Desde la extinta Serie 8, BMW llevaba mucho tiempo sin tener un coche en este segmento, al que vuelve con el modelo más sofisticado que ha comercializado jamás. Visto al natural resulta todavía más sugerente que en fotografías, algo que no ha sido fácil de lograr debido a los exigentes requisitos aerodinámicos, pues no hay que olvidar que el i8 cuenta con un excelente Cx de 0,26, cifra aparentemente incompatible con un diseño tan emocional. Además de los bajos carenados, llantas aerodinámicas, unos neumáticos no excesivamente anchos, tomas de aire activas para refrigerar el motor eléctrico delantero y las conocidas "cortinas de aire", uno de sus secretos es la silueta de la carrocería. Como sabrás, la forma más eficiente para atravesar el aire es la de una gota de agua, y el BMW i8 intenta replicar esto con una zaga que se va estrechando. Sin embargo, para que la poca anchura trasera no afectase negativamente a su estética deportiva, se ha dotado a dicha zona de paneles flotantes que, sin obstaculizar el flujo de aire, otorgan al modelo unas medidas de lo más proporcionadas en las que no falta cierta agresividad. Y si sus líneas te resultan hipnóticas, espera a conocer sus demás virtudes.
Quizá el habitáculo no resulte tan futurista como el exterior, salvo por un cuadro de instrumentos completamente digital cuyos innovadores detalles acaban resultando intuitivos a los pocos kilómetros. Te resalta en un color más intenso hasta qué velocidad puedes circular en modo eléctrico (unos 126 km/h), o surge una sutil línea roja si has superado el límite permitido de la vía, siempre con un aspecto de lo más moderno. Al mismo tiempo, cambia de color y modifica el tipo de información según el modo de conducción seleccionado (deportivo, híbrido y eléctrico), y se puede complementar de manera opcional con un completo Head-Up Display prácticamente idéntico al que montan otros modelos más convencionales de BMW, en el que no faltan indicaciones del navegador. También la iluminación ambiental, así como las inserciones luminosas al más puro estilo de la última entrega de la película "Tron", cambian entre diversos tonos de blanco, anaranjado y azul en función de la configuración elegida en el menú.
Fuera de serie
Pese a su aspecto de superdeportivo, una vez que has superado el ancho umbral de la puerta y has descendido hasta el asiento resulta un coche casi normal y de lo más utilizable. El sonido al cerrar las puertas de apertura vertical denota calidad y robustez, y el tirador se alcanza sin tener que estirar demasiado el brazo. Ni siquiera al salir te das con la cabeza en la puerta, algo que sí ocurre en un Mercedes SLS durante los primeros días de uso. En cuanto a la postura de conducción, tampoco se le puede poner pegas y rápidamente te encuentras cómodo. Lo mejor de todo es que en ningún momento sientes que sea un coche aparatoso o estresante, ni siquiera en zonas urbanas, ya que tanto la visibilidad como el radio de giro son muy buenos. También el confort de suspensiones —algo menos en modo Sport—, resulta amable con nuestra espalda en todo momento. Eso sí, no hay mucho maletero, aunque las pequeñas plazas traseras pueden aportar cierta practicidad a la hora de llevar equipaje.
Pero vayamos a lo verdaderamente importante, el comportamiento. Antes de nada, hay que decir que no es un deportivo radical. De hecho, ni siquiera es posible desconectar por completo el control electrónico de estabilidad. Aclarado este punto, el i8 es un coche reactivo, ágil, y que transmite gran sensación de ligereza, en parte porque tiene un centro de gravedad muy bajo. Es muy preciso en todo momento, muy aplomado y permite ir muy rápido con facilidad. La dirección de radio progresivo (menos directa en su zona central y más directa pasado cierto ángulo de giro) transmite confianza e informa correctamente de la situación. En todo momento tienes la sensación de ser tú quien conduce, pues no hay sistemas "torque vectoring" ni diferenciales activos de ningún tipo, salvo el reparto de tracción entre ambos ejes fruto de la interacción entre el motor eléctrico delantero (131 CV) y el tricilíndrico turbo (231 CV) que mueve las ruedas traseras. Este último, que transmite su fuerza al tren trasero a través de una caja automática de 6 marchas, cuenta con un motor eléctrico adicional de 20 CV y 5,1 mkg que hace las veces de motor de arranque y de generador, pero también armoniza la respuesta en caso necesario y disimula el poco retardo del turbo. El tacto de freno, por su parte, es impecable para tratarse de un híbrido.
El empuje conjunto de la parte eléctrica y de combustión proporciona unas prestaciones de primer orden, ensalzadas por un sonido que, en modalidad Sport, se procesa a través del sistema de audio y llega al habitáculo a través de los altavoces, junto con otro altavoz externo. El tremendo par disponible en 5ª y 6ª permite que, al manejar el cambio manualmente —con las levas o con la propia palanca secuencialmente—, apenas tengamos que reducir, salvo para escuchar la melodía mecánica, golpes de gas y cambios de tonalidad. En modo Sport el motor de combustión permanece siempre en marcha y carga la batería para disponer de reserva eléctrica suficiente. Al mismo tiempo, se endurece la suspensión, la dirección, y la entrega de potencia se hace más contundente. Al devolver la palanca de cambios a su posición normal se activa el modo Comfort, que gestiona la parte eléctrica y la de combustión como cualquier híbrido. Aun así, permite circular en eléctrico hasta 64 km/h sin resultar lento. Al activar el modo eléctrico puro puedes llegar hasta unos 126 km/h (autolimitados), y aunque pises a fondo el acelerador (siempre que no hagas kick-down) el motor de combustión no arranca. En este caso, se mueve de manera muy solvente entre el tráfico, y anuncia una autonomía máxima de 37 km en el mejor de los casos. Con el depósito opcional de 42 litros (30 l de serie), la autonomía total llega hasta 600 km. Quizá este sea su punto débil, sobre todo en caso de usar el i8 para viajar, pues nuestra unidad, con el depósito normal a 3/4 de su capacidad y 9,9 l/100 km de consumo medio, marcaba una autonomía de 320 km. Por lo demás, no le veo ningún inconveniente destacable, sino todo lo contrario, incluso como el perfecto coche para todos los días.