Audi A1 TFSi/185 S-Tronic

Uno de cuatro. Primo hermano de Ibiza, Fabia y Polo en sus versiones deportivas. Pero Audi no sólo ensalza calidad por los cuatro costados sino también una puesta a punto más genuina que ninguno de los anteriores. Buen saber hacer de la marca... directamente reflejado en el precio.

Audi A1 TFSi/185 S-Tronic
Audi A1 TFSi/185 S-Tronic

Llamadnos locos si queréis, pero esta versión del A1 bien podría ser un digno sucesor de aquellas primeras generaciones del TT (retrocedamos una década), así que, quienes puedan volver a reencontrarse con un deportivo aspiracional en la marca, este musculoso A1 bien puede ser cita obligada. La exclusividad del TT actual tiene su precio, y llegar en ese formato coupé a mejorar las prestaciones del A1 TFSi de 185 CV (paso previo a los S1 y futuras versiones de tracción total) cuesta un ojo de la cara: casi 37.000 por el 2.0 TFSi de 211 CV, porque el 1.8 TFSi de 160 CV (casi 33.000 euros) se puede quedar un poquito ‘corto’ para quien busque prestaciones en primera persona. Visto así, hasta no parece tan caro esta ‘delicatessen’ con la que Audi puede irrumpir más allá que en el segmento B, imponiendo la mejor calidad de producto a cambio del precio más alto entre sus semejantes.

Para el TT, un diseño francamente rompedor para su época, tanto como hoy el A1 en la nuestra, el buen ambiente que genera Audi de puertas a dentro, mucha tecnología y, en la práctica, la mismaversatilidad de uso en apenas cuatro metros de coche (sólo 5 centímetros más de lo que hoy mide un A1). Recuerden aquel 1.8 TFSi turbo de 5 válvulas por cilindro en su versión de 180 CV (una de tantas de un motor que nace, sobrealimentado, con 150 CV), toda una revelación por su rendimiento, tacto, prestaciones y frugalidad (y eso que nos movíamos con 10 litros de media). O recuperen de la mente el Tiptronic con el que la marca conjugaba conducción deportiva sin necesidad de pisar el embrague.Diez años después, el A1 concentra tecnología «de carreras» al servicio del cliente: doble sobrealimentación, doble embrague pilotado y un largo etcétera de innovaciones. Al frío dato, queda claro que la evolución es una verdadera revolución en cualquier vertiente. Aquél TT de tracción delantera (que luego hubo que apaciguar en sus formas porque su prestación se «comía» al chasis) con su 1.8 20VT de 180 CV, con 1.356 kilos en básculacubría el kilómetro con salida parada en 28,6 segundos mientras que el A1 tarda más de un segundo menos. Frenaba en un par de metros más. En parte por su corta batalla, era bastante más delicado de lo hoy es cualquier A1. Y si encuentra una carretera donde explorar a fondo las posibilidades del 1.4 TFSi de 185 CV llegaría a la conclusión de que el Grupo Volkswagen ha hecho un milagro, porque para llegar a ver diez litros de media en el ordenador de viaje ya hay que andar más que rápido.
Vale. A1 es lo mimo que Polo. Polo un clon de Ibiza. E Ibiza un hermano del Fabia. En todos ellos encontrará esta misma combinación mecánica bajo la denominación deportiva que emplea cada fabricante. El mismo motor, chasis y caja de cambios. Las mismas prestaciones y casi las mismas sensaciones (en común, la de dominio absoluto, la de perfección dinámica, la de tener un chasis que admite mucho más motor), pero Audi es distinto, diferente. Su exclusividad, su refinamiento (ni el TT de antaño), sus posibilidades de personalización. Añadamos Corsa OPC, radical; Clio 2.0 RS, el coche escuela; Mito Quadrifoglio, un concentrado de deportividad; o el recién llegado Citroën DS3, abanderado del diseño, y tendremos una categoría repleta de excelentes realizaciones… A falta de Mini, el coche de culto. De su Cooper S se encarga un 1.6 THP de 184 CV todo carácter capaz de poner entre las cuerdas al todopoderoso A1, pero si la máxima es la ley del mínimo esfuerzo, el A1 toma la palabra.
Porque a suavidad de uso, no hay un motor igual en la categoría. Yante una hipotética relación velocidad de paso por curva/percia al volante, el A1 no tiene parangón. Digamos que, casi en su totalidad, como sus primos hermanos. Pero Audi saca su batuta mágica y matiza la deportividad del A1 a su manera. El Cupra de Seat le parecerá soso, descafeinado. El Fabia le resultará más incómodo de suspensión y claramente más tosco. Y el Polo… redondo, pero demasiado sobrio. Todos están a la centésima en las principales prestaciones, pero nos da que Audi tiene un mejor sobrerrégimen, llegando mejor a 7.000 rpm. Que el enclavamiento mecánico está mejor trabajado. O que su amortiguación tiene algún componente diferente, porque después de subir y bajar ¡diez veces! el mismo puerto de montaña, sigue rindiendo exactamente igual. Sobre el chasis de serie, Audi suma una posibilidad más montada en nuestra unidad de pruebas: el acabado S-Line que desplaza la carrocería otros 15 mm hacia abajo. Curioso, criticábamos la sequedad de la amortiguación deportiva de los 1.4 TFSi de 122 CV, y resulta ser aquí el paradigma del equilibrio siempre que entendamos la personalidad y filosofía del coche. La misma grieta para todos, y este A1 la pisa de forma diferente. Incluso, admitiríamos un grado más de firmeza. Es un grano de arena más a la eficacia sin contraprestación. Y es que, si además su dirección es suave en ciudad, también resulta precisa en conducción deportiva incluso cuando el diferencial electrónico administra el mayor porcentaje de par a la rueda con mejor tracción, sin enturbiar la información que llega a las manos. S-tronic suma suavidad y rapidez al conjunto, excepto al aparcar (habrá que acostumbrarse a los tirones al iniciar la marcha despacio). Y el ambiente interior nos envuelve en una atmósfera a la que ni tan siquiera Mini llega. Todo suma para hacer del A1 1.4 TFSi/185 S-tronic un coche verdaderamente especial. Muy bueno. Muy caro, tanto como un Fabia RS más una buena y divertida «Naked» japonesa con la pasárselo bien sobre dos y cuatro ruedas
  • Chasis, motor y cambio
  • Facilidad de conducción
  • Calidad de acabado

  • Precio elevado

  • Maletero
  • Plazas traseras Olvídese de viajar en compañía, bien porque este A1 sólo admite a niños atrás, porque en el maletero no cabe gran cosa... O porque esta musculosa versión invita a explorar todas esas carreteras olvidadas de la mano de Dios en las que se disfruta, preferiblemente, solo. Mini GTi, a la máxima potencia.