BMW X5 M y el Porsche Cayenne Turbo montan dos V8 con doble turbo que entregan el par y la potencia desde muy abajo. La mayor diferencia la encontramos en la cilindrada: mayor en el Porsche a base de unos cilindros de más diámetro y una carrera mucho más corta que la del BMW. Esto podría determinar que el comportamiento de estos V8 fuese muy diferente, pero la realidad es que no. Porque el trabajo de los turbos es el que filtra cualquier diferencia de cilindrada y cotas, ya que soplan desde muy abajo hasta el corte. De hecho el par máximo es idéntico y la curva de par también. Por ello no se aprecian los 55 CV de diferencia a favor del BMW X5 M (porque el Porsche es un Turbo, no un Turbo S que debería ser lo lógico). Y es que el BMW X5 M cuenta con la escalofriante cifra de 575 CV, lo cual le convierte en uno de los BMW más potentes de la historia.
Y para equiparar más las cosas, tanto el BMW X5 M y Porsche Cayenne Turbo se combinan con un cambio automático de 8 marchas. Los de doble embrague estaban descartados ante el aluvión de par, pero hay que reconocer que el funcionamiento de estos dos automáticos es fantástico y casan mejor con la filosofía de los productos. No hay que olvidar que estamos ante dos SUV. Por supuesto con levas en el volante y transmitiendo la potencia a las cuatro ruedas (en ambos casos de diferencial de discos para repartir hasta el 100% a cada eje).
En cuanto al BMW X5 M, los frenos también son sorprendentes. El pedal aguantaba a pesar de llevar los discos de serie, o sea los de acero. Lo que me volvió a confirmar que no sé hasta que punto merece la pena gastarse 10.000 euros en unos cerámicos.
Ahora bien, donde saca ventaja el BMW X5 M a sus hermanos M « normales» es en las aceleraciones. Cuando sales de la curva puedes pisar el pedal del acelerador a fondo sin contemplaciones y el X5 sale como un misil. Además nuestra unidad contaba con las llantas de 21” con unos neumáticos más sobredimensionados detrás de nada menos que 325 mm de anchura. Unos rodillos que garantizan la motricidad y hacen que la trasera no se insinúe en ningún momento.
Algo que el Porsche Cayenne Turbo no puede decir. También con llantas de 21”, las gomas eran más modestas en tamaño y calidad, con unas Michelin Latitude, frente a las Pilot Sport del BMW. Se notaba que derivaba más y que no soportaban tan bien la motricidad, por lo que había que trabajar mucho más sobre el Cayenne para llevarlo por su sitio. Además daba la sensación de más balanceo a pesar de su suspensión neumática y llevar un centro de gravedad más bajo (puede variar la altura de la carrocería en 52 mm). Porque el X5 M viraba más plano y su suspensión de muelles (rebaja la carrocería en 10 mm frente a una versión normal) y amortiguación activa (Confort, Sport y Sport ) parecía que trabajaba mejor.
Sin embargo, esta sensación de deportividad no se transmite en eficacia, porque el Porsche es mucho más eficaz. El Porsche Cayenne Turbo es más moderado en todo, pero a la hora de la verdad, ha demostrado ser más eficiente en todo. Me refiero a la hora de hacer un tiempo en un circuito, porque en nuestras cifras de prestaciones, casi se pueden decir que calcan los resultados. Aceleración o recuperaciones son casi idénticas. Incluidos los consumos, que en ambos casos son altos si se abusa del pedal del gas. No hay que olvidar que estamos ante dos gigantes de casi tonelada y media. De todas formas, gracias a las 8 marchas de sus cambios, el desahogo a velocidades moderadas permite un gasto de combustible más que aceptable.
Y así se resume un duelo que ha sido más igualado de lo que esperábamos todos. Aparentemente el BMW X5 M es más deportivo y cuenta con 55 CV más, pero a la hora de la verdad las apariencias no lo son todo y un discreto Porsche Cayenne Turbo puede plantarle cara en un circuito. La compra más lógica quizás sea la del modelo de Stuttgart, pero como pensar en un SUV deportivo no tiene nada de lógico, pues me quedo con el BMW que en mucho más emocional que racional.
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