El Lexus GS F aterriza en el segmento de las berlinas deportivas de gama alta, un territorio en el que el todopoderoso BMW M5 se mantiene como la referencia de la categoría.
Exteriormente el Lexus GS F, si bien cuenta con ligeros aditamentos aerodinámicos, un calzado y unos frenos que dejan claras sus intenciones, queda claro que tiene una personalidad menos deportiva y resulta menos llamativo que el BMW M5.
Si se analizan los datos técnicos, no cabe duda de que el BMW M5 es también un coche mucho más espectacular, sobre todo en lo que respecta al rendimiento que se declara para el motor. El V8 turboalimentado de 4,4 litros que le anima, desarrolla nada menos que 560 CV y un par máximo de 69,4 mkg a tan sólo 1.500 rpm. El Lexus GSF monta un motor atmosférico, algo casi anecdótico en la actualidad entre las mecánicas de alto rendimiento, también se conforma con 477 CV y un par máximo de 54 mkg, lo que por otra parte no está nada mal, ya que supone un rendimiento de 95,4 CV/litro. No conviene olvidar que el musculoso ocho cilindros está a la última en todo y además de inyección directa de combustible, cuenta con distribución variable y combina los ciclos de funcionamiento Otto y Atkinson para optimizar el rendimiento en toda la gama de revoluciones.
El motor japonés que anima al Lexus GS F se muestra muy poderoso y progresivo en su respuesta. Suave y muy refinado, sube de vueltas con facilidad, pero es a partir de 3.800 rpm, cuando se produce el cambio en el diagrama de la distribución, su carácter se transforma. El sonido se hace más ronco y comienza a empujar con mucha más fuerza y poderío, superando con facilidad y en constante progresión las 7.100 rpm, que es el régimen al que se alcanza la potencia máxima. No menos cautivadora es la capacidad que ofrece para recuperarse desde abajo cuando se rueda en marchas largas y el sonido que emite por los escapes.
BMW M5: impresionante y brutal
Pero si el motor del Lexus impresiona por su rendimiento y capacidad de empuje, comparado con el V8 turboalimentado del BMW M5, puede resultar incluso demasiado civilizado. Casi brutal en la entrega de potencia, el ocho cilindros de BMW puede parecer incluso excesivo para la mayoría. Su capacidad de empuje es absolutamente impresionante, rompe los esquemas a cualquiera y muchas veces es difícil administrar tan abundante e impetuosa caballería. Porque cuando se pisa el pedal del gas con decisión, los caballos llegan en tropel; no es de extrañar que los controles de estabilidad y tracción tengan mucho trabajo por delante y que el cuadro de instrumentos se pueda convertir así en un árbol de navidad en plena campaña.
Tanto el BMS M5 como el Lexus GS F son dos coches rapidísimos, si bien es verdad que es casi imposible aprovechar tan abundante caballería en carretera abierta. El poderío es impresionante y con ambos la sensación cuando se circula es la de estar jugando en otra división. Los adelantamientos se pueden realizar en tiempo récord y con la máxima seguridad; siempre tendremos reserva de potencia para reducir el tiempo de la maniobra y de forma especial con el BMW que se puede considerar un auténtico dragster.
Lexus GS F: más cómodo y equilibrado
El BMW M5 cuenta con amortiguación pilotada, pero incluso con el programa que elige los tarados más suaves, va más duro que el Lexus GS F. En este último los amortiguadores son convencionales, pero los tarados están muy bien escogidos, resultando un coche más confortable, si bien es verdad que tanto uno como el otro son auténticos superdotados realizar viajes de largo recorrido. Lo único que nos puede hacer perder algo de tiempo es la autonomía, ya que el consumo cuando se rueda a velocidades elevadas se dispara, especialmente en el caso del BMW.
A los mandos del BMW M5 impresiona lo bien que se apoya y la confianza que transmite en curva rápida; conviene eso sí, escoger siempre la marcha más larga, es más seguro y además se va más deprisa. A la hora de frenar, el tacto del equipo con discos cerámicos montado en la unidad de pruebas no termina de convencer, pero aguantan sin inmutarse el trato más exigente. El BMW M5 resulta muy voluminoso y es muy difícil aprovechar tan abundante caballería en los tramos más tortuosos sin perder tiempo con espectaculares cruzadas cuando se rueda con las ayudas a la conducción desconectadas total o parcialmente.
El Lexus GS F demuestra desde los primeros un carácter mucho más civilizado, pero no exento de emoción. El GS F enlaza los virajes con una facilidad asombrosa, se nota que es un coche más ligero –en torno a 100 kg- y que es capaz de negociar los giros más cerrados con más facilidad y confianza. En este caso son también muchos los caballos a domar sobre el tren trasero, pero son bastante más dóciles y se administran con más facilidad y control. Eso sí, se aprecia con claridad que en las zonas de aceleración no es tan rápido, pero gracias a su nobleza y buenas maneras, invita siempre a atacar con mucha tranquilidad y confianza, incluso en los giros más veloces. La sensación es siempre la de tener la situación bajo control y puestos a disfrutar, el Lexus GS F es un auténtico juguete. Los frenos además transmiten mucha confianza y son muy potentes, mientras que el cambio automático de convertidor de par, si bien no es tan deportivo como el de doble embrague del M5, sorprende por su buen funcionamiento en conducción deportiva. El nivel de estrés a los mandos es, desde mucho menor en el GS, mientras que el disfrute a los mandos es incluso más elevado.
BMW M5 y Lexus GS F, frente a frente
Desde luego, si lo que se buscan son prestaciones puras, sensaciones a flor de piel y la máxima emoción a los mandos, la elección pasa por el BMW M5. Ahora bien, si no importa perder algo en prestaciones en beneficio de una mayor agilidad y facilidad de manejo y también cobra protagonismo el confort de utilización, lo más conveniente es decantarse por el Lexus GS F.