Comparativa: Porsche Cayenne Diesel vs Porsche Cayenne Turbo S

El menos potente de la gama Porsche Cayenne es ya de por sí un producto soberbio, por lo que pagar 100.000 € adicionales por un Turbo S podría parecer fuera de lugar... hasta que lo conduces.

Pablo Mallo. Twitter: @p__mallo

Comparativa: Porsche Cayenne Diesel vs Porsche Cayenne Turbo S
Comparativa: Porsche Cayenne Diesel vs Porsche Cayenne Turbo S

La palabra Cayenne es sinónimo de coche aspiracional, un símbolo de estatus, pero sus connotaciones van mucho más allá. No hay que olvidar que hasta la llegada del Panamera era el único Porsche con el que poder viajar cómodamente con familia y equipaje, y encima, capacitado para rodar por campo o carreteras en mal estado. Sin duda, el coche total, aptitudes dinámicas incluidas, ya que dentro de los SUV de lujo pocos pueden presumir de un comportamiento similar.

 

Un Porsche Diesel

También ha sido pionero en eso y, aunque parezca un sacrilegio en una marca con semejante tradición deportiva, no lo es tanto si tenemos en cuenta sus dotes campestres, o la satisfacción de ver en el ordenador de viaje autonomías que pueden superar los 1.000 km, ¡en un Porsche! Es la opción para quien quiera practicidad y mayor economía de uso sin renunciar a un alto nivel tecnológico ni a una plataforma en la que apenas podrás encontrar debilidades de SUV. Es más, el equilibrio es su punto fuerte, y se puede ir mucho más allá de lo que su tamaño o aspecto sugieren. Tal es la confianza que brinda que, en el caso del Porsche Cayenne Diesel, el recorrido de pruebas fue nocturno, apoyado por unos faros bi-xenón direccionales con luz de giro adicional, cuya capacidad de iluminación se ha revelado a la altura de las circunstancias incluso en tramos de montaña.

 

Personalidad ejemplar

Por la noche, con tantos botones (hasta en el techo), parece que estás en la cabina de un avión. Pero no hace falta complicarse demasiado, basta localizar la tecla Sport, pulsarla, y de reojo constatar que se encienden en la consola central varios testigos rojos —el del propio pulsador, el de la suspensión en modo Sport y el Stop/Start apagado—, junto con una luz amarilla que parpadea mientras la suspensión neumática baja la carrocería. La transformación es notable, casi radical, como una invitación para poner a prueba el afinado bastidor, ya que el altísimo confort deja paso a una dureza propia de un deportivo. Si te dejas llevar en busca de sus límites, el ritmo que puedes alcanzar te obliga a cambiar referencias anteriores de otros modelos de su segmento, aunque siempre con total facilidad y neutralidad de reacciones. Los frenos, por su parte, son muy dosificables y capaces de detener el conjunto en muy pocos metros, sin desfallecer frente al trato exigente, a pesar de no ser los cerámicos que se ofrecen opcionalmente. En definitiva, y como ya hemos dicho en otras ocasiones, no es sólo un buen SUV, sino un buen Porsche.

 

Disfrazado de SUV

Al día siguiente llega el turno del Porsche Cayenne Turbo S, y ya en un primer momento, antes de despertar a su V8 biturbo con la llave de contacto, se notan diferencias. El deportivo asiento permite ajustar el apoyo lumbar en varias alturas, así como la longitud de la banqueta y la apertura de los pétalos laterales, tanto del respaldo como de la banqueta. Se logra una postura más "al ataque", combinada con un atractivo volante de tres radios y levas "de verdad", no los pulsadores del Diesel. La columna de la dirección se regula de manera eléctrica y hay lujos de todo tipo que en su hermano menor son extras, como el paquete Sport Chrono, el techo forrado en Alcantara o la suspensión neumática.

 

Pero lo que realmente importa no queda a la vista, ya que en el Porsche Cayenne Turbo S hay una suculenta carga tecnológica adicional que se traduce directamente en sensaciones. Hasta tal punto es otro coche que, en los primeros metros recorridos, todavía en zona urbana, se siente mucho más especial por sonido, respuesta, tacto del motor, dirección... No estamos a los mandos de cualquier Porsche.

 

Y si transmite cierta emoción a poca velocidad, no es más que un anticipo de lo que está por venir cuando las condiciones del tráfico permiten extraer su quintaesencia. El empuje disponible es brutal, acompañado de un evocador bramido del siempre lleno e inacabable motor. Y la capacidad para gestionar semejante caballería, junto con la puesta a punto del bastidor, es lo que resulta inusitado. En ciertos momentos realmente llegas a olvidar que estás conduciendo un SUV. Gira plano, con una precisión, una inmediatez en los apoyos y un límite de agarre a la altura de sus 551 CV, y con un tren delantero que, cuanta más carga de trabajo recibe, más incisivo se vuelve. Cualquier provocación en plena curva o exceso de gas se traduce en un deportivo deslizamiento del tren trasero, sin previo subviraje que dulcifique sus reacciones, puesto que le haría perder eficacia. No hace falta decir que su vertiginoso ritmo obliga a un mayor nivel de pilotaje que el pacífico Diesel, que a su lado ya no parece tan espectacular, pese a resultar brillante. Sin embargo, después de haber bajado del Turbo S notarás que hay cierta deriva del tren delantero si intentas abordar una curva a la misma velocidad, que su dirección no es tan directa, y que su eje trasero tarda demasiado en redondear. Aun así, una vez que desactivas la mentalidad Sport y vuelves a ser consciente de que lo que tienes entre manos es un SUV y no un 911, encuentras que el Diesel es quizá el Cayenne que te comprarías pensando de forma racional, lo que no quita para que el Turbo S tenga más sentido como Porsche excesivo, exótico y escaparate tecnológico de hasta dónde puede llegar un SUV de lujo. Pero con lo que cuesta, podrías comprarte el Cayenne Diesel y un 911...

 

La tecnología adicional del Turbo S

Además de contar con un embrague central variable en lugar de diferencial Torsen —lo que permite enviar más potencia al eje trasero que en el Diesel—, el Cayenne Turbo S dispone del denominado Porsche Torque Vectoring Plus (PTV Plus), un diferencial activo controlado electrónicamente que reparte la potencia entre las ruedas posteriores, tanto en retención como en aceleración. Se logra así una entrada en curva mucho más incisiva, con menor ángulo de la dirección y subsanando de raíz la tendencia al subviraje. Adicionalmente, los frenos pueden actuar sobre las ruedas del interior de la curva para lograr aún mayor eficacia al inscribirse en ella. El resultado es un dinamismo insospechado, al que hay que sumar barras estabilizadoras activas, que anulan el balanceo, y suspensión neumática específica de altura y dureza variables. Basta decir que es un coche que no desentona en un circuito, con las maneras deportivas  que te esperas de un verdadero Porsche de más de medio millar de caballos bajo el capó. Que su carrocería no te engañe.