla a cinco años, límite que en muchos casos excederá el tiempo de uso del primer propietario, sin limitación del kilometraje máximo y amparado por la asistencia de 24H.

No es la única muestra de confianza en sus productos. La garantía de devolución contempla que la firma se compromete a aceptar la devolución por parte de cualquier comprador que en el plazo de un mes o 2.000 km desde la fecha de compra no se viese satisfecho por su recién adquirido vehículo. En este caso un utilitario que vive por y para la ciudad.