Combinando modelos matemáticos y biología vegetal, científicos del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (UPV-CSIC) y otros centros internacionales han descubierto que la coliflor romanesco son brotes programados para convertirse en flores, pero que nunca alcanzan su objetivo. En cambio, se convierten en tallos, que a su vez siguen intentando producir flores.
El estudio, publicado esta semana en la revista Science, se ha liderado desde el Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS) y el Instituto Nacional de Investigación en Informática y Automatización (INRIA) de ese país.

En el trabajo, los investigadores combinaron experimentos in vivo con modelos computacionales en 3D, que reproducen el desarrollo de la inflorescencia de las plantas. Su objetivo era descubrir los fundamentos moleculares del crecimiento de las coliflores en general, y de los romanescos, en particular.
Tallos que no llegan a ser flores
El equipo de investigadores concluyó que la forma atípica del romanesco se explica por la producción cada vez más rápida de tallos que fracasan en su intento de convertirse en flores, mientras que esta tasa de producción es constante en otras coliflores. Como resultado, la inflorescencia del romanesco adquiere una estructura piramidal compuesta por pirámides más pequeñas, provocando el aspecto fractal de la misma.
“Los meristemos de la coliflor no logran alcanzar el objetivo de formar flores, pero 'recuerdan' que transitoriamente sí que consiguieron adquirir un estado floral"
“Los meristemos de la coliflor no logran alcanzar el objetivo de formar flores, pero 'recuerdan' que transitoriamente sí que consiguieron adquirir un estado floral. Las mutaciones adicionales que afectan al crecimiento y la actividad de los meristemos son las que provocan las formas fractales características del romanesco”, apuntan Francisco Madueño, Antonio Serrano y Carlos Giménez.

Estos tres coautores e investigadores del IBMCP han caracterizado la red de genes que determina que se forme una flor o un tallo y cuya actividad está, por tanto, alterada en los meristemos de la coliflor y el romanesco.
En concreto, observaron como TFL1, un gen esencial para la formación de tallos, es activado por genes que promueven la formación de flores, un resultado inicialmente contradictorio, pero clave para entender el desarrollo de la inflorescencia de las plantas y, específicamente, la formación de estructuras tan fascinantes como el fractal del romanesco.
Fuente: Sinc.