El Clio, que nunca ha sido una referencia en espacio, sufre los avatares del progreso, y si con el metro en la mano no es especialmente pequeño, por percepción sí parece el más limitado en este aspecto. Los años pasan, sus cada vez más crecidos rivales relegan al Clio en habitabilidad, principalmente en las plazas traseras y maletero, pero en conjunto se presenta como un vehículo adaptado a las exigencias de nuestros días. Podemos seguir incidiendo en una postura de conducción rara, por la inclinación del volante y la alta posición del asiento, en el tacto de su dirección eléctrica o el guiado del cambio, pero nada que no sigamos encontrando salpicado en otros modelos. De hecho nos parece un coche mejor hecho y rematado que el C3 por calidad, no por practicidad, y disfruta de un equipamiento de serie que incluye climatizador y faros de xenón (de pago o no disponible en los demás) y de una finura de funcionamiento por mecánica y suspensiones de lo mejorcito.
En este sentido su motor 1.4 es el mejor de la categoría, si nos ceñimos a su cilindrada, lo que sumado al peso más bajo del Clio, hace que se aleje tanto del Polo como se acerca a sus rivales de 1,6 litros. Se le puede echar en falta una respuesta más llena a muy bajo régimen, comparado con sus rivales de 1,6 litros, pero su carácter de molinillo subiendo de vueltas compensa su déficit de cilindrada, que de paso le sirve para ajustar mucho los consumos. No obstante para quienes utilizan este tipo de vehículos también para realizar largos trayectos, se echa en falta el 1.6 110 CV que por razones políticas Renault ha dejado de comercializar en España.
En el agradable tacto de Clio influyen mucho sus suaves suspensiones, suaves pero que no degradan la solidez de la pisada. De hecho el equilibrio de aquéllas cuida ambos aspectos de comodidad y comportamiento, con un resultado global muy válido en nuestros días para el carácter global de este Clio.
El Clio, que nunca ha sido una referencia en espacio, sufre los avatares del progreso, y si con el metro en la mano no es especialmente pequeño, por percepción sí parece el más limitado en este aspecto. Los años pasan, sus cada vez más crecidos rivales relegan al Clio en habitabilidad, principalmente en las plazas traseras y maletero, pero en conjunto se presenta como un vehículo adaptado a las exigencias de nuestros días. Podemos seguir incidiendo en una postura de conducción rara, por la inclinación del volante y la alta posición del asiento, en el tacto de su dirección eléctrica o el guiado del cambio, pero nada que no sigamos encontrando salpicado en otros modelos. De hecho nos parece un coche mejor hecho y rematado que el C3 por calidad, no por practicidad, y disfruta de un equipamiento de serie que incluye climatizador y faros de xenón (de pago o no disponible en los demás) y de una finura de funcionamiento por mecánica y suspensiones de lo mejorcito.
En este sentido su motor 1.4 es el mejor de la categoría, si nos ceñimos a su cilindrada, lo que sumado al peso más bajo del Clio, hace que se aleje tanto del Polo como se acerca a sus rivales de 1,6 litros. Se le puede echar en falta una respuesta más llena a muy bajo régimen, comparado con sus rivales de 1,6 litros, pero su carácter de molinillo subiendo de vueltas compensa su déficit de cilindrada, que de paso le sirve para ajustar mucho los consumos. No obstante para quienes utilizan este tipo de vehículos también para realizar largos trayectos, se echa en falta el 1.6 110 CV que por razones políticas Renault ha dejado de comercializar en España.
En el agradable tacto de Clio influyen mucho sus suaves suspensiones, suaves pero que no degradan la solidez de la pisada. De hecho el equilibrio de aquéllas cuida ambos aspectos de comodidad y comportamiento, con un resultado global muy válido en nuestros días para el carácter global de este Clio.
El Clio, que nunca ha sido una referencia en espacio, sufre los avatares del progreso, y si con el metro en la mano no es especialmente pequeño, por percepción sí parece el más limitado en este aspecto. Los años pasan, sus cada vez más crecidos rivales relegan al Clio en habitabilidad, principalmente en las plazas traseras y maletero, pero en conjunto se presenta como un vehículo adaptado a las exigencias de nuestros días. Podemos seguir incidiendo en una postura de conducción rara, por la inclinación del volante y la alta posición del asiento, en el tacto de su dirección eléctrica o el guiado del cambio, pero nada que no sigamos encontrando salpicado en otros modelos. De hecho nos parece un coche mejor hecho y rematado que el C3 por calidad, no por practicidad, y disfruta de un equipamiento de serie que incluye climatizador y faros de xenón (de pago o no disponible en los demás) y de una finura de funcionamiento por mecánica y suspensiones de lo mejorcito.
En este sentido su motor 1.4 es el mejor de la categoría, si nos ceñimos a su cilindrada, lo que sumado al peso más bajo del Clio, hace que se aleje tanto del Polo como se acerca a sus rivales de 1,6 litros. Se le puede echar en falta una respuesta más llena a muy bajo régimen, comparado con sus rivales de 1,6 litros, pero su carácter de molinillo subiendo de vueltas compensa su déficit de cilindrada, que de paso le sirve para ajustar mucho los consumos. No obstante para quienes utilizan este tipo de vehículos también para realizar largos trayectos, se echa en falta el 1.6 110 CV que por razones políticas Renault ha dejado de comercializar en España.
En el agradable tacto de Clio influyen mucho sus suaves suspensiones, suaves pero que no degradan la solidez de la pisada. De hecho el equilibrio de aquéllas cuida ambos aspectos de comodidad y comportamiento, con un resultado global muy válido en nuestros días para el carácter global de este Clio.
El Clio, que nunca ha sido una referencia en espacio, sufre los avatares del progreso, y si con el metro en la mano no es especialmente pequeño, por percepción sí parece el más limitado en este aspecto. Los años pasan, sus cada vez más crecidos rivales relegan al Clio en habitabilidad, principalmente en las plazas traseras y maletero, pero en conjunto se presenta como un vehículo adaptado a las exigencias de nuestros días. Podemos seguir incidiendo en una postura de conducción rara, por la inclinación del volante y la alta posición del asiento, en el tacto de su dirección eléctrica o el guiado del cambio, pero nada que no sigamos encontrando salpicado en otros modelos. De hecho nos parece un coche mejor hecho y rematado que el C3 por calidad, no por practicidad, y disfruta de un equipamiento de serie que incluye climatizador y faros de xenón (de pago o no disponible en los demás) y de una finura de funcionamiento por mecánica y suspensiones de lo mejorcito.
En este sentido su motor 1.4 es el mejor de la categoría, si nos ceñimos a su cilindrada, lo que sumado al peso más bajo del Clio, hace que se aleje tanto del Polo como se acerca a sus rivales de 1,6 litros. Se le puede echar en falta una respuesta más llena a muy bajo régimen, comparado con sus rivales de 1,6 litros, pero su carácter de molinillo subiendo de vueltas compensa su déficit de cilindrada, que de paso le sirve para ajustar mucho los consumos. No obstante para quienes utilizan este tipo de vehículos también para realizar largos trayectos, se echa en falta el 1.6 110 CV que por razones políticas Renault ha dejado de comercializar en España.
En el agradable tacto de Clio influyen mucho sus suaves suspensiones, suaves pero que no degradan la solidez de la pisada. De hecho el equilibrio de aquéllas cuida ambos aspectos de comodidad y comportamiento, con un resultado global muy válido en nuestros días para el carácter global de este Clio.