Basta un vistazo apresurado para darse cuenta de que el Citroën C4 Cactus no es un coche más. A pesar de lo que su nombre sugiere, se desarrolla sobre la base técnica del más modesto C3, imbuida en un envoltorio de gran atractivo, especialmente para los más jóvenes. Su imagen desenfadada, con soluciones como los Airbumps protectores del exterior, carrocería elevada y confort general, aumentan el atractivo de un producto realmente diferente a cuanto estamos habituados a conducir.
Una de las versiones más personales es, curiosamente, la animada por el motor de gasolina más humilde de la gama. Se trata de un tres cilindros de 1,2 l de cilindrada y 82 CV que, pese a su modestia, permite mantener cruceros razonables en desplazamientos periféricos a poca agilidad que tuviéramos con el cambio —facilitada en este caso por el ETG5 de embrague robotizado—y llegaría a brillar en ciudad, con un gasto de combustible realmente contenido. Al ralentí resulta muy silencioso y vibra poco, característica se mantiene hasta el momento que alcanza la última parte del cuentarrevoluciones, cerca de la zona roja, en que deja sentir su condición de motor de tres cilindros. Su sencillez le hace adecuado para la conducción urbana, típica de trayectos cortos en los que apenas da tiempo a alcanzar la temperatura óptima de funcionamiento y tanto castiga los elementos de depuración de gases de los turbodiésel como las válvulas EGR y los filtros antipartículas.
Comodidad en ciudad
En este caso, el Pure Tech 1.2 se complementa con el cambio opcional ETG de cinco marchas. Es una opción que a cambio de 900 euros extras va a aportarnos comodidad, especialmente en ciudad, al evitar tener que pisar el pedal de embrague. De hecho, éste no existe sino que el mecanismo está integrado en la caja de cambios y se abrirá o cerrará bien de manera automática o bien obedeciendo a los impulsos de las levas —fijas— situadas detrás del volante.
Es un cambio que a diferencia de los automáticos convencionales de convertidor de par, requiere un pequeño periodo de aprendizaje para poder conseguir la máxima suavidad de funcionamiento. Implica apreciar cuándo va a producirse el cambio para en ese momento reducir la carga de acelerador evitando así el cabeceo del coche que llegaría primero cuando el cambio desembragara y en segundo lugar cuando se conectase la marcha superior. Una vez salvada esta circunstancia, es agradable de utilizar y llega a aportar una participación más activa en la conducción.
También en la ciudad podremos beneficiarnos de que su carrocería esté más elevada que en un turismo convencional. Evitamos así rozar los paragolpes al aparcar en batería en la calle y en esa misma circunstancia, los protectores plásticos de la carrocería van a evitar pequeños golpes producidos por las personas que abren la puerta de su coche sin cuidado hay coches aparcados a su lado.
La capacidad dinámica es limitada tanto en aceleración como para afrontar una maniobra de adelantamiento. Muestra más preferencia por aceleraciones relajadas y conducir a ritmos constantes para seguir apreciando el confort de la marcha. En este sentido, la suspensión también resulta suave, quizá incluso en extremo dado que en condiciones difíciles como baches grandes aparecidos en curvas de cierta velocidad llega a manifestar alguna dificultad para mantener la trayectoria. La contrapartida positiva es que ni los parches de asfalto de la ciudad, ni las juntas de dilatación o baches van a transmitirse al habitáculo.
El encanto de lo diferente
La estudiada dismetría y un diseño que se diferencia de lo habitual hacen del interior una sorpresa. Es generoso por habitabilidad, capacidad de maletero y huecos portaobjetos, aunque la falta de regulación en profundidad del volante puede dificultar encontrar la posición más cómoda para conducir. La sensación también mejoraría con un asiento en el que la zona inferior del respaldo fuese menos prominente —aunque no llega a resultar incómodo—.
La unidad probada tiene el apellido Shine, el más equipado de los dos con cambio robotizado, y lo cierto es que está generosamente dotado, con elementos como el navegador, el climatizador, la cámara de visión trasera y el sensor de lluvia y luces que compensan la diferencia de precio respecto del acabado inferior.
En suma, este C4 Cactus es un coche cómodo, bien equipado, capaz de frenar en distancias muy cortas y cuya sencillez mecánica le va a hacer muy adecuado para quien mayoritariamente haga conducción urbana o le guste la conducción relajada, aspecto en que la suavidad de sus mandos va a incidir positivamente. Tiene personalidad y soluciones como los Airbums y paragolpes protegidos refrendan su adaptación a los obstáculos de la ciudad y sus aparcamientos.