Honda FR-V 2.0 i-VTEC Exclusive

El FR-V es la propuesta de Honda para los monovolúmenes medios y, en esa lucha por el mercado, Honda gana puestos al ofrecer un coche comodísimo y con aspecto muy deportivo que, además, tiene seis plazas. Lástima que el motor acuse demasiado el peso y que no haya alternativa Diesel.

Honda FR-V 2.0 i-VTEC Exclusive
Honda FR-V 2.0 i-VTEC Exclusive

Por un precio base de 23.000 euros, el Honda FR-V ofrece un equipamiento bastante interesante y muy completo. En el interior, destaca la presencia del climatizador, que es de serie, lo mismo que el equipo de sonido con mandos en el volante y cargador para seis discos. También son de fábrica el techo practicable eléctrico, los asientos deslizantes, el ordenador de a bordo y el sensor de lluvia. Esta dotación se puede ampliar con el navegador, que cuesta 2.250 euros.
El capítulo mecánico y de seguridad, por su parte, cuenta con airbag de conductor, acompañante, laterales y traseros. También hay llantas de aleación de 16 pulgadas, control de estabilidad, control de crucero, ABS y ayuda a la frenada de emergencia, y todo ello, de serie. Lo peor es la ya comentada rueda de repuesto de “galleta". Un coche de este tipo no puede confiarse a esa ruedecita, limitada a un uso temporal y con restrcciones de velocidad.
Ya sólo queda por añadir la pintura metalizada, que cuesta 400 euros. Después de varios días al volante del FR-V, exprimidas sus posibilidades, analizadas sus ventajas y descubiertas sus carencias, uno se queda con un cierto regusto agridulce. El coche es una maravilla en cuanto a comodidad, diseño y espacio interior, pero se queda corto en respuesta mecánica y no es nada del otro mundo por dinamismo.

Así las cosas, el Honda FR-V es un coche que merece un examen en profundidad para comprender cuál es su posición en el mercado y qué ofrece de especial para hacerse con un hueco propio.

 
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Con lo reñido que está el segmento de los monovolúmenes, Honda apuesta por una zona poco concurrida, la más deportivas de la categoría. En ese tramo del mercado, donde sólo están el Altea y el C-Max, es donde quiere competir Honda con el FRV, un hueco que antes ocupaba su Stream. Ese plan de batalla se nota con sólo echar un vistazo al coche.
El monovolumen japonés ofrece una estampa inequívocamente deportiva y juvenil. Sobre sus compactos 4,29 metros de longitud se ha dibujado una carrocería robusta, llena de músculos y bastante baja para lo que es habitual en este segmento. Además, es muy ancho, 1,81 metros, lo que refuerza la imagen de coche agazapado, chaparro, lejos de las grandes alturas de otros familiares de este tipo.Así, más ancho que alto, no demasiado largo y calzado con grandes ruedas, el FR-V parece más una berlina grande y deportiva que un monovolumen. Lo tendida que va la línea capó-parabrisas subraya esa imagen, reforzada todavía por la rotunda zaga, que va rematada por un airoso espoiler sobre el portón.
Si combinamos esta estética con motores de gasolina Honda, avalados por su fama de poderosos y deportivos, tenemos lo que busca la firma japonesa: un coche familiar que no lo parezca. Un vehículo pensado para esos conductores que, obligados a llevar un coche grande, no reniegan de las emociones que proporcionan los cupés o las berlinas más audaces. Todo lo emocional que recubre el exterior del coche se traduce en practicidad y versatilidad en el interior. Lo primero que destaca del habitáculo es la presencia de seis plazas en dos filas. No es el primer modelo que recupera la fila de tres asientos delanteros, pero sí es de los mejores en cuanto a modularidad. Todas las butacas son independientes y se pueden desmontar. Pero, además, las dos centrales de cada fila se pueden mover por detrás de las de los lados, de forma que haya más espacio libre para las piernas. Esto tiene especial importancia en la fila delantera, pues, al echarse hasta 27 centímetros para atrás el pasajero del centro (sólo 23 los laterales) el conductor gana en comodidad.La gran anchura de la carrocería permite alojar esa fila triple delante sin que las dos butacas de los lados pierdan espacio. Además, al ser el suelo plano no hay obstáculos para las piernas de esos tres pasajeros de delante. Es más: la palanca de cambios se ha colocado en el salpicadero, lo mismo que el freno de mano, con lo que todavía hay menos impedimentos para los ocupantes.Así, estamos ante una zona delantera ejemplar, casi de manual del monovolumen. Caben tres personas y hay una sensación de espacio sorprendente, algo que es reforzado por el amplio y despejado salpicadero, el enorme parabrisas y el techo practicable. Además, la postura de conducción es muy correcta gracias a los reglajes en altura y profundidad de asiento y volante, aunque, eso sí, un poco desplazada hacia la izquierda, más apartada del centro del coche de lo que va en un modelo normal.
Las plazas traseras, en cambio, son más “canónicas". Igualmente desmontables, ofrecen una comodidad más que satisfactoria y son realmente amplias. También se pueden mover adelante y atrás, sobre todo la central, que puede recular para dejar sitio a la central delantera cuando ésta va para atrás. Claro que, cuando lo hace, le quita un buen “pellizco" al maletero y, desde luego, si éste va cargado no habrá retroceso posible. Aparte de esto, quizá lo peor de los asientos sea que resultan un poco duros y que sus tapizados no son nada emocionantes. Por último, el citado maletero destaca por su buen tamaño, 410 litros en su configuración más básica, y también por lo cómodo que es su acceso, a través de un enorme portón. Bajo el piso, el consabido hueco para la rueda de repuesto... que es de emergencia, un detalle muy feo.Tras este interesante planteamiento modular hay que destacar algunos puntos poco convincentes dentro del habitáculo. Para empezar, las banquetas de los asientos resultan un poco cortos, algo que no contribuye a mejorar la comodidad, y eso que, en general, el puesto de conducción es bastante bueno, con una posición al volante muy correcta.Después, no nos ha gustado nada el freno de mano, que parece el de una furgoneta. Va colgado por debajo del salpicadero y responde a un manejo torpe y poco intuitivo. Quizá hubiera sido mejor solución el típico freno de estacionamiento americano, que va accionado por el pie, o, todavía mejor, pero más caro, un freno de mano eléctrico, como los que ya montan Renault y Audi.
Tampoco está bien resuelta la disposición de algunos mandos. Al ser tan ancho el coche, se ha optado por un diseño de salpicadero muy ordenado pero, a la vez, muy extenso, con lo que hay mandos que quedan muy lejos de las manos, como los del climatizador y la radio. Tampoco es brillante la disposición de los elevalunas, que van colocados en el extremo izquierdo del salpicadero, muy escondidos. Otro defecto llamativo para un monovulumen es la ausencia de huecos. Los que se reparten por las puertas son minúsculos, lo mismo que la guantera, con lo que sólo queda el cajón que va debajo del asiento delantero central. Por cierto, hay que señalar que la banqueta de esta plaza puede levantarse para dar acceso a unos pequeños compartimentos. También se puede plegar hacia delante su respaldo, lo que da lugar una mesita. En resumen, estas pegas son detalles que restan puntos a una nota media que, de lo contrario, habría sido muy alta. Tampoco ayuda mucho la mala calidad de algunos plásticos del salpicadero: demasiado duros. En cambio, el acabado y el remate de los diferentes componentes es muy bueno, lo mismo que el tacto de mandos y botones.Por un precio base de 23.000 euros, el Honda FR-V ofrece un equipamiento bastante interesante y muy completo. En el interior, destaca la presencia del climatizador, que es de serie, lo mismo que el equipo de sonido con mandos en el volante y cargador para seis discos. También son de fábrica el techo practicable eléctrico, los asientos deslizantes, el ordenador de a bordo y el sensor de lluvia. Esta dotación se puede ampliar con el navegador, que cuesta 2.250 euros.
El capítulo mecánico y de seguridad, por su parte, cuenta con airbag de conductor, acompañante, laterales y traseros. También hay llantas de aleación de 16 pulgadas, control de estabilidad, control de crucero, ABS y ayuda a la frenada de emergencia, y todo ello, de serie. Lo peor es la ya comentada rueda de repuesto de “galleta". Un coche de este tipo no puede confiarse a esa ruedecita, limitada a un uso temporal y con restrcciones de velocidad.
Ya sólo queda por añadir la pintura metalizada, que cuesta 400 euros. Después de varios días al volante del FR-V, exprimidas sus posibilidades, analizadas sus ventajas y descubiertas sus carencias, uno se queda con un cierto regusto agridulce. El coche es una maravilla en cuanto a comodidad, diseño y espacio interior, pero se queda corto en respuesta mecánica y no es nada del otro mundo por dinamismo.

Así las cosas, el Honda FR-V es un coche que merece un examen en profundidad para comprender cuál es su posición en el mercado y qué ofrece de especial para hacerse con un hueco propio.

 
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Con lo reñido que está el segmento de los monovolúmenes, Honda apuesta por una zona poco concurrida, la más deportivas de la categoría. En ese tramo del mercado, donde sólo están el Altea y el C-Max, es donde quiere competir Honda con el FRV, un hueco que antes ocupaba su Stream. Ese plan de batalla se nota con sólo echar un vistazo al coche.
El monovolumen japonés ofrece una estampa inequívocamente deportiva y juvenil. Sobre sus compactos 4,29 metros de longitud se ha dibujado una carrocería robusta, llena de músculos y bastante baja para lo que es habitual en este segmento. Además, es muy ancho, 1,81 metros, lo que refuerza la imagen de coche agazapado, chaparro, lejos de las grandes alturas de otros familiares de este tipo.Así, más ancho que alto, no demasiado largo y calzado con grandes ruedas, el FR-V parece más una berlina grande y deportiva que un monovolumen. Lo tendida que va la línea capó-parabrisas subraya esa imagen, reforzada todavía por la rotunda zaga, que va rematada por un airoso espoiler sobre el portón.
Si combinamos esta estética con motores de gasolina Honda, avalados por su fama de poderosos y deportivos, tenemos lo que busca la firma japonesa: un coche familiar que no lo parezca. Un vehículo pensado para esos conductores que, obligados a llevar un coche grande, no reniegan de las emociones que proporcionan los cupés o las berlinas más audaces. Todo lo emocional que recubre el exterior del coche se traduce en practicidad y versatilidad en el interior. Lo primero que destaca del habitáculo es la presencia de seis plazas en dos filas. No es el primer modelo que recupera la fila de tres asientos delanteros, pero sí es de los mejores en cuanto a modularidad. Todas las butacas son independientes y se pueden desmontar. Pero, además, las dos centrales de cada fila se pueden mover por detrás de las de los lados, de forma que haya más espacio libre para las piernas. Esto tiene especial importancia en la fila delantera, pues, al echarse hasta 27 centímetros para atrás el pasajero del centro (sólo 23 los laterales) el conductor gana en comodidad.La gran anchura de la carrocería permite alojar esa fila triple delante sin que las dos butacas de los lados pierdan espacio. Además, al ser el suelo plano no hay obstáculos para las piernas de esos tres pasajeros de delante. Es más: la palanca de cambios se ha colocado en el salpicadero, lo mismo que el freno de mano, con lo que todavía hay menos impedimentos para los ocupantes.Así, estamos ante una zona delantera ejemplar, casi de manual del monovolumen. Caben tres personas y hay una sensación de espacio sorprendente, algo que es reforzado por el amplio y despejado salpicadero, el enorme parabrisas y el techo practicable. Además, la postura de conducción es muy correcta gracias a los reglajes en altura y profundidad de asiento y volante, aunque, eso sí, un poco desplazada hacia la izquierda, más apartada del centro del coche de lo que va en un modelo normal.
Las plazas traseras, en cambio, son más “canónicas". Igualmente desmontables, ofrecen una comodidad más que satisfactoria y son realmente amplias. También se pueden mover adelante y atrás, sobre todo la central, que puede recular para dejar sitio a la central delantera cuando ésta va para atrás. Claro que, cuando lo hace, le quita un buen “pellizco" al maletero y, desde luego, si éste va cargado no habrá retroceso posible. Aparte de esto, quizá lo peor de los asientos sea que resultan un poco duros y que sus tapizados no son nada emocionantes. Por último, el citado maletero destaca por su buen tamaño, 410 litros en su configuración más básica, y también por lo cómodo que es su acceso, a través de un enorme portón. Bajo el piso, el consabido hueco para la rueda de repuesto... que es de emergencia, un detalle muy feo.Tras este interesante planteamiento modular hay que destacar algunos puntos poco convincentes dentro del habitáculo. Para empezar, las banquetas de los asientos resultan un poco cortos, algo que no contribuye a mejorar la comodidad, y eso que, en general, el puesto de conducción es bastante bueno, con una posición al volante muy correcta.Después, no nos ha gustado nada el freno de mano, que parece el de una furgoneta. Va colgado por debajo del salpicadero y responde a un manejo torpe y poco intuitivo. Quizá hubiera sido mejor solución el típico freno de estacionamiento americano, que va accionado por el pie, o, todavía mejor, pero más caro, un freno de mano eléctrico, como los que ya montan Renault y Audi.
Tampoco está bien resuelta la disposición de algunos mandos. Al ser tan ancho el coche, se ha optado por un diseño de salpicadero muy ordenado pero, a la vez, muy extenso, con lo que hay mandos que quedan muy lejos de las manos, como los del climatizador y la radio. Tampoco es brillante la disposición de los elevalunas, que van colocados en el extremo izquierdo del salpicadero, muy escondidos. Otro defecto llamativo para un monovulumen es la ausencia de huecos. Los que se reparten por las puertas son minúsculos, lo mismo que la guantera, con lo que sólo queda el cajón que va debajo del asiento delantero central. Por cierto, hay que señalar que la banqueta de esta plaza puede levantarse para dar acceso a unos pequeños compartimentos. También se puede plegar hacia delante su respaldo, lo que da lugar una mesita. En resumen, estas pegas son detalles que restan puntos a una nota media que, de lo contrario, habría sido muy alta. Tampoco ayuda mucho la mala calidad de algunos plásticos del salpicadero: demasiado duros. En cambio, el acabado y el remate de los diferentes componentes es muy bueno, lo mismo que el tacto de mandos y botones.