La variante de dos cuerpos del renovado 3 de la casa de Hiroshima apunta por el cliente amante de la apariencia deportiva sin la merma de las comodidades acostumbradas.
Por Edmundo Cano Texto: Gilberto Samperio Fotos: Carlos Quevedo
Ya analizada la versión sedán, que presume una terminación orientada hacia el lujo reflejada en los cromos y detalles de aire elegante, toca el turno al hermano sin cajuela. A pesar de que conserva las líneas maestras, los detalles marcan la diferencia en este hatchback. Para empezar los acentos son ahumados o negros, iniciando con una parrilla cuyo diseño agresivo plantea –al menos visualmente– un vehículo más capaz en términos dinámicos. Donde la belleza celebra el carácter del dos volúmenes es en el tercer poste, con una grácil forma que da pie a una trasera muy bien redondeada, donde las calaveras sobresalen y le dan ese aire sport a la zaga que tanto gusta a los seguidores de esta carrocería.
En cuanto al tren motor, no hay cambios serios respecto al sedán. Se conserva el cuatro cilindros de 2.5 litros con 186 HP, cuya comparsa es la conocida transmisión automática de seis relaciones. Claro, existen las manetas que pretenden darle autoridad al responsable tras el volante. En realidad, la caja siempre se protege – indefectiblemente cambia a las 6,300 rpm– y aunque en el modo Sport presume cierta proactividad, la verdad es que la afinación del motor está enfocada hacia el ahorro de combustible por lo que creemos que le falta algo de carácter al momento de acometer una zona sinuosa, donde los cambios de rumbos son demandantes.
A esta percepción se suman unos neumáticos de no muy buen agarre –Tracción B–, y que en los apoyos largos de curvas rápidas tienden a derivar un poco más, lo que crea la sensación de que el coche es menos asertivo a nuestras órdenes.
Por cierto, el segundo eje delata la sencillez de su construcción en estos momentos de exigencia en curva; a veces denota un ligero devaneo, otras no es tan fiel a lo que dictan las ruedas directrices. En suma, un comportamiento más convencional que puede mejorarse sensiblemente con llantas de mejor goma; pero eso queda en el terreno de las especulaciones.
Si hablamos de terminados y equipamiento, este Mazda3 HB conserva el mismo listado de su hermano de tres volúmenes. La calidez del interior, así como un cuidado diseño sin olvidarse de la sedosidad de los mandos hacen de la vivencia en la cabina una experiencia terriblemente grata, complaciente.
En este punto, su aproximación a la clasificación premium resulta muy certera, pero la parte de los “huesos” como el empuje del atmosférico todavía dista de lo que prometen los acabados de su habitáculo.
Para finalizar, este hatchback probablemente robe la atención de los eternos enamorados de la carrocería de dos cuerpos, sin esperar la rabia de un GTI ni la formalidad de un sedán tradicional. Sin duda, por un precio que ronda los 400 mil pesos, resulta una alternativa no tan accesible pero sí muy especial de cara a esos clientes nostálgicos pero prácticos.