España ha tenido la suerte de tener monarcas inteligentes y hasta brillantes (Fernando el Católico, Carlos I o Felipe II), junto a otros cuyo reinado es mejor olvidar (Felipe IV, Carlos II o Fernando VII). Inteligentes e indeseables, todos los reyes de España dejaron curiosidades y anécdotas, algunas de las cuales repasamos hoy.
Para bien o para mal todo ello forma parte de la historia de España
Hay figuras en su mayoría afligidas, obsesivas, que padecieron en sus carnes las terribles consecuencias físicas y mentales derivadas de la endogamia. Hay intrigas, matrimonios no deseados, incapacidades, miedos y muertes prematuras. Para bien o para mal todo ello forma parte de la historia de España.
Juana I de Castilla: La obsesión de una reina

De sobra conocida por todos, loca para algunos, mujer adelantada a su época para otros, Juana I de Castilla estaba obsesionada con su marido Felipe de Habsburgo. Se sabe que buscaba entre las mujeres más feas para que fuesen damas de la corte y su esposo no se fijara en ellas. Una vez fallecido, acompañó su cadáver estando embarazada, y cada cierto tiempo le era permitido abrir su ataúd para besarlo y abrazarlo.
Carlos I nació en el retrete, dado que Juana, a pesar de estar en avanzado estado de gestación acudió a un baile que se daba ese día, con el fin de no dejar a su marido solo durante el mismo
Cabe decir que el futuro rey de España que sería Carlos I nació en el retrete, dado que Juana, a pesar de estar en avanzado estado de gestación acudió a un baile que se daba ese día, con el fin de no dejar a su marido solo durante el mismo.
Felipe II y un incendio en el Palacio Real
En 1604 un incendio asoló el Palacio Real de El Pardo, en Madrid. Quedó destruida la mayor parte de las obras pictóricas que había atesorado allí la Casa de Austria.

Felipe II era un gran admirador de Tiziano y al enterarse del incendio preguntó: “¿Se ha quemado la Venus de Tiziano?” Le respondieron que afortunadamente no había quedado dañada. El monarca añadió: “Pues lo demás no importa, ya se volverá a hacer”.
Felipe V, melancolía, bufones y huelga en la cocina de palacio
Debido a su carácter en exceso melancólico, fue cayendo poco a poco en la locura, hasta que una tarde de octubre de 1717 creyó que el sol le atacaba mientras montaba a caballo y que la muerte lo perseguía.
A raíz de esto, no se dejaba cortar el pelo ni las uñas por miedo a que sus males aumentasen, llegando a crecerle las de los pies tanto, que no podía caminar. Creía estar muerto y preguntaba a sus lacayos la razón de por qué no lo habían enterrado. Se tocaba y decía que le faltaban los brazos y las piernas.

Sus constantes choques con los cocineros de palacio, que se negaban a preparar comida francesa, provocaron una huelga en las cocinas que tuvo graves consecuencias para el rey en su noche de boda
Por otro lado, una de las primeras medidas que tomó el primer rey Borbón en España fue expulsar a bufones, enanos y locos de la corte, lo que los Austrias designaban “las sabandijas de palacio”, un grupo de personajes que formaban casi parte de la familia real.
Felipe, que no hablaba apenas español y no conocía las costumbres del país, sufrió un choque cultural inmediato a su llegada. No le gustaba la forma de vestir de los españoles, donde el negro era síntoma de la máxima elegancia, ni le interesaba su literatura ni su comida. Sus constantes choques con los cocineros de palacio, que se negaban a preparar comida francesa, provocaron una huelga en las cocinas que tuvo graves consecuencias para el rey en su noche de boda.
Fernando VI, miedo a defecar
Muy amigo de la soledad y muy extravagante, tenía pavor a defecar, así que hacía grandes esfuerzos por intentar no hacerlo, entre otras cosas, solía sentarse encima de los pomos puntiagudos de las sillas de su habitación para hacer de tapón.
Carlos III, ordenado, metódico y amante de la naturaleza
Muy ordenado y metódico, tenía que tener todo siempre bien planificado. Poseía una taza que era su favorita para beber chocolate y no concebía beber en otra.

Contaba a su padre en cartas todas sus cosas con pelos y señales, incluido como perdió su virginidad la noche de bodas con su amada esposa.
El cuarto de los reyes Borbones españoles solo parecía feliz entre perros, caballos y escopetas de caza, de las que era un experto coleccionista
Carlos III ha pasado a la historia, aparte de por sus reformas y por ser uno de los mejores monarcas de la dinastía, por su amor hacia la naturaleza, que plasmó en su protección de los bosques, en la financiación de expediciones científicas y en su afición casi obsesiva por la caza.
El cuarto de los reyes Borbones españoles solo parecía feliz entre perros, caballos y escopetas de caza, de las que era un experto coleccionista. Tenía una puntería prodigiosa…Cazaba cada día. Podía hacerlo lloviendo o con un calor atroz. El viajero inglés Townsend aseguraba, con ironía, que “el tiempo no lo detiene jamás, porque no teme ni al trueno, ni al relámpago, ni al granizo, ni a la lluvia, ni a la nieve”. Cuando había poca luz, cazaba con antorchas.
No obstante, la caza era algo más que ocio para él. Según su primer biógrafo, el conde Fernán Gómez, el rey reconocía que “si muchos supieran lo poco que me divierto a veces en la caza, me compadecerían más de lo que podría envidiarme esta inocente diversión”. El soberano estaba convencido de que solo el ejercicio y una buena alimentación podría combatir la hipocondría hereditaria de su familia, la misma que había atormentado a su padre y a su hermano.
Luis I, el reinado más breve de la historia de España

El hijo mayor de Felipe V enfermó de viruela el 14 de agosto de 1724, sufriendo fiebres y delirios. Falleció antes de que terminara ese verano, siete meses y medio después de que comenzara su reinado, el más breve de la historia española, si no se cuenta el gobierno iure uxoris (por el derecho de su mujer) de Felipe I de Castilla.
Se da la curiosa coincidencia de que un almanaque de la época, firmado por el escritor, sacerdote, médico y matemático Torres Villarroel, pronosticó tiempo antes para ese día lo siguiente: “Se muda el teatro en salón regio. Muertes de repente que provienen de sofocaciones del corazón y algunas fiebres sinocales con delirio”.
Fernando VI, cuando divertir al rey era una cuestión de estado
Este rey tuvo uno de los reinados más prósperos y estables tanto a nivel militar como económico en la historia de la dinastía. Fernando supo delegar en los ministros adecuados para lograr la paz en su reino y para que la Ilustración penetrara en el país, aunque ciertamente mostró ciertas limitaciones intelectuales a la hora de tomar decisiones propias.

El Marqués de Ensenada, el hombre fuerte del reinado, sabía que el rey se enfadaba con las malas noticias, así que se limitaba a no dárselas o a ir con la solución ya prevista en el otro bolsillo para que Fernando se fuera a cazar, bailar o jugar cuanto antes
El Marqués de Ensenada, el hombre fuerte del reinado, sabía que el rey se enfadaba con las malas noticias, así que se limitaba a no dárselas o a ir con la solución ya prevista en el otro bolsillo para que Fernando se fuera a cazar, bailar o jugar cuanto antes. Durante este periodo se vivieron algunas de los más grandiosos espectáculos palaciegos, entre ellos la flota del Tajo, que asombró a Aranjuez con una armada en miniatura. Divertir al rey era una cuestión de Estado.
Las extrañas aficiones de Carlos IV
Lo que más entretenía a Carlos eran los trabajos manuales, ya fuera con carpinteros, ebanistas, torneros o forjadores compartía, como uno más, oficio en los talleres reales
Salvo en política internacional, el interés de este rey por las cuestiones de Estado era más bien limitado y su dedicación a los despachos un paréntesis en un horario saciado de tareas artesanales. Lo que más entretenía a Carlos eran los trabajos manuales, ya fuera con carpinteros, ebanistas, torneros o forjadores compartía, como uno más, oficio en los talleres reales.

Con todos ellos se mostraba cercano y hasta disfrutaba probando el vigor de los mozos de cuadra más fornidos, batiéndose casi desnudo al pancracio griego y a la lucha leonesa. Una vez colgaba el delantal de artesano, salía al mediodía a cazar, que era su otro gran pasatiempo.
Las empalagosas cartas de Fernando VII

El hijo primogénito de Carlos IV fue el primero de todos los reyes Borbones que protagonizó relaciones extramatrimoniales de forma ostentosa. En contra del mito de los pícaros Borbones, todos sus antecesores habían sido discretos en su vida íntima y ninguno había desarrollado obsesión por el sexo.
Se puede leer en estas misivas tan empalagosas expresiones como “pichoncita de mi corazón”, “mona mía”, “pimpollo mío”, etcétera
El Deseado tuvo cuatro esposas, las cuatro llamadas Marías, y parece que a las cuatro le puso la cornamenta, lo cual no fue obstáculo para dirigirse a todas ellas en un tono siempre sumiso y extremadamente cariñoso en su correspondencia. Se puede leer en estas misivas tan empalagosas expresiones como “pichoncita de mi corazón”, “mona mía”, “pimpollo mío”, etcétera.
Isabel II y sus amores
Isabel II fue una mujer muy independiente que quería casarse por amor, sin embargo, la prometieron a su primo, Francisco de Asís, que era muy afeminado y al que Isabel le llamaba Paquita, precisamente por su poca masculinidad.

Dijo de su noche de bodas, que llevaba más encajes que ella en la ropa interior. Dicen que no se llegó a consumar el matrimonio y el pueblo llamaba al rey Paco Natillas, al que le cantaban “Paco natillas es de pasta y flora, y mea de cuclillas como una señora”.
Isabel sin embargo gustaba del sexo y se dice que llegó a tener tantos amantes masculinos como su marido, y que el heredero Alfonso XIII no era del rey, si no de Jose María Ruiz de Arana o el general Serrano (del que se había enamorado antes de la boda) al que llamaban “el general bonito”. En la época hubo muchos dibujos de revistas satíricas alusivos a las artes amatorias de la reina.
Las derrotas de Alfonso XIII en los deportes
Hubo pocos reyes con tantas aficiones y diversiones en su haber como el primer monarca Borbón que reinó en el siglo XX.

Entre 1913 y 1914, disputó cuarenta y ocho partidos, de los que solo ganó dieciocho
Fiel a las tradiciones familiares, Alfonso ya era aficionado a la caza a los nueve años y a lo largo de su vida viajó por varios países cazando animales exóticos con los que sus antepasados solo pudieron soñar. La gran novedad vino con la práctica del sport (que se decía entonces) a través de la vela, la gimnasia, el esquí, el tenis y hasta el polo, deporte que practicaba sobre todo con aristócratas británicos, entre ellos un joven oficial llamado Winston S. Churchill, y nobles españoles con los que parece ser que no dejó de morder la hierba. Entre 1913 y 1914, disputó cuarenta y ocho partidos, de los que solo ganó dieciocho.