Mini One Cabrio

Si algo le faltaba al Mini para hacerlo aún más atractivo, era una versión descapotable con la que siempre encontraremos una excusa para salir de casa. Este cabrio es ágil, muy llamativo y su precio... Bueno, un capricho es un capricho y algunos -¡ay!- son tan necesarios...

Mini One Cabrio
Mini One Cabrio

Para qué negarlo: el Mini me enamoró desde que salió al mercado y, tras estar al volante de todas sus versiones con techo, he salido convencida de que es el coche ideal. Se adapta a las grandes ciudades como un guante: es ágil (muy ágil), rápido, atractivo –este punto, sencillamente, no es discutible- y compacto. Ideal para moverte entre el tráfico y estar todo el día de aquí para allá… Definitivamente, estamos hechos el uno para el otro.Tenía muy claro que su diseño era prácticamente inmejorable, cuando, de repente, me encuentro ante la versión descapotable. El Mini es un coche que “entra por los ojos" y, aunque sus rasgos son ya conocidos –hace cuatro años que está en el mercado-, quizá necesitaba de una nueva chispa que animara su simpática imagen. Para ello, nada mejor que diseñar un cabrio inconfundible que, además, conserva todas las virtudes dinámicas del modelo con techo.Faros con cristales transparentes, unos paragolpes ligeramente rediseñados, una parrilla con superficies más lisas, nuevos colores para las carrocerías (el de nuestra unidad de pruebas es exclusivo para las versiones cabrio) y para las tapicerías… El Mini descapotable trae una serie de sutiles cambios a la gama, con el fin de que su estética se conserve intacta. Los responsables del “look" descubierto pueden estar orgullosos, ya que el vehículo es inconfundible con capota y sin ella.

 
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La lona que configura el techo ha sido objeto de una cuidada realización. Cerrada, acusa los ruidos aerodinámicos a partir de los 140-150 km/h, aunque la sonoridad no es excesiva: llega a los 77 dB a 140 km/h, 5 dB más que en la versión con techo metálico.Cuando la abrimos, surge el mejor perfil de este coche, con un parabrisas poco inclinado y una línea de cintura ascendente. Tardaremos 15 segundos en descubrir el Mini, gracias a un movimiento tan sencillo como apretar un botón: no hace falta soltar cierres o enganches. En la primera fase, el techo se replegará hasta lograr una abertura de 40 centímetros, una operación que podremos realizar a una velocidad de hasta 120 km/h. Si pulsamos una segunda vez, comenzará la segunda etapa, durante la que tendremos que detener el vehículo. Las ventanillas posteriores bajarán y la capota se plegará en forma de “Z" sobre el asiento trasero, quedando a la vista. Ya tenemos nuestro cabrio. Gracias a este sistema, que guarda las varillas y mecanismos del techo en los laterales de las dos plazas posteriores, la capacidad del maletero no se resiente. De hecho, ésta es 5 litros mayor que en la versión cerrada y llega hasta los 155 litros -según las mediciones de nuestro Centro Técnico- cuando la capota está puesta, aunque colocar el equipaje no es tan sencillo como en su “mellizo". Para empezar, el portón se abre hacia abajo (como en el Mini original), lo que nos obliga a inclinarnos para acomodar los bultos, al separarnos del coche. La plataforma que se descubre es capaz de soportar hasta 80 kilos de peso, si nos atenemos a lo que anuncia la marca. La amplitud que gana el maletero la pierden las plazas traseras, con 97 centímetros de anchura, 10 menos que en la versión con techo. A menos que sean de talla pequeña, dos adultos viajarán bastante incómodos, ya que tampoco contarán con un espacio excesivo (64 – 67 centímetros) para las piernas. Además, con la capota cerrada, la sensación es agobiante; pese a que la altura al techo es incluso mayor que en el Mini “normal", el interior, con la lona negra, es oscuro y algo claustrofóbico. Las cosas mejoran cuando viajamos a cielo abierto, aunque entonces nuestros sufridos acompañantes tendrán que luchar contra el aire que se arremolina en la zona posterior. Opcionalmente, podremos hacernos con un protector contra el viento, pero éste reducirá aún más la ya de por sí delicada visión trasera.Es una de las tachas que primero surgen al sentarnos tras el volante. Los confortables asientos recogen el cuerpo a la perfección, todos los mandos quedan a mano (los del intermitente y el limpiaparabrisas siguen teniendo un tacto que parece endeble, debido a la fina unión con la caña de la dirección), los relojes son grandes y originales y se mantienen los acabados con un plástico de aspecto mejorable en las puertas y en el salpicadero (no todo podía ser perfecto). La visibilidad que ofrecen los espejos exteriores y el amplio parabrisas es buena, pero, si echamos un vistazo al espejo interior, no podremos decir lo mismo. Con la capota puesta, los reposacabezas traseros y los voluminosos arcos de seguridad que hay tras ellos se agolpan ante la luna posterior, de cristal. Al menos, en las maniobras contaremos con el sistema de ayuda al aparcamiento, de serie en los Mini Cabrio.Este dispositivo, que muy pocas veces está entre la dotación básica de un vehículo, es sólo el primero en la larga lista de elementos que configuran el equipamiento de este peculiar cabrio. Airbags frontales y laterales, ABS, EBD, sistema de asistencia a la frenada en curvas, indicador de pérdida de presión en los neumáticos (ante un pinchazo, no tendremos rueda de repuesto), espejos y elevalunas eléctricos, cierre centralizado con un mando a distancia que acciona las puertas, la capota, las ventanas, el portón o la tapa del depósito de gasolina… y todo por 18.700 euros. Es caro, ya lo sé, y no siempre podemos encontrar la justificación en los dispositivos que trae de serie, en la firma de BMW o en su diseño. Pero es tan bonito… La lista de elementos opcionales permite al comprador configurar este cabrio a medida. Además de las franjas para el capó o los nostálgicos faros adicionales –esos que, personalmente, pondría sin dudar en un Mini de mi propiedad-, tendremos a nuestra disposición unas llantas de aleación de 16 ó 17 pulgadas con sistema Run flat para los neumáticos, asientos tapizados en piel, lámparas de xenón, navegador, climatizador automático… y un control de estabilidad desconectable sobre el que enseguida tendrás más datos.Para qué negarlo: el Mini me enamoró desde que salió al mercado y, tras estar al volante de todas sus versiones con techo, he salido convencida de que es el coche ideal. Se adapta a las grandes ciudades como un guante: es ágil (muy ágil), rápido, atractivo –este punto, sencillamente, no es discutible- y compacto. Ideal para moverte entre el tráfico y estar todo el día de aquí para allá… Definitivamente, estamos hechos el uno para el otro.Tenía muy claro que su diseño era prácticamente inmejorable, cuando, de repente, me encuentro ante la versión descapotable. El Mini es un coche que “entra por los ojos" y, aunque sus rasgos son ya conocidos –hace cuatro años que está en el mercado-, quizá necesitaba de una nueva chispa que animara su simpática imagen. Para ello, nada mejor que diseñar un cabrio inconfundible que, además, conserva todas las virtudes dinámicas del modelo con techo.Faros con cristales transparentes, unos paragolpes ligeramente rediseñados, una parrilla con superficies más lisas, nuevos colores para las carrocerías (el de nuestra unidad de pruebas es exclusivo para las versiones cabrio) y para las tapicerías… El Mini descapotable trae una serie de sutiles cambios a la gama, con el fin de que su estética se conserve intacta. Los responsables del “look" descubierto pueden estar orgullosos, ya que el vehículo es inconfundible con capota y sin ella.

 
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La lona que configura el techo ha sido objeto de una cuidada realización. Cerrada, acusa los ruidos aerodinámicos a partir de los 140-150 km/h, aunque la sonoridad no es excesiva: llega a los 77 dB a 140 km/h, 5 dB más que en la versión con techo metálico.Cuando la abrimos, surge el mejor perfil de este coche, con un parabrisas poco inclinado y una línea de cintura ascendente. Tardaremos 15 segundos en descubrir el Mini, gracias a un movimiento tan sencillo como apretar un botón: no hace falta soltar cierres o enganches. En la primera fase, el techo se replegará hasta lograr una abertura de 40 centímetros, una operación que podremos realizar a una velocidad de hasta 120 km/h. Si pulsamos una segunda vez, comenzará la segunda etapa, durante la que tendremos que detener el vehículo. Las ventanillas posteriores bajarán y la capota se plegará en forma de “Z" sobre el asiento trasero, quedando a la vista. Ya tenemos nuestro cabrio. Gracias a este sistema, que guarda las varillas y mecanismos del techo en los laterales de las dos plazas posteriores, la capacidad del maletero no se resiente. De hecho, ésta es 5 litros mayor que en la versión cerrada y llega hasta los 155 litros -según las mediciones de nuestro Centro Técnico- cuando la capota está puesta, aunque colocar el equipaje no es tan sencillo como en su “mellizo". Para empezar, el portón se abre hacia abajo (como en el Mini original), lo que nos obliga a inclinarnos para acomodar los bultos, al separarnos del coche. La plataforma que se descubre es capaz de soportar hasta 80 kilos de peso, si nos atenemos a lo que anuncia la marca. La amplitud que gana el maletero la pierden las plazas traseras, con 97 centímetros de anchura, 10 menos que en la versión con techo. A menos que sean de talla pequeña, dos adultos viajarán bastante incómodos, ya que tampoco contarán con un espacio excesivo (64 – 67 centímetros) para las piernas. Además, con la capota cerrada, la sensación es agobiante; pese a que la altura al techo es incluso mayor que en el Mini “normal", el interior, con la lona negra, es oscuro y algo claustrofóbico. Las cosas mejoran cuando viajamos a cielo abierto, aunque entonces nuestros sufridos acompañantes tendrán que luchar contra el aire que se arremolina en la zona posterior. Opcionalmente, podremos hacernos con un protector contra el viento, pero éste reducirá aún más la ya de por sí delicada visión trasera.Es una de las tachas que primero surgen al sentarnos tras el volante. Los confortables asientos recogen el cuerpo a la perfección, todos los mandos quedan a mano (los del intermitente y el limpiaparabrisas siguen teniendo un tacto que parece endeble, debido a la fina unión con la caña de la dirección), los relojes son grandes y originales y se mantienen los acabados con un plástico de aspecto mejorable en las puertas y en el salpicadero (no todo podía ser perfecto). La visibilidad que ofrecen los espejos exteriores y el amplio parabrisas es buena, pero, si echamos un vistazo al espejo interior, no podremos decir lo mismo. Con la capota puesta, los reposacabezas traseros y los voluminosos arcos de seguridad que hay tras ellos se agolpan ante la luna posterior, de cristal. Al menos, en las maniobras contaremos con el sistema de ayuda al aparcamiento, de serie en los Mini Cabrio.Este dispositivo, que muy pocas veces está entre la dotación básica de un vehículo, es sólo el primero en la larga lista de elementos que configuran el equipamiento de este peculiar cabrio. Airbags frontales y laterales, ABS, EBD, sistema de asistencia a la frenada en curvas, indicador de pérdida de presión en los neumáticos (ante un pinchazo, no tendremos rueda de repuesto), espejos y elevalunas eléctricos, cierre centralizado con un mando a distancia que acciona las puertas, la capota, las ventanas, el portón o la tapa del depósito de gasolina… y todo por 18.700 euros. Es caro, ya lo sé, y no siempre podemos encontrar la justificación en los dispositivos que trae de serie, en la firma de BMW o en su diseño. Pero es tan bonito… La lista de elementos opcionales permite al comprador configurar este cabrio a medida. Además de las franjas para el capó o los nostálgicos faros adicionales –esos que, personalmente, pondría sin dudar en un Mini de mi propiedad-, tendremos a nuestra disposición unas llantas de aleación de 16 ó 17 pulgadas con sistema Run flat para los neumáticos, asientos tapizados en piel, lámparas de xenón, navegador, climatizador automático… y un control de estabilidad desconectable sobre el que enseguida tendrás más datos.