Nismo es sinónimo de competición, sobre todo en su país de origen. Hace ya un tiempo, Nissan nos sorprendió con una versión muy especial del Juke, bajo denominación R, y que no era sino una preparación realizada por el preparador RML con la colaboración del Centro Técnico de Nissan en Europa. Bajo su capó delantero habían conseguido «meter» el motor V6 turbo, la caja de cambios de doble embrague, la tracción total y las suspensiones del GT-R. El resultado, un SUV de 485 CV con un empuje digno de un deportivo de altura. Sólo se construyeron dos unidades, una con volante a la derecha y otra a la izquierda, y fueron empleadas para diversos actos de Nissan y como un escaparate de hasta dónde se podía llegar con el Juke. En este modelo, denominado R «a secas» Nismo no tuvo nada que ver, no así en el que hoy ilustra nuestras páginas que está diseñado por este especial departamento de Nissan y tiene algunas diferencias con respecto a un Nissan Juke Nismo «a secas» para celebrar el 30 aniversario de Nismo. En el Nissan Juke Nismo RS separte de la misma base mecánica (el motor del Renault Clio R.S.) sólo que con una puesta a punto diferente para conseguir alcanzar los 214 CV de potencia (218 si nos decidimos por la versión con cambio manual de 6 velocidades). La ganancia de caballería con respecto al Juke Nismo que probamos en 2013 no se refleja en las prestaciones ya que el Nissan Juke Nismo RS con tracción total ha pesado 228 kg más que el 4x2 sin apellido RS, y eso, es un auténtico lastre a la hora de enfrentarse al cronómetro. Eso sí, las diferencias no son tan abultadas como esos más de 200 kg de sobrepeso pudieran dar a entender en un primer momento. Es más, si contamos con la relación peso/potencia, comprobaremos que mientras que el Nismo nos da 6,5 kg/CV el RS se queda en 7,1 kg/CV, es decir, cada CV de potencia tiene que tirar de 0,6 kg más en el caso del tracción total. Un esfuerzo considerable que se deja notar cuando comparamos los tiempos de las prestaciones.
Eso sí, el motor del Nissan Juke Nismo RS sigue siendo una auténtica delicia tanto en su capacidad para subir de revoluciones e ir ganando de forma rápida velocidad, como en su funcionamiento a bajas revoluciones. Sólo tiene un «pero» y no es otro que está unido, sin posibilidad de divorcio, a una caja de cambios de variador continuo que no da la talla, ni casa en ningún momento, con el carácter y planteamiento de este modelo. En el uso urbano, el cambio no aporta ese confort o relajación que un automático ofrece ya que tiene mucho más ruido que nueces y no es tan fino como lo es un cambio automático convencional, sobre todo a la hora de ir cambiando de relaciones. Si salimos a carretera y nos ponemos en modo «deportivo» hace que «tiremos la toalla» a los pocos kilómetros y bajemos el ritmo. En modo manual no hace honor a ese nombre nunca; sube y baja de marchas según su criterio y tan pronto te encuentras con una marcha más de la que tú quieres como justo al contrario. A eso hay que sumarle que tampoco hace caso en muchas ocasiones a tus órdenes de bajar marchas si estima que va a llegar, no al corte, sino cerca de él. En automático es lo mismo, pero por lo menos el conductor no tiene que ir dando a las levas tras el volante. Simplemente el cambio hace, en pocas palabras, lo que quiere. Como buen CVT que se precie, el ruido del motor siempre está por encima de la velocidad. Si vas a adelantar y pisas a fondo no hay una correspondencia entre cómo sube la aguja del velocímetro a cómo lo hacen los decibelios. Si no estás acostumbrado, como oyes mucho ruido, levantas el pie del acelerador; como lo levantas baja la velocidad, como la velocidad baja y tú lo que quieres es ir más rápido, vuelves a pisar a fondo… y vuelves al principio. No sabemos cuál es el motivo para empeñarse en poner un variador continuo en un coche que rezuma deportividad por todos y cada uno de sus apartados, pero no poner una caja de cambios manual o un cambio automático de los modernos nos parece un error mayúsculo.
Si el cambio es «la de cal», la de «arena» la pone la presencia de la tracción total. En el Nissan Juke Nismo 4x2 que probamos hace dos años, poníamos como uno de sus principales problemas el hecho de que este modelo iba «perdiendo rueda» por todos los lados. Daba igual que fuera en una aceleración rápida o a la salida de una curva. Pisar a fondo el acelerador se correspondía con una pérdida acusada de tracción. Para paliar este problema, en el Nismo RS 4x2 se ha instalado un diferencial autoblocante mecánico, elemento que falta en el 4x4 puesto que cuenta con el sistema TVS (Torque Vectoring System) que reparte el par entre ambos ejes y frena la rueda exterior en las curvas. El Nissan Juke Nismo RS 4x4 es «otro coche» comparado con el Nismo 4x2. Ahora sí que se aprovecha al máximo la potencia en todos los lados. El reparto de par es inmediato y hace que no se desperdicie ni un solo CV. Otra ventaja si nos decidimos por el 4x4 es la presencia de una suspensión trasera multibrazo en lugar de la de ruedas tiradas del 4x2. Esto, unido a unos refuerzos en el chasis, unos muelles y amortiguadores más firmes y una dirección afinada para esta versión, hace que nos encontremos ante un automóvil con el que disfrutar de las curvas (si nos olvidamos del cambio). Es cierto que el coche «se acuesta» bastante en las curvas cuando vamos apurando todo su potencial, pero no resulta en ningún momento nada preocupante. Vamos sumando más ventajas del RS: la presencia de unos discos de freno, firmados por Brembo, más grandes de tamaño que aguantan lo indecible y que tienen un buen mordiente. Se pueden apurar mucho las frenadas ya que frenan el coche con mucha eficacia.
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