Una vez más, Opel nos ha brindado la posibilidad de probar el Astra con la suspensión deportiva, que cuenta con la amortiguación pilotada ISD , un extra que, por 708 euros, nos permite gozar de un verdadero coche de carreras. Además, contábamos también con el chasis Sport, que estimula un poco más el carácter vivaz del Astra. Pero, antes de hablar del comportamiento, hay que volver sobre el motor, porque su gestión se modifica cuando llevamos conectado el sistema ISD . Oprimiendo un botón en el salpicadero se activa la fase deportiva de la suspensión, se modifican las leyes de la dirección y, además, se autoriza al motor a estirar mucho más las marchas y, lo que es mejor, se le obliga a reaccionar mucho antes, pues se acorta el recorrido del acelerador.
Sin el sistema activado, el Astra ya muestra maneras muy deportivas. El tarado natural de la suspensión es bastante firme, con lo que el coche rueda aplomado y resulta convincente en cualquier terreno. Unos espectaculares neumáticos 215/45 R 17 añaden más contundencia al conjunto, a pesar de que, a veces, parece demasiada la goma que hay sobre el asfalto y el confort interior se resiente.
Claro que lo bueno llega cuando se activa el modo deportivo. Apenas se ilumina el led del botón, el coche parece sufrir una conversión. La dirección se endurece y se vuelve más afilada, más directa todavía. El acelerador descubre un nuevo mundo de poder bajo sus muelles y cables y, lo que impresiona más, la amortiguación se tensa para someter a la carrocería a una dictadura implacable. El resultado es un verdadero coche de carreras que se abalanza sobre las curvas con la seguridad del que tiene todos los ases en la mano.
Ningún giro, sea cerrado o abierto, rápido o lento, supone un problema. Firmemente agarrado al suelo, el Astra traza en plano, sin el más leve balanceo de la carrocería, sin un solo vicio que le ponga en evidencia. Incluso desconectado el control de estabilidad (que, por cierto, actúa con discreción y total eficacia), lo más que obtendremos es un levísimo subviraje sin importancia. El tren trasero, con un clásico esquema de eje torsional reforzado para la ocasión, parece no enterarse de que hay curvas y resuelve cualquier dificultad siguiendo sumiso y raudo a su hermano delantero.Combinando control de estabilidad, control de tracción, chasis ISD y unos frenos inagotables, el Astra ofrece un rodar inviolable. Es casi imposible ponerlo en apuros y se puede conducir muy cerca de los límites sin problemas. Eso sí, al volante hay que estar atento, porque, si bien el coche es muy estable y muy seguro, no conviene despistarse. Esto marca la diferencia con los Golf, que permiten más errores gracias a su inquebrantable aplomo y ese comportamiento frío y tranquilo incluso en las situaciones más endiabladas. Tanta deportividad siempre tiene contrapartidas: con todo el trapo desplegado y apretando el ritmo, que nadie espere comodidades. La suspensión se vuelve muy seca y cualquier irregularidad acaba alojada en los riñones de los pasajeros. Después de un rato trazando curvas a toda velocidad por carreteras de montaña, uno empieza a darse cuenta del castigo que sufre la espalda en un coche tan temperamental. Cuestión de preferencias.El conjunto IDS , que es una gran innovación en la categoría, incluye la suspensión rebajada adaptativa y el control continuo de la amortiguación en combinación con el ESP, el ABS y el control de tracción.
Para funcionar, utiliza una compleja red de sensores que calculan continuamente la velocidad, la inclinación del coche, el estado del asfalto, las fuerzas laterales… Con toda esta información, un cerebro electrónico decide qué amortiguación hace falta en cada momento. En cuestión de milisegundos, las cuatro válvulas magnéticas que controlan los amortiguadores reciben las órdenes precisas y ajustan la dureza de la amortiguación que más convenga.
El sistema permite también la actuación del conductor. El famoso botón “sport" sirve para solicitar más nervio todavía a la suspensión. Activándolo se endurecen los tarados de los amortiguadores y de la dirección. También, como hemos visto, se acorta el tiempo de respuesta del acelerador y se reduce su recorrido, de forma que las aceleraciones sean todavía más fulgurantes.
Como este equipo se complementa con los controles de tracción y estabilidad (desconectable, por fin), podemos decir que el trabajo dinámico del Astra está completamente monitorizado y controlado.
A la hora de decidir si nos interesa llevar toda esta carga tecnológica, hay que saber que contar con el pack IDS cuesta un dinero extra que abulta bastante. Primero es necesario montar el Pack Sport Chasis, que lleva las suspensiones rebajadas y el control de estabilidad. Sobre esta base ya se puede añadir la amortiguación pilotada, lo que supone un total de 708 euros para hacer del Astra un coche de carreras.