Mientras que el Mitsubishi Lancer con carrocería sedán de cuatro puertas está a medio camino entre los compactos y las berlinas por sus dimensiones exteriores, al Mitsubishi Lancer Sportback de cinco tampoco resulta sencillo buscarle rivales por idéntica razón. Seat Toledo y Skoda Octavia son los primeros nombres que pueden venir a la memoria, pero estos modelos apuestan claramente por la practicidad y se olvidan del estilo.
Más parecido es el Subaru Impreza Bóxer Diesel, que coincide con el Mitsubishi Lancer Sportback en precio, aspecto exterior y origen japonés. Sin embargo, a partir de ahí, tenemos diferencias considerables. Misubishi recurre a un convencional cuatro cilindros en línea y origen VW en lugar de un original bóxer de cosecha propia como hace Subaru.
Por dentro, el puesto de conducción es correcto salvo por la corta banqueta del asiento y el volante que no se ajusta en profundidad. El Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D ofrece menor altura y espacio para las rodillas, aunque es más ancho que el Subaru Impreza Bóxer Diesel. El maletero del Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D, a priori, es un poco más pequeño, pero bajo el piso hay 63 litros extras y la tapa —que puede situarse en dos alturas—ocupa otros 14 litros. Además hay dos prácticos tiradores para abatir los respaldos. En el habitáculo, el ajuste general es mejor que la calidad aparente de los materiales, con demasiado plástico duro a la vista. «Built for last» (hecho para durar) alegan en Mitsubishi. Puede que tengan razón —la marca suele estar entre las mejores en los informes sobre calidad y durabilidad—, pero el tacto de los parasoles no invita a creer en esa teoría. El Mitsubishi Lancer Sportback es algo más grande que el Subaru Impreza Bóxer Diesel y también tiene una pisada más amplia, con mayor batalla y vías, así como estabilizadoras más gruesas. El reparto de pesos es el mismo y, curiosamente, nuestras dos unidades de pruebas llevaban el mismo neumático (Yokohama Advan A10), si bien el Mitsubishi calzaba unas 215/45 sobre llantas de 18 pulgadas. A pesar de este calzado algo exagerado, el Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D no resulta del todo incómodo, en parte por el mullido de los asientos, lo bastante blando como para que la espalda no sufra en exceso aunque la capacidad para absorber baches no es óptima. El tren trasero es impasible y la dirección bastante precisa —se nota que va sobrecalzado— pero el ESP no resulta demasiado intrusivo y actúa más en zona de baches por los rebotes de las ruedas que por deslizamiento lateral de éstas.
Por lo se refiere a prestaciones, el Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D acelera peor que el Subaru Impreza Bóxer Diesel —de motricidad anda justo, precisamente la virtud del Subaru Impreza — pero recupera mejor, pues no en vano cuenta con unos desarrollos más cortos. Esto se traduce en una mayor sonoridad pero no en un consumo superior. De hecho, el Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D gasta bastante menos, con notable diferencia en tráfico urbano y algo menos en autopista.
El turbo silva y la rumorosidad mecánica es considerable a bajo régimen por ciudad. El motor es razonable hasta 2.000 rpm y bastante bueno de ahí para arriba. Eso sí, basta abordar una zona más virada de lo habitual para percibir que el salto de tercera a segunda y viceversa sitúa al motor en una zona en la que no está del todo en su salsa. El cambio, por cierto, tiene un buen tacto pero la precisión o el recorrido no son una referencia.
Si comparamos el precio del Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D Instyle con el de un Subaru Impreza Bóxer Diesel Limited, éste es 900 euros más barato, pero el Lancer sale ganando al ver su equipamiento, con navegador, Bluetooth y control por voz entre otras cosas.
El acabado Instyle es el más completo del Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D, que ofrece otros dos más asequibles, Invite y Motion. El segundo cuesta 23.400 euros y prescinde de las luces bixenón activas, los asientos calefactables, el acceso sin llave y la tapicería de cuero.
El primero es aún más básico, ya que además carece de elementos como faros antiniebla, sensor de lluvia y luces, Bluetooth y volante multifunción entre otras cosas, amén de que lleva llantas de 16 pulgadas y aire acondicionado en lugar de climatizador.
El Mitsubishi Lancer Sportback no es un Lancer con carrocería familiar, sino una versión de cinco puertas cuya practicidad no se explota a fondo en aras del diseño. El motor, tan veterano y poco refinado como eficiente, es una de sus mejores bazas y lo mismo sucede con la relación precio/equipamiento.
En teoría, este Sportback es más práctico que el Sportsedán porque ofrece un doble fondo en el maletero o unos tiradores para abatir los asientos, pero la verdad es que pierde capacidad de carga y habitabildad. Su comportamiento resulta eficaz y seguro, sin cambios con respecto al Lancer de cuatro puertas.
— Recuperaciones
— Consumo contenido
— Equipamiento y precio
— Motor ruidoso
— Detalles de acabado y de ergonomía
— Maletero escaso
Mientras que el Mitsubishi Lancer con carrocería sedán de cuatro puertas está a medio camino entre los compactos y las berlinas por sus dimensiones exteriores, al Mitsubishi Lancer Sportback de cinco tampoco resulta sencillo buscarle rivales por idéntica razón. Seat Toledo y Skoda Octavia son los primeros nombres que pueden venir a la memoria, pero estos modelos apuestan claramente por la practicidad y se olvidan del estilo.
Más parecido es el Subaru Impreza Bóxer Diesel, que coincide con el Mitsubishi Lancer Sportback en precio, aspecto exterior y origen japonés. Sin embargo, a partir de ahí, tenemos diferencias considerables. Misubishi recurre a un convencional cuatro cilindros en línea y origen VW en lugar de un original bóxer de cosecha propia como hace Subaru.
Por dentro, el puesto de conducción es correcto salvo por la corta banqueta del asiento y el volante que no se ajusta en profundidad. El Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D ofrece menor altura y espacio para las rodillas, aunque es más ancho que el Subaru Impreza Bóxer Diesel. El maletero del Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D, a priori, es un poco más pequeño, pero bajo el piso hay 63 litros extras y la tapa —que puede situarse en dos alturas—ocupa otros 14 litros. Además hay dos prácticos tiradores para abatir los respaldos. En el habitáculo, el ajuste general es mejor que la calidad aparente de los materiales, con demasiado plástico duro a la vista. «Built for last» (hecho para durar) alegan en Mitsubishi. Puede que tengan razón —la marca suele estar entre las mejores en los informes sobre calidad y durabilidad—, pero el tacto de los parasoles no invita a creer en esa teoría. El Mitsubishi Lancer Sportback es algo más grande que el Subaru Impreza Bóxer Diesel y también tiene una pisada más amplia, con mayor batalla y vías, así como estabilizadoras más gruesas. El reparto de pesos es el mismo y, curiosamente, nuestras dos unidades de pruebas llevaban el mismo neumático (Yokohama Advan A10), si bien el Mitsubishi calzaba unas 215/45 sobre llantas de 18 pulgadas. A pesar de este calzado algo exagerado, el Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D no resulta del todo incómodo, en parte por el mullido de los asientos, lo bastante blando como para que la espalda no sufra en exceso aunque la capacidad para absorber baches no es óptima. El tren trasero es impasible y la dirección bastante precisa —se nota que va sobrecalzado— pero el ESP no resulta demasiado intrusivo y actúa más en zona de baches por los rebotes de las ruedas que por deslizamiento lateral de éstas.
Por lo se refiere a prestaciones, el Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D acelera peor que el Subaru Impreza Bóxer Diesel —de motricidad anda justo, precisamente la virtud del Subaru Impreza — pero recupera mejor, pues no en vano cuenta con unos desarrollos más cortos. Esto se traduce en una mayor sonoridad pero no en un consumo superior. De hecho, el Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D gasta bastante menos, con notable diferencia en tráfico urbano y algo menos en autopista.
El turbo silva y la rumorosidad mecánica es considerable a bajo régimen por ciudad. El motor es razonable hasta 2.000 rpm y bastante bueno de ahí para arriba. Eso sí, basta abordar una zona más virada de lo habitual para percibir que el salto de tercera a segunda y viceversa sitúa al motor en una zona en la que no está del todo en su salsa. El cambio, por cierto, tiene un buen tacto pero la precisión o el recorrido no son una referencia.
Si comparamos el precio del Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D Instyle con el de un Subaru Impreza Bóxer Diesel Limited, éste es 900 euros más barato, pero el Lancer sale ganando al ver su equipamiento, con navegador, Bluetooth y control por voz entre otras cosas.
El acabado Instyle es el más completo del Mitsubishi Lancer Sportback 2.0 DI-D, que ofrece otros dos más asequibles, Invite y Motion. El segundo cuesta 23.400 euros y prescinde de las luces bixenón activas, los asientos calefactables, el acceso sin llave y la tapicería de cuero.
El primero es aún más básico, ya que además carece de elementos como faros antiniebla, sensor de lluvia y luces, Bluetooth y volante multifunción entre otras cosas, amén de que lleva llantas de 16 pulgadas y aire acondicionado en lugar de climatizador.
El Mitsubishi Lancer Sportback no es un Lancer con carrocería familiar, sino una versión de cinco puertas cuya practicidad no se explota a fondo en aras del diseño. El motor, tan veterano y poco refinado como eficiente, es una de sus mejores bazas y lo mismo sucede con la relación precio/equipamiento.
En teoría, este Sportback es más práctico que el Sportsedán porque ofrece un doble fondo en el maletero o unos tiradores para abatir los asientos, pero la verdad es que pierde capacidad de carga y habitabildad. Su comportamiento resulta eficaz y seguro, sin cambios con respecto al Lancer de cuatro puertas.
— Recuperaciones
— Consumo contenido
— Equipamiento y precio
— Motor ruidoso
— Detalles de acabado y de ergonomía
— Maletero escaso