Con la llegada del Mercedes S Cabriolet, son ya seis las variantes de carrocería que lafirma alemana presenta sobre su buque insignia. Y es que el actual Mercedes Clase S se puede elegir como: berlina; berlina de batalla larga; Clase S Maybach, con una batalla 20 cm mayor; Clase S Maybach Pullman, una limousina con 6,50 metros de longitud, S Coupé y el recién llegado S Cabriolet. Una opción que dejó de comercializarse a finales de los ’60 siendo desplazada la demanda al biplaza SL.
Derivado del Mercedes S Coupé, con el que comparte hasta el 60 por ciento de sus componentes, es un descapotable de lujo con cuatro plazas, aunque no más espaciosas que las de un Clase E Cabriolet. Su capota es de lona —con tres capas—, que se puede elegir en cuatro colores (negro, beige, azul o rojo), con accionamiento completamente eléctrico. En el proceso de apertura y cierre la marca dice que invierte 20 segundos —si bien nosotros hemos contabilizado 18—, pudiéndose operar en marcha a una velocidad de hasta 60 km/h. Se acciona desde un botón escondido bajo el apoyabrazos central, incómodo de operar en marcha, o desde la propia llave, con lo que podemos quitar la capota mientras nos aproximamos al coche a pie.
Con ella puesta, sorprende el gran aislamiento que consigue del exterior. Tanto, que su rumorosidad aerodinámica es comparable a la de una buena berlina de lujo, infinitamente mayor que el de otros descapotables e incluso la mayoría de coupés. Estudiadas juntas de goma y el doble acristalamiento también contribuyen a ello. Ya estamos deseando que pase por las manos de nuestro Centro Técnico para poder corroborar estas sensaciones con los registros que dicte el sonómetro.
Mercedes S Cabriolet, sin capota con independencia de la temperatura
Pero este coche está concebido para rodar a cielo abierto, circunstancia en la que la marca ha tratado de cuidar al máximo a su pasaje. No en vano, con el Aircap opcional (1.480 euros), compuesto por un deflector delantero sobre el marco del parabrisas y un derivavientos trasero tras los reposacabezas, que se elevan conjuntamente a golpe de botón, podemos viajar por autopista a alta velocidad sin que se produzcan molestos remolinos al menos en las plazas delanteras. La temperatura exterior no será impedimento, pues al Airscarf, que genera aire caliente alrededor de la nuca (971 €), se pueden sumar la calefacción de asientos, reposabrazos —tanto el central como los laterales— e incluso el volante (652 €). Además, estrena un sistema de climatización con regulación inteligente, que poco a poco se impondrá en el resto de descapotables de Mercedes, que no hace necesario seleccionar modos específicos para cuando la capota está puesta o no. Incluso durante su accionamiento, una función de atenuación trata de que la transición sea imperceptible para los ocupantes. En conjunto trabajan 12 sensores y 18 servomotores que tienen en cuenta tanto la temperatura interior, la exterior como la radiación solar o la humedad absoluta en la zona del parabrisas para que éste no se empañe. Durante la prueba, con una gran diferencia de temperatura durante el recorrido, lo cierto es que decidimos manejar la climatización de forma manual en algunos momentos al no encontrar en todo momento la climatización más adecuada.
En su interior se respira el mismo ambiente que en el S Coupé, con materiales de primer nivel con perfectos ajustes que crean una atmósfera de lujo y máximo cuidado por el detalle. Delante el espacio es sobrado, con funciones tan llamativas como la de masajes en los asientos, con uno llamado «Energizing» desarrollado en colaboración con fisioterapeutas que además del inflado de las 14 cámaras de aire aplica calor en determinados puntos. Atrás el panorama es algo diferente, sus dos asientos independientes abrazan el cuerpo con gran confort, pero el espacio que queda es justo. El maletero es pequeño por volumen —350 litros con la capota cerrada y 250 con ella abierta—, pero al menos ofrece una pequeña trampilla que comunica con el habitáculo para transportar elementos largos, como esquís, así como un novedoso estor de accionamiento eléctrico que no requiere bajarse del coche al quitar la capota si está habilitado como sí sucede, por ejemplo, en los SL o SLC.
Los motores del Mercedes S Cabriolet
La versión descapotable del Mercedes Clase S sólo va a contar con motores de gasolina. Arranca con el Mercedes S 500 Cabriolet, con un V8 biturbo de 4.7 litros capaz de generar 455 CV y 71,4 mkg. Es un propulsor que destaca por su suavidad y excelso refinamiento, con un gran poder de empuje, pero sin abandonar una tremenda progresividad cuando se hunde el pedal del acelerador a fondo. El V8, también biturbo, de la versión 63 AMG se siente más salvaje y potente, con 585 CV y 91,8 mkg. No es tan fino, pero también aporta una gran calidad de rodadura cuando se quiere rodar tranquilo. Ambos V8 disponen de un sistema de doble mariposa en el escape capaz de variar el sonido de su motor; de coche de representación a salvaje deportivo, más acentuado en el AMG, que incluso petardea al reducir. El primero cuenta con un cambio automático por convertidor de par con 9 velocidades, mientras que el 63 AMG dispone de una caja de 7 velocidades con embrague multidisco en lugar de convertidor de par. Como tope de gama encontramos el Mercedes S Cabriolet 65 AMG, que todavía tardará en llegar a los concesionarios, con un V12 6.0 de 630 CV y 102 mkg.
Así se comporta el Mercedes S Cabriolet
Con tanto lujo y con motores tan potentes… ¿Es posible que un «bicho» de 5,04 metros de longitud y más de dos toneladas se comporte como un deportivo? Lo cierto es que por lo que más destaca es por su confort de marcha, con una suspensión neumática Airmatic de regulación progresiva independiente para cada rueda —pero que no lee el terreno como en la berlina— que filtra a la perfección, con una calidad de bacheo superlativa. Su carrocería apenas balancea en las curvas, y vira bastante plana y aunque permite rodar por carreteras de montaña a un ritmo alto, al aproximarnos a las curvas a gran velocidad en todo momento quedan patentes sus dimensiones y elevada tara. La versión 63 AMG se muestra más firme, con mayor caída en las ruedas delanteras, una estabilizadora más gruesa y menor volumen de aire en los fuelles de la amortiguación; pero sin una significativa merma de confort.
A partir de 120 km/hla carrocería baja su altura 10 mm para reducir la resistencia aerodinámica —Cx de 0,29—, al tiempo que para circular por carreteras en mal estado o salvar la rampa de un garaje permite subir su altura en 40 mm —30 en el AMG—. Su tracción total 4Matic, con un reparto de par inicial del 33 por ciento delante y 67 por ciento detrás, trata que lo sintamos como un propulsión, pero siempre con las garantías de adherencia que aporta de las cuatro ruedas motrices.
La dirección electromecánica, de buen tacto y precisión, aunque no muy rápida, como gusta a los clientes de la marca, en una posible situación de sobreviraje indica al conductor hacia dónde tiene que girar para corregir la trayectoria. Su volante se regula tanto en altura como en profundidad eléctricamente. Para los frenos dispone de discos ventilados de generosas proporciones en ambos trenes, con un dispositivo que apoya ligeramente las pastillas y aumenta la presión del circuito al detectar una conducción deportiva o al levantar bruscamente el pie del pedal del acelerador para así conseguir parar el coche en la menor distancia posible. El 63 AMG, opcionalmente, puede recurrir a material cerámico, más potente y un 20 por ciento más ligeros. Las llantas van desde las 18”, con neumáticos 245/50R18 a las 20” con 255/40R20 para el tren delantero y 285/30R20 en el trasero. Por supuesto, dispone de múltiples ayudas a la conducción, con frenada automática a velocidades de más de 100 km/h, incluso en opción dispone de la visión nocturna Plus capaz de diferenciar entre peatones y animales, avisando a los primeros con las luces para que se percaten de la proximidad del vehículo.
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