Santa Elena es una remota pequeña isla subtropical con un exuberante interior montañoso verde rodeado por una impresionante costa de paisaje volcánico. Famoso como el lugar donde Napoleón fue exiliado, es una visita obligada para cualquier aficionado a la historia, caminante o el viajero más exigente que busca un lugar culturalmente interesante, pero en gran parte al margen del turismo.
La isla de Santa Elena es parte de un territorio británico de ultramar, que incluye la isla Ascensión, al norte, y Tristan Da Cunha, al sur. Con unas diez millas de largo, la isla tiene una población de poco más de 4.500 habitantes. Desde 2017, está conectada por un nuevo aeropuerto que tiene vuelos directos a Sudáfrica, con más destinos planeados en el futuro.
Razones para visitar Santa Elena
Santa Elena es, con mucho, uno de los lugares remotos más interesantes que existen y muy recomendables para las personas que buscan una experiencia auténtica. Todo, la calidez de la gente, la forma de vida relajada y la ausencia de turismo de masas, hace de la isla un destino de lo más atractivo.
Es imposible escapar de la sensación atemporal que rodea la isla
Dispone de una costa volcánica y de sinuosas carreteras rurales que pasan por campos verdes neblinosos e iglesias solitarias que recuerdan a la campiña inglesa.

Por otro lado, es imposible escapar de la sensación atemporal que rodea la isla. Comienza mientras se camina por la capital, Jamestown, con su arquitectura georgiana y su distintivo estilo colonial, con The Castle, el edificio principal del gobierno que data de 1659. Cerca se encuentra la iglesia de Saint James, la iglesia anglicana más antigua del hemisferio sur.
Napoleón estuvo exiliado aquí desde 1815 hasta su muerte en 1821. Hoy es posible visitar la casa Longwood, su residencia principal en la isla, que ahora es un museo
Otra gran atracción de Santa Elena es su papel en la historia. Napoleón estuvo exiliado aquí desde 1815 hasta su muerte en 1821. Hoy es posible visitar la casa Longwood, su residencia principal en la isla, que ahora es un museo mantenido por los franceses. Se aconseja dar un agradable paseo por el apacible valle de Sane, para ver el lugar donde descansaba la tumba de Napoleón, antes de que fuera devuelta a Francia en 1840.
No hay que olvidar las aguas cristalinas que rodean la isla y que albergan una rica vida marina, incluidas las ballenas jorobadas, los tiburones ballena y los delfines. Las aguas protegidas del norte crean las condiciones perfectas para bucear durante todo el año. Las paredes rocosas verticales se elevan desde las profundidades creando lugares interesantes para explorar la naturaleza submarina. Hay inmersiones en naufragios alrededor de la isla, incluido el Papanui, que es visible en la bahía de Jamestown durante la marea baja.