“Cada persona tenía un nombre. Cada persona fue amada por alguien. Asegurémonos de que sus muertes no hayan sido en vano”, con estas palabras Setsuko Thurlow, sobreviviente de la matanza aceptaba el Premio Nobel de la Paz en diciembre de 2017, en nombre de la Campaña Internacional por la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), organización premiada este año de la cual es embajadora.
Setsuko Thurlow es una hibakusha. En japonés, "persona bombardeada"
Setsuko Thurlow es una hibakusha. En japonés, "persona bombardeada". Es el término que se utiliza para designar a las personas que sobrevivieron a los ataques nucleares.
El 6 de agosto de 1945, el avión norteamericano Enola Gay dejó caer la bomba atómica Little Boy sobre la ciudad de Hiroshima, arrasándola por completo. Aquel día, a los 13 años de edad, Setsuko Thurlow se convirtió en una hibakusha. Y, también, en uno de los testimonios de las consecuencias del uso de armas nucleares sobre la población civil más impactantes de nuestro tiempo.

La bomba de uranio detonada sobre Hiroshima aquel terrible día tuvo un rendimiento explosivo equivalente a 15.000 toneladas de TNT. Arrasó y quemó alrededor del 70 por ciento de todos los edificios y causó unas 140.000 muertes, junto con un aumento de las tasas de cáncer y enfermedades crónicas entre los supervivientes.
Los supervivientes apenas pudieron recibir ayuda, ya que el 90 por ciento de los médicos y enfermeras murieron o resultaron heridos
Una bomba de plutonio un poco más grande explotó sobre Nagasaki tres días después y arrasó 6,7 kilómetros cuadrados. de la ciudad, matando a 74.000 personas a finales de 1945. La temperatura del suelo alcanzó los 4.000 ° C y la lluvia radiactiva cayó a cántaros.
Los supervivientes apenas pudieron recibir ayuda, ya que el 90 por ciento de los médicos y enfermeras murieron o resultaron heridos; 42 de los 45 hospitales dejaron de funcionar; y el 70% de las víctimas presentaban lesiones combinadas que incluían, en la mayoría de los casos, quemaduras graves.

Pero no todo acabó ese día. Cinco años después de la explosión, la incidencia de leucemia aumentó notablemente entre los supervivientes. Después de aproximadamente una década, los sobrevivientes comenzaron a sufrir de cáncer de tiroides, mama, pulmón y otros cánceres a tasas más altas de lo normal.
Por otro lado, las mujeres embarazadas expuestas a los bombardeos experimentaron tasas más altas de abortos espontáneos y muertes entre sus bebés; sus hijos tenían más probabilidades de tener discapacidades intelectuales, problemas de crecimiento y un mayor riesgo de desarrollar cáncer.
Y para todos los supervivientes, los cánceres relacionados con la exposición a la radiación siguieron y siguen aumentando a lo largo de su vida, incluso hasta el día de hoy, siete décadas después.
Hibakusha
Los Hibakusha son hoy parte integral de la historia de los bombardeos atómicos de estas ciudades.
El mundo ha conocido el relato del horror gracias a estos sobrevivientes, cuyos testimonios no solo dan cuenta de lo que vieron, sino de los traumas que aún llevan dentro
El mundo ha conocido el relato del horror gracias a estos sobrevivientes, cuyos testimonios no solo dan cuenta de lo que vieron, sino de los traumas que aún llevan dentro.
"Todavía siento miedo de que se me puedan manifestar las consecuencias de la radioactividad y morir en cualquier momento", declaraba a BBC Mundo Yasuaki Yamashita, un sobreviviente de Nagasaki que tenía 6 años el día de la explosión.

Ese miedo los llevó a una vida de estrés, confusión, incertidumbre y ansiedad. Incluso vivían con temor de pasarle los efectos de la radiación a sus hijos.
“Los efectos de la radiación son invisibles, eso los hizo sentirse inestables e intranquilos, sin saber qué iba a pasar con su futuro”, le contó a BBC Mundo Hibiki Yamaguchi, investigador en el Centro para la Abolición de Armas Nucleares de la Universidad de Nagasaki.
El miedo ha marcado para siempre la salud mental y emocional de muchos hibakusha
Y es que el miedo ha marcado para siempre la salud mental y emocional de muchos hibakusha.
Luli van der Does, profesora en el Centro para la paz de la Universidad de Hiroshima que ha estudiado los efectos de la bomba en estas personas, menciona algunos ejemplos de cómo el miedo se quedó grabado en sus mentes.

“Algunos no pueden comer pescado seco porque les recuerda el olor de los cuerpos quemados”, relató van der Does.
“Otros se tuvieron que ir de Hiroshima y nunca volvieron a visitar su ciudad, otros dicen que no pueden comer pepinos, porque ante la falta de medicinas tras la bomba era lo único que podían usar para curar sus heridas”.
“En casos más severos, dicen que no pueden cruzar puentes ni ver ríos, porque comienzan a recordar los cadáveres que veían flotando tras la explosión”.
Las heridas físicas, el temor a que los efectos de la radiación pudieran ser contagiosos y los traumas psicológicos de los hibakusha llevaron a que muchos comenzaran a ser discriminados por su condición
El miedo les afectó su salud emocional, pero, además, los lanzó a una realidad que hizo aún más difícil su lucha por llevar una vida soportable después de la bomba.
Las heridas físicas, el temor a que los efectos de la radiación pudieran ser contagiosos y los traumas psicológicos de los hibakusha llevaron a que muchos comenzaran a ser discriminados por su condición.
Keiko Ogura, otra sobreviviente de Hiroshima, recuerda que vivió esa discriminación en carne propia. Así lo contó en conversación con BBC Mundo:
“Tenía 8 años, era solo una niña pequeña en la escuela elemental, pero sabíamos que no debíamos decir que habíamos estado en la ciudad ese día. Si decíamos algo relacionado con la radiación, no nos podríamos casar. No decíamos que éramos sobrevivientes. Teníamos un certificado de sobrevivientes y al mostrarlo en el hospital podíamos recibir tratamiento médico que ayudaba a pagar el gobierno. Sin embargo, la gente nos decía que no lo mostráramos”.

En una reciente encuesta que Van der Does realizó entre 1.652 hibakusha de Hiroshima y Nagasaki, encontró que el 31% de ellos había sufrido varios tipos de trato discriminatorio a lo largo de su vida.
Con el tiempo los hibakusha lograron construir un sentido de comunidad que los ayudó a ganar aceptación en la sociedad
Algunos hibakusha, sin embargo, han combatido todo ello y comparten sus historias con los medios o como parte de campañas en contra de la proliferación de armas nucleares.
Van der Does, por su parte, explica que con el tiempo los hibakusha lograron construir un sentido de comunidad que los ayudó a ganar aceptación en la sociedad.
“Se convirtieron en líderes en la lucha por el desarme nuclear”, dice la profesora. "Pasaron de ser víctimas a creadores de un mundo nuevo".