Mercedes CLK 320

Hay pilotos y hay «gentlemen drivers», estos últimos tal vez no sean tan profesionales como los primeros, pero sus modos, su imagen y sus maneras en la pista les dan una imagen más amable y atractiva para muchos aficionados. Trasladado a un automóvil este concepto es perfectamente aplicable al nuevo CLK 320.

Mercedes CLK 320
Mercedes CLK 320

Desde el momento en el que nos introducimos en el coche por primera vez, una atmósfera especial nos envuelve en el habitáculo del CLK. Cierto es que elementos opcionales como la tapicería de cuero, ayudan a proporcionar ese toque de refinamiento que transmite el coche, tanto desde el exterior como desde el interior. La madera que adorna la consola central, tacto del volante y de la palanca de cambios y el discreto pero atractivo bramido del seis cilindros se encargan del resto.

En el exterior las opcionales —e innecesarias— llantas de 17 pulgadas, calzadas con generosos neumáticos de 225 de sección delante y 245 detrás, junto con la ausencia del pilar central y la estilizada línea de este coupé apenas recuerdan a la Clase C de la que se deriva y con la que comparte plataforma y suspensiones. Es otra cosa. Y desde luego que lo transmite por todos sus poros. Una vez en marcha la suavidad es la tónica general. Suavidad en la inserción de las marchas, suavidad en el convertidor de par y suavidad en la rodadura. Apenas nos da una idea de lo que puede dar de sí como deportivo.

Dos programas de cambio —Winter y Sport— seleccionables desde el puesto de conducción nos permiten elegir las leyes de cambio en función de nuestras necesidades dinámicas, además de la tercera , consistente en utilizar la transmisión de manera manual desplazando la palanca a izquierda o derecha para bajar o subir marchas. En el corto recorrido urbano que nos lleva hasta la autovía mantenemos el cambio en «D», comprobando como la transición de velocidades apenas es perceptible salvo por las oscilaciones del cuentavueltas.

En estas circunstancias, no compensa la utilización de la palanca y resulta mucho más satisfactorio dejarnos llevar utilizando sólo el freno y el acelerador mientras nos vamos familiarizando con el resto. No podemos desechar la tentación de ponernos a jugar con los controles del volante multifunción, desde el que podemos manejar el ordenador de a bordo, el equipo de sonido y, en caso de tenerlo, el teléfono. La información requerida aparece a nuestro gusto en una pantalla situada en el centro de la instrumentación de manera muy clara y fácil de leer. Aparte de esta pantalla, el resto de la instrumentación es tan sencilla como eficaz. Sorprende incluso la sobriedad, a primera vista excesiva, de los indicadores que, sin embargo resultan muy eficaces y al final llegan a parecernos más atractivos que otros más recargados.

Una vez en la autovía que nos lleva a nuestro terreno de pruebas pasamos el cambio a la posición Sport para comprobar cómo el aumento de las prestaciones en esta fase no repercute negativamente en la suavidad y salvo que empleemos el kick-down, los cambios se producen con idéntica suavidad y total ausencia de sacudidas a pesar de producirse a regímenes superiores. Llama la atención la facilidad con la que el CLK gana velocidad. En más de una ocasión hemos tenido que echar una furtiva mirada al velocímetro para comprobar que no eran los demás los que iban despacio, sino que nosotros circulábamos demasiado deprisa. La respuesta del motor a bajo régimen, proporcionalmente más brillante que la potencia final obtenida, y el cambio automático ofrecen un conjunto excelente en este sentido y permiten disponer de una respuesta al acelerador con la suficiente contundencia a cualquier velocidad que eleva de manera notable el agrado de utilización.