Para mover el Carnival, Kia ha puesto al día el motor de 2,9 litros que ya existía con la incorporación de una alimentación por common rail y algo más de compresión, con lo que pasa de 126 a 144 CV, aunque el par máximo se reduzca ligeramente de 33,8 mkg a 2.000 rpm a 31,2 mkg al mismo régimen.
El caso es que para mover los casi 2.200 kg de peso real le vienen bien los 144 CV. Debido al peso, la respuesta no resulta explosiva ni se aprecia un tirón especial a ningún régimen. Al contrario, la fuerza llega de forma muy repartida, constante y progresiva, sin demasiada rapidez para subir vueltas, pero siempre con buena sensación de reserva de fuerza. Tampoco se muestra fino y resulta algo ruidoso, pero salvo esa última pincelada de finura, resuelve con soltura la papeleta. Permite mantener cruceros de 170 km/h de un marcador optimista e incluso ir más allá en bajadas pronunciadas, pero poco más, ya que el corte, situado a un conservador régimen de 4.100 rpm, se corresponde con los 170 km/h reales. Pero los desarrollos cortos, con una quinta de sólo 41,52 km/h por cada 1.000 vueltas, ayudan a la hora de alegrar la conducción en carretera o con carga. En vías rápidas es donde mejor se desenvuelve. Primero porque, una vez lanzado, se puede mantener con más facilidad la velocidad y, segundo porque, aunque las suspensiones son blandas y las ruedas cuentan con mucho perfil, la enorme distancia entre ejes y las vías anchas le proporcionan un aplomo notable, aunque con cierto balanceo de la carrocería.
En carretera, con curvas más cerradas, se agrava ese balanceo y las importantes inercias que genera. No puede exigírsele agilidad, pues se muestra condicionado por el peso y tamaño. Los asientos tampoco colaboran. Sujetan la parte inferior del tronco gracias a un tejido muy adherente, pero los hombros, con menos presión, se tienden a escapar hacia los lados a ritmo de curva. En este terreno más virado sí ayudan los desarrollos cortos y un cambio de buen tacto por suavidad y precisión. Las prestaciones frente al crono no son explosivas y se ve superado en cifras de aceleración y adelantamiento por el Voyager 2.5 CRD y todavía más por el Espace 2.2 dCi, saliendo algo mejor parado frente al Toyota Previa D4-D. Cuando se le exige un poco más, moviéndose entre curvas o en montaña, salen a relucir las limitaciones de un equipo de frenos justo, que podría mejorar sustituyendo los tambores traseros por discos. La potencia de una frenada aislada está solucionada, pero las frenadas frecuentes y continuadas ponen en entredicho la resistencia. De nuevo aparece el fantasma del peso, un mal aliado, en especial en un coche pensado para cargarlo todavía más con personas y equipaje. Lo que desde luego no admite ni un reproche es el comportamiento. No por una estabilidad elevada, sino por la casi imposibilidad de que nos sorprenda con un mal gesto. No pasará muy rápido, pero cualquier exceso se corrige prácticamente solo.
La anchura y batalla grandes que tanto aplomo proporcionan en autopista, se vuelven en contra cuando nos metemos en ciudades llenas de coches. El Carnival es grande, con paragolpes voluminosos y muy ancho. Además gira poco, con un diámetro de 12,8 metros. Las calles estrechas se le atragantan, pero también los aparcamientos y, en general, todo tipo de maniobras.
El consumo, uno de los puntos de mayor interés para futuros compradores, se resuelve con una media bastante aceptable. Nueve litros en nuestras mediciones habituales para su tamaño y peso se pueden aceptar. Se sitúa entre medias del Previa, con 7,9 l/100 km y el Voyager, con 10,1 l/100 km.
En líneas generales, el Carnival es mejor elección de lo que se puede pensar a priori, ya que ofrece mucho espacio por un precio ajustado. El que necesite ese espacio, prescinda de la solera de marca y quiera gastarse lo mínimo, éste es su coche.