Ford Fiesta 1.6 Automático

La introducción de la caja de cambios automática Durashift en el Fiesta supone un plus de confort no exento de deportividad para uno de los utilitarios más destacados del segmento.

Ford Fiesta 1.6 Automático
Ford Fiesta 1.6 Automático

Los cambios automáticos no han tenido nunca una gran acogida entre los automovilistas de nuestro país. No obstante, año tras año, contemplamos cómo es mayor el número de vehículos que lo incluyen, aunque la mayoría opcionalmente o asociado a versiones específicas. En el segmento de los pequeños esta tendencia también es notable y pocas son las gamas que no cuentan con una variante con caja de cambios automática, ya sea en forma de embrague pilotado, variador continuo o de convertidor hidráulico de par. Este es el caso del protagonista de nuestro test, el Fiesta Durashift Automatic, que equipa una caja automática de cuatro relaciones que no da opción de manejo secuencial. Lo novedoso de la unión entre cambio y motor es que no estamos ante un propulsor de escaso nivel prestacional o ante un Diesel de escasa cilindrada, algo que sí ofrecen otras marcas, sino ante una mecánica potente que transforma el carácter de este utilitario y que no limita su radio de acción al paisaje urbano. Esta caja de cambios de cuatro relaciones, que la marca automovilística denomina Durashift Automatic, está también presente en el Fusion y lo estará en la futura generación del Focus. Los principales defensores de los cambios manuales suelen criticar de los automáticos su precio más elevado, su mayor consumo y la brusquedad y falta de refinamiento de los mismos, que los limitaban a la hora de intentar extraer el potencial de las mecánicas a las que iban asociadas.Es cierto que el precio es superior, exactamente son 1.000 euros más a igualdad de motor y equipamiento, pero hay que tener en cuenta el plus de confort que obtenemos cada vez que no tenemos que pisar el embrague para cambiar de marcha, algo que en el atasco diario sabremos agradecer aún más.La segunda crítica, la del mayor coste de utilización, también es cierta: los datos demuestran que consume más. Sin embargo, la diferencia es mínima, tanto si tomamos como referencia los datos oficiales de la marca (obtenidos en condiciones óptimas) o los de nuestro Centro Técnico (que toman como base una utilización “normal" del automóvil). Con los primeros, la variante automática consume 0,9 litros más de media (7,5 frente a 6,6 litros de media a los 100 km), mientras que basándonos en nuestras propias mediciones, la diferencia se reduce a sólo medio litro (8,1 frente a 7,6 litros de media a los 100 km). Cada uno es muy libre de hacer con su dinero lo que le plazca, pero consideramos que el factor económico no puede ser determinante: si nos gusta conducir cómodos, la elección es clara, elegiremos el automático.¿Es más brusco y menos refinado? Esta es una pregunta a la que cada uno responderá de forma muy subjetiva. Evidentemente, y aunque la mayoría de los conductores no lo notemos, las inserciones de marchas que realiza un ser humano son más lentas y menos precisas que las que efectúa una máquina. Comparados con otras transmisiones automáticas que hemos tenido la oportunidad de probar, hay que reseñar que la del Fiesta no es un prodigio de suavidad, aunque está lejos de las broncas realizaciones de otros modelos del segmento.. Aún con no ser el paradigma de la delicadeza, descubrir que hemos saltado de una relación a otra se convierte en una adivinanza continua… y no siempre acertamos. Esta caja de cambios es una apuesta de Ford por el automatismo, pues no está concebida para que el conductor la maneje en modo secuencial. Existen cinco programas diferentes de actuación del sistema, que son seleccionados por el Módulo de Control de Transmisión (TCM), en función de nuestra actuación sobre el acelerador y las condiciones orográficas. El primero de ellos es el “modo kickdown", por el que la transmisión retrasa hasta el máximo el paso a una relación superior, gozando de la “zona buena" del motor durante más tiempo. Esto se consigue cuando pisamos a fondo el acelerador, en previsión de una maniobra como un adelantamiento con escaso margen de maniobra.

El “modo montaña" lo agradecerán aquéllos conductores que circulen por zonas con grandes pendientes, pues adecua los cambios a la necesidad o no de potencia.

En el “modo bajada" se mejora la retención del motor cuando el sistema detecta que estamos descendiendo y reducimos la presión del pie sobre el acelerador o pisamos el freno.

El llamado “modo frío-calor" evita que se engranen relaciones largas hasta que el motor no ha alcanzado la temperatura adecuada.

Finalmente, el modo “over-ride" es en el que el conductor tiene un mayor nivel de actuación, pues se pulsa un botón situado bajo el pomo de la palanca. Al accionarlo, el sistema se encarga de limitar el engranaje a las tres primeras velocidades (vetando la cuarta) para mejorar la respuesta del propulsor ante demandas extras de potencia. Los cambios automáticos no han tenido nunca una gran acogida entre los automovilistas de nuestro país. No obstante, año tras año, contemplamos cómo es mayor el número de vehículos que lo incluyen, aunque la mayoría opcionalmente o asociado a versiones específicas. En el segmento de los pequeños esta tendencia también es notable y pocas son las gamas que no cuentan con una variante con caja de cambios automática, ya sea en forma de embrague pilotado, variador continuo o de convertidor hidráulico de par. Este es el caso del protagonista de nuestro test, el Fiesta Durashift Automatic, que equipa una caja automática de cuatro relaciones que no da opción de manejo secuencial. Lo novedoso de la unión entre cambio y motor es que no estamos ante un propulsor de escaso nivel prestacional o ante un Diesel de escasa cilindrada, algo que sí ofrecen otras marcas, sino ante una mecánica potente que transforma el carácter de este utilitario y que no limita su radio de acción al paisaje urbano. Esta caja de cambios de cuatro relaciones, que la marca automovilística denomina Durashift Automatic, está también presente en el Fusion y lo estará en la futura generación del Focus. Los principales defensores de los cambios manuales suelen criticar de los automáticos su precio más elevado, su mayor consumo y la brusquedad y falta de refinamiento de los mismos, que los limitaban a la hora de intentar extraer el potencial de las mecánicas a las que iban asociadas.Es cierto que el precio es superior, exactamente son 1.000 euros más a igualdad de motor y equipamiento, pero hay que tener en cuenta el plus de confort que obtenemos cada vez que no tenemos que pisar el embrague para cambiar de marcha, algo que en el atasco diario sabremos agradecer aún más.La segunda crítica, la del mayor coste de utilización, también es cierta: los datos demuestran que consume más. Sin embargo, la diferencia es mínima, tanto si tomamos como referencia los datos oficiales de la marca (obtenidos en condiciones óptimas) o los de nuestro Centro Técnico (que toman como base una utilización “normal" del automóvil). Con los primeros, la variante automática consume 0,9 litros más de media (7,5 frente a 6,6 litros de media a los 100 km), mientras que basándonos en nuestras propias mediciones, la diferencia se reduce a sólo medio litro (8,1 frente a 7,6 litros de media a los 100 km). Cada uno es muy libre de hacer con su dinero lo que le plazca, pero consideramos que el factor económico no puede ser determinante: si nos gusta conducir cómodos, la elección es clara, elegiremos el automático.¿Es más brusco y menos refinado? Esta es una pregunta a la que cada uno responderá de forma muy subjetiva. Evidentemente, y aunque la mayoría de los conductores no lo notemos, las inserciones de marchas que realiza un ser humano son más lentas y menos precisas que las que efectúa una máquina. Comparados con otras transmisiones automáticas que hemos tenido la oportunidad de probar, hay que reseñar que la del Fiesta no es un prodigio de suavidad, aunque está lejos de las broncas realizaciones de otros modelos del segmento.. Aún con no ser el paradigma de la delicadeza, descubrir que hemos saltado de una relación a otra se convierte en una adivinanza continua… y no siempre acertamos. Esta caja de cambios es una apuesta de Ford por el automatismo, pues no está concebida para que el conductor la maneje en modo secuencial. Existen cinco programas diferentes de actuación del sistema, que son seleccionados por el Módulo de Control de Transmisión (TCM), en función de nuestra actuación sobre el acelerador y las condiciones orográficas. El primero de ellos es el “modo kickdown", por el que la transmisión retrasa hasta el máximo el paso a una relación superior, gozando de la “zona buena" del motor durante más tiempo. Esto se consigue cuando pisamos a fondo el acelerador, en previsión de una maniobra como un adelantamiento con escaso margen de maniobra.

El “modo montaña" lo agradecerán aquéllos conductores que circulen por zonas con grandes pendientes, pues adecua los cambios a la necesidad o no de potencia.

En el “modo bajada" se mejora la retención del motor cuando el sistema detecta que estamos descendiendo y reducimos la presión del pie sobre el acelerador o pisamos el freno.

El llamado “modo frío-calor" evita que se engranen relaciones largas hasta que el motor no ha alcanzado la temperatura adecuada.

Finalmente, el modo “over-ride" es en el que el conductor tiene un mayor nivel de actuación, pues se pulsa un botón situado bajo el pomo de la palanca. Al accionarlo, el sistema se encarga de limitar el engranaje a las tres primeras velocidades (vetando la cuarta) para mejorar la respuesta del propulsor ante demandas extras de potencia.