El arte cinematográfico tal y como lo conocemos en la actualidad no se creó de la nada. Todo es la consecuencia de los trabajos y la experiencia de los primeros creadores a lo largo de los inicios del siglo XX. Entre los precursores del cine encontramos dos nombres propios que marcaron las primeras pautas en el lenguaje cinematográfico. Uno fue el norteamericano David W. Griffith, considerado el padre de la narrativa; y por otro lado el ruso Sergei Eisenstein, padre del montaje cinematográfico.
El pasado sábado se cumplió nada más y nada menos que 95 años del estreno en Moscú de la obra cumbre de Sergei Eisenstein.
Esta película continúa siendo, casi un siglo después de su estreno, un ejemplo de cómo hay que hacer el montaje cinematográfico
“El acorazado Potemkin", una película muda que, basada en hechos reales acaecidos en 1905, narrra cómo la tripulación del buque ruso, cansada del trato vejatorio e injusto recibido por parte de los oficiales, se amotina frente al puerto de Odesa, marcando así el inicio del reguero revolucionario que sacudiría toda Rusia.

Esta película continúa siendo, casi un siglo después de su estreno, un ejemplo de cómo hay que hacer el montaje cinematográfico. Además, para su rodaje buscó a los supervivientes de la masacre y, gracias a una serie de experimentos técnicos (pantallas reflectantes, fotografía desenfocada y plataformas móviles entre otros), los resultados fueron realmente asombrosos. Cada fotograma es el resultado de un minucioso trabajo y transmite el deseo del director de causar un efecto revolucionario en el espectador.
Su técnica se conoce como “montaje corto”, es decir, un cambio rápido de planos grandes y generales. La frecuencia de los fotogramas transmite el acelerado ambiente que se respiraba durante la revolución rusa y esto sumió a los espectadores en un estado de shock.
A Eisenstein no le bastaban las escenas estáticas y una selección de imágenes bonitas. Al innovador director soviético no le gustaba la cámara inmóvil de principios del siglo XX, entendía que era el movimiento de imágenes lo que transmitía la dinámica de la vida real.

Así, “El acorazado Potemkin” cuenta con algunas de las secuencias más memorables de la historia del cine, como la de la escalera de Odesa, toda una clase magistral de montaje, que ocupa el penúltimo capítulo de la trama y que cuenta con 200 fotogramas, que la convirtieron en una poderosa metáfora del sufrimiento del pueblo.
Con solo tres hojas de guión original, en ella vemos al pueblo siendo atacado por el impasible ejército en la escalinata de Odessa, junto al puerto, con el Palacio de Gobernación al fondo. Los casi 200 escalones de la escalera se convierten prácticamente en un muro vertical de indefensión frente a las fuerzas zaristas.
Los casi 200 escalones de la escalera se convierten prácticamente en un muro vertical de indefensión del pueblo frente a las fuerzas zaristas
Primero aparece la violencia narrativa: el ejército provoca una estampida humana y los hombres, huyendo despavoridos, hacen gala de una desesperación que los lleva a bajar a toda prisa, pisando a niños si es necesario. Después, poco a poco, se aprecia una de carácter formal. Una serie de planos generales y primeros planos de civiles (que funcionan como símbolos personificados de los distintos integrantes de la sociedad) que se van entrelazando y haciendo más veloces y asfixiantes a medida que el envite represivo va haciéndose más cruento.
La cámara apenas se mueve de su eje, son casi todo tomas fijas y cortes limpios. La banda sonora acompaña, además, la tensión narrativa. Sus protagonistas, múltiples, casi anónimos y de aspecto muy popular, ayudaban a conferir un aspecto documental al filme, algo que potencia la verosimilitud de lo que se ve.

Todas estas aportaciones al séptimo arte convirtieron a Eisenstein en un maestro del cine y a la película “El acorazado Potemkin” en una de las mejores películas de la historia, sino la mejor.
Sobre su trabajo, Eisenstein explica: “Tratamos de tomar los eventos históricos tal como fueron y no interferir de ninguna formaen el proceso, como realmente estaba teniendo lugar, para retratar un evento real ".
Propaganda soviética
Mención aparte merece el papel de este film como propaganda del régimen soviético.
Eisenstein concibió su película como un “ataque psícológico” al público y los enormes planos perseguían un objetivo muy concreto: mostrar el dolor y el miedo de los partícipes de aquellos trágicos sucesos y los motivos del estallido de la revolución. Se trataba de algo novedoso en la historia del cine.
A raíz de “El acorazado Potemkin”, han sido muchos los directores que después han homenajeado al creador ruso
Y es que en la Rusia poszarista se entendía que los cineastas tenían la tarea de "usar el medio cinematográfico como un medio para instruir a las masas y capacitar a una generación joven de cineastas para cumplir una tarea". Así, esto abrió las puertas para que creadores como Eisenstein se propusieran encontrar nuevas formas de expresar ideas para comunicar este hecho y, en segundo lugar, desarrollar una teoría del cine que pudiera verse como una referente en la historia del cine.

A raíz de “El acorazado Potemkin”, han sido muchos los directores que después han homenajeado al creador ruso, por sus fundamentales aportaciones al cine y como padre fundamental de la teoría del montaje cinematográfico.
El descarnado retrato que hizo de Iván el Terrible como un tirano cruel y desquiciado fue interpretado por las altas esferas del régimen como una crítica al todopoderoso Stalin, lo que supuso la definitiva caída en desgracia de Sergei Eisenstein. El duro varapalo hundió al cineasta, que murió en 1948 a los 50 años, debido a una terrible hemorragia tras un infarto.