Mercedes C200 CDI Classic

Más que impresionar por su potencia, la versión 200 CDI del Clase C pretende entusiasmar con una suavidad de funcionamiento extraordinaria, asociada al refinamiento habitual de los productos de Mercedes.

Mercedes C200 CDI Classic
Mercedes C200 CDI Classic

Hay un secreto escondido en algún lugar de Stuttgart que nadie, hasta ahora, ha logrado encontrar. Nadie excepto, claro está, sus dueños, los hombres —y mujeres— de Mercedes. El secreto es cómo realizar los coches, de cómo darles un tacto único, de cómo hacerlos rodar por la carretera consiguiendo inducir en sus ocupantes la sensación de que no van en un coche. O, al menos, no en un coche normal y corriente. Este C200 CDI no rompe esta línea y en su marcha se aprecian las cualidades que han hecho famosa la marca de la estrella de tres puntas. Naturalmente, no se pueden pedir prestaciones espectaculares con esta relación peso/potencia, pero esta versión —la menos potente de la Clase C— se mueve más que dignamente por todo tipo de carreteras. Eso sí, para dejar el tráfico detrás se debe manejar la palanca de cambios sin tibieza, aprovechando la posibilidad que la marca otorga al disponer de seis relaciones hacia adelante. Por cierto, la sexta es algo larga y sirve para obtener unos excelentes —por lo bajos— consumos en toda circunstancia, siendo utilizable desde los 90/100 km/h, por lo que no se puede calificar como de overdrive. Con respecto a esta nueva tendencia al crecimiento —por ahora parece que infinito— del número de marchas de las cajas de cambio, incluso en versiones nada deportivas como ésta, sólo queremos mencionar que nos hace ratificarnos más en la creencia de la idoneidad del automatismo, puesto que, al final, la conducción llega a hacerse pesada con tanto cambio para arriba y cambio para abajo. Y eso que Mercedes ha dejado atrás aquella época en que los cambios manuales no eran lo suyo en cuanto al tacto y precisión de sus palancas. Ahora, su manejo es agradable y bastante rápido. Tantas marchas parece que se han hecho necesarias para extraer la quintaesencia de un motor que, no dejarse engañar por la nomenclatura de la versión —200—, es casi un 2,2 litros, pero con el que se obtiene una potencia que otras marcas consiguen normalmente con 2 litros. Sus 115 CV, vigorosos, eso sí, se enfrentan con la ruda tarea de tirar de más de tonelada y media, y claro, las prestaciones no son de traca. Digamos que se encuentran al límite que una marca como Mercedes debe admitir para alguno de sus productos… y precios. Porque, esa es otra, los 5,4 millones de pesetas que cuesta, pese a la magnífica calidad que se le presume, no deben dejar de lado un capítulo, las prestaciones, que, lo admitimos, a un buen número de clientes de la marca le importan bastante poco. Si correr, correr, no corre mucho, tampoco gasta combustible y eso también tiene su mérito, teniendo en cuenta el peso del coche. Sin duda, este parámetro tiene su importancia a la hora de frenar, prueba en la que el coche se defiende muy bien, pero en la que no es extraordinario. Claro que, con la suspensión blanda que lo caracteriza y una anchura más que discreta de neumáticos, no es extraño que no deslumbre en este apartado. Estas dos características, curiosamente, se alían para incidir de forma positiva en la comodidad.