“Me muero de sueño”… ¿verdadero o falso?

El sueño sigue siendo un misterio. Animales sometidos a insomnio casi total mueren de forma precoz, pero no presentan daños visibles en el cerebro. ¿Será cierto que podemos morir de sueño?

En realidad, no se conocen humanos que hayan muerto por falta de sueño, y los experimentos no serían muy aceptables. Pero sí se sabe que animales como perros, ratones o moscas mueren cuando se les impide dormir durante el tiempo suficiente.

Lo que no se sabía era por qué lo hacían. Aunque el sueño es importante para la inmunidad, el metabolismo y la salud cardiovascular, incluso se ha relacionado con el riesgo de cáncer, lo lógico sería pensar que su ausencia provocaría un daño sobre todo en el cerebro, pero no parece ser así.

Se sabe que hay animales que mueren cuando se les impide dormir durante el tiempo suficiente 

Científicos de la Universidad de Harvard han comprobado que al menos las moscas y posiblemente también los ratones a los que se les impide dormir mueren al acumular un tipo de radicales libres en el intestino que provocan el suficiente daño celular como para llevarles a una muerte precoz. Sorprendentemente, una dieta con determinados antioxidantes les devuelve la esperanza de vida original. Así lo revelan en un estudio cuyos resultados publican en la revista Cell.

La sorpresa en tripas de moscas

Aunque el sueño lo generan las neuronas, “en términos de daño celular, nunca se ha encontrado nada realmente mal en cerebros privados de sueño”, asegura Dragana Rogulja, profesora de neurobiología y responsable principal de la investigación.

“Sin embargo —añade—, hay muchas cosas perjudiciales que suceden en el cuerpo cuando se restringe el sueño. Incluso los animales que tienen un sistema nervioso muy simple y que no tienen cerebro necesitan dormir. Todo esto sugiere que el sueño no tiene que ver solo con la cognición, con la memoria”.

Hay muchas cosas perjudiciales que suceden en el cuerpo cuando se restringe el sueño

Los primeros y tremendos experimentos para ver los efectos de la privación total de sueño son de finales del siglo XIX: se mantenía a perros despiertos durante varios días seguidos —obligándoles a caminar sin descanso, por ejemplo— hasta que morían. Al estudiar sus cerebros veían daños graves, pero no podían sacarse conclusiones.

No había manera de saber si esos daños se debían a la falta de sueño o al cansancio y al estrés físico extremo a los que les sometían. Casi cien años después, experimentos con ratas consiguieron aislar mucho mejor el efecto de la privación de sueño: morían antes, pero ninguna de ellas presentaba lesiones aparentes en el cerebro.

“Lo que queríamos era descubrir específicamente qué hace que el sueño sea necesario para la supervivencia en el sentido más básico”, dicen los investigadores en el nuevo estudio. Para ello desarrollaron un sofisticado conjunto de experimentos utilizando moscas con características particulares.

El estudio quería descubrir qué hace que el sueño sea necesario para la supervivencia en el sentido más básico

Existe un grupo de neuronas muy concretas que impiden el sueño cuando están activas, y para ello deben tener abierto un canal en su membrana. Aprovechando técnicas de modificación genética, seleccionaron moscas de la fruta diseñadas para que el canal se abra en función de la temperatura. Cuando las moscas se ponían a 29ºC apenas podían dormir, comenzaban a morir a los 10 días y a los 20 todas habían fallecido. Lo normal —y lo que sucedía a 21 ºC— es que vivan unos 40.

Entonces empezaron a estudiar qué pasaba en los tejidos de las moscas que morían prematuramente. La mayor parte eran indistinguibles de los de las otras moscas, incluido el cerebro.

La falta de sueno mata moscas por el intestino         

Solo había un lugar en el que apreciaran una gran diferencia: el intestino. Allí se acumulaban lo que se conoce como especies reactivas de oxígeno (ROS, por sus iniciales en inglés), un amplio grupo de moléculas que incluye radicales libres y que son capaces de dañar proteínas, ARN y ADN y de llevar a la muerte celular.

“Nos sorprendimos al encontrar que era el intestino el que desempeñaba el papel principal en esas muertes prematuras”, asegura Rogulja, “pero todavía más sorprendente fue ver que podíamos prevenirlas”.

Antioxidantes como antídoto

La acumulación de esas especies reactivas era una señal, pero no implicaba que tuvieran necesariamente una relación directa con la muerte de los animales. Muchas otras cosas podrían estar pasando paralela y silenciosamente. Un experimento crucial sería comprobar si prevenir su presencia evitaba la muerte precoz ante la privación de sueño. Para ello alimentaron con tres tipos de antioxidantes a las moscas mientras volvían a ponerlas a 29ºC.

Las dietas con antioxidantes alargaban su vida aun con privación de sueño. Dos de los tres antioxidantes, de hecho, hacían que recuperasen la esperanza de vida normal. Más aún: cuando se evitaba la acumulación de ROS alterando las proteínas que las producen en el intestino, se conseguían los mismos resultados, pero no cuando se hacía solo en el cerebro.

En los intestinos de las moscas que morían prematuramente por falta de sueño se acumulaban ciertas moléculas dañinas 

Eso pasaba en moscas, pero hay un salto grande entre ellas y los humanos. Para salvar parte de esa distancia los investigadores estudiaron si lo que veían sucedía también en ratones. Para ello los pusieron durante cinco días en un sistema que les obliga a moverse ligera y periódicamente evitando así dormirse. Ninguno murió, pero fue suficiente para que acumularan ROS en el intestino y no en el cerebro o el hígado, al igual que con las moscas.

Conjeturas y aplicaciones

Asumiendo que la causa parece razonablemente probada, al menos en moscas y con esos métodos, las explicaciones no pasan de ser conjeturas aún. La parte final del artículo es un conjunto de hipótesis aún sin probar.

Lo que parece es que el no dormir afecta más allá del cerebro y que algunas de sus consecuencias se esconden e incrustan en el propio metabolismo

De momento, algunas de las hipótesis son estas: que la falta de sueño aumente la necesidad de energía y esto dé lugar a un incremento de ROS en las mitocondrias; que el estrés generado afecte al lugar celular donde se pliegan las proteínas, el retículo endoplásmico; o que la omnipresente microbiota tenga algo o bastante que ver. Por no saber, tampoco se puede descartar que las señales que lo aumenten provengan del cerebro.

La relación parece probada en moscas, al menos en las condiciones investigadas, e intuida en ratones.

“Existe mucha evidencia de que las personas que sufren enfermedades inflamatorias intestinales tienen episodios después de un sueño deficiente. También hay evidencia de que las tasas de cáncer de colon aumentan con el sueño desordenado o insuficiente”, añade.

No lo prueben en humanos

Pero la solución inmediata no estaría en el consumo directo y desenfrenado de antioxidantes.

“Tomar antioxidantes al azar no es una gran idea”, advierte Rogulja, y añade: “Todavía no sabemos qué dosis ni en qué momento funcionarían en humanos. Creo que esto podría resolverse, pero necesitaríamos estudios”.

De igual modo, no solucionaría ni mucho menos todo el espectro de problemas y consecuencias derivadas de la falta de sueño. “Me sorprendería mucho que los efectos cognitivos fueran mejorados por los antioxidantes, pero es algo que en moscas y ratones queremos probar”, asegura la investigadora.

Las últimas líneas del artículo dicen así: “Reconocemos que lo que mata a los animales extremadamente privados de sueño podría no reflejar lo que el sueño hace a diario. En cualquier caso, nuestros hallazgos desmitifican la observación de que la pérdida extrema de sueño puede causar la muerte y muestran que es posible reducir el precio de la vigilia forzada”.

Fuente: SINC